La desigualdad: el gran reto pendiente para América Latina y el Caribe

Actualizado
  • 16/06/2019 02:00
Creado
  • 16/06/2019 02:00
Ser el sexto país más desigual del mundo, contrasta fuertemente con el hecho de ser el país que más crece en toda la región, poniendo en evidencia que nuestro esquema de desarrollo requiere ser revisado

El Ministerio de Desarrollo Social (Mides), como ente rector de la política social, tiene entre sus objetivos fundamentales, lograr la integración social y la reducción de la pobreza en Panamá. Tarea retadora que, si bien ha permitido mejorar la calidad de vida de miles de panameños desde su creación, encuentra en la desigualdad un obstáculo mayor para lograr transformaciones sociales que sean sostenibles. Hoy sabemos que la distribución desigual de riquezas y oportunidades es uno de los principales frenos para la reducción de la pobreza. Esto hace de la desigualdad un desafío ético y de justicia social, pero también una amenaza para la democracia, pudiendo llegar a ser un detonante de explosiones sociales.

La medición de la desigualdad

A pesar de que la desigualdad tiene distintas manifestaciones, las mediciones reconocidas globalmente se refieren fundamentalmente a la distribución de ingresos al interior de un país, siendo el Coeficiente Gini la más común (0 representa ausencia total de desigualdad, y 1 la desigualdad máxima). Esta medición, contrario a otros indicadores sociales, tiene el valor de tomar en consideración las diferencias en el ingreso de toda la población, en lugar de enfocarse en grupos particulares; sin embargo, esto sólo permite orientar políticas públicas desde la perspectiva de ingresos. Si bien el nivel ingresos es el principal determinante de la desigualdad, el género, el lugar de nacimiento, la edad, la etnia y la discapacidad son también son ejes estructurantes de la matriz de la desigualdad, los cuales se interrelacionan y potencian entre sí, intensificando sus efectos.

A nivel global, la desigualdad ha disminuido para la mayoría de los países en los últimos 15 años, incluyendo a Panamá; no obstante, continúa siendo un reto global fundamental. Así lo refleja la Agenda 2030, a la que se han comprometido los 193 países que conforman las Naciones Unidas, cuyo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 10 consiste en la reducción de desigualdades dentro y entre los países. En otras palabras, transitar hacia un modelo de desarrollo sostenible, plantea como un requisito indispensable la reducción de las marcadas desigualdades que caracterizan al mundo de hoy.

Desde el punto de vista regional, América Latina y el Caribe también redujo sus niveles de desigualdad durante el último decenio, atribuible en buena medida a los sistemas de protección social y la incorporación de los programas de trasferencias monetarias condicionadas. No obstante, ha llegado a un nivel de estancamiento en los últimos 3 años, conservando su vergonzosa posición como la región más desigual del mundo. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) sostiene que la desigualdad en la región responde a una profundamente enraizada cultura del privilegio, de la que todos somos parte, y que se ve claramente reflejada en el modelo de desarrollo imperante, que la reproduce y perpetúa.

El sexto país más desigual

En el caso particular de Panamá, a pesar de que del 2000 al 2017, la desigualdad se ha reducido de 0.56 a 0.49 según el Coeficiente Gini, nuestro ritmo de reducción ha sido inferior al de otros países de la región, como Bolivia, Perú, Ecuador y Uruguay. Ser el sexto país más desigual del mundo, contrasta fuertemente con el hecho de ser el país que más crece en toda la región, poniendo en evidencia que nuestro esquema de desarrollo requiere ser revisado si aspirásemos revertir esta realidad. A este desafío, se suma el hecho de que, a pesar de lo evidente y palpable que es la desigualdad en nuestro país, esta ha sido muy poco estudiada si la comparamos con otros desafíos sociales, lo que hace que hoy en día contemos con muy poca información y herramientas útiles para el diseño de políticas públicas que aborden de modo efectivo sus causas estructurantes.

‘Hoy sabemos que la distribución desigual de riquezas y oportunidades es uno de los principales frenos para la reducción de la pobreza. Esto hace de la desigualdad un desafío ético y de justicia social, pero también una amenaza para la democracia...'

A pesar de que cambiar patrones culturales o transformar el modelo de desarrollo existente son retos que exceden con creces el rol y la capacidad de un ministerio de desarrollo social, sí ha sido posible dar pasos para visibilizar y lograr un mejor entendimiento del fenómeno de la desigualdad en nuestro país y la región. Por ejemplo, con ánimos de situar el tema en el centro de la discusión regional, el X Foro Ministerial para el Desarrollo Sostenible de América Latina y el Caribe, coorganizado con PNUD y Cepal, celebrado en 2018 en Panamá, tuvo como tema ‘Alianzas para la reducción de desigualdades en el marco de los ODS', dejando claro que solo es posible aspirar a dejar de ser la región más desigual del mundo, a través del entendimiento y compromiso todos los sectores de la sociedad. En este espacio, se sentaron las bases del primer borrador de agenda regional para el desarrollo social inclusivo, la cual será definitivamente aprobada por los países de América Latina y el Caribe el próximo mes de septiembre.

MISIÓN Y VISIÓN

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.

Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

En el plano local, también con el apoyo de la Cepal, iniciamos en Panamá la primera parte de un estudio para levantar la matriz de la desigualdad en nuestro país, y la identificación de políticas existentes que apuntan a disminuirla, lo cual constituye un insumo del proceso de transición de gobierno. Lo anterior, sumado al estudio sobre desigualdad que adelanta el Centro de Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS), son, sin duda, pasos en la dirección correcta.

Para continuar avanzando, resulta indispensable cimentar una sólida colaboración entre las instituciones productoras de datos, el sector académico y especialistas del campo de la investigación y la innovación social, que pueda generar información útil para la toma de decisiones de política pública basadas en la evidencia. Esta información, también permitirá sugerir qué tipo de instrumentos debemos construir para orientar y monitorear el impacto de estás políticas, las cuales, contrario al enfoque de las estrategias de reducción de pobreza, que se basan en una rigurosa focalización, deben tener un enfoque universal, pero sensible a las diferencias, lo que las hace considerablemente más complejas en cuanto a diseño, y costosas en cuanto a implementación.

La Agenda 2030

Hoy, tenemos a favor que la Agenda 2030 ha permitido, por primera vez, poner al centro del debate global, la desigualdad. El modelo de desarrollo sostenible al que aspiramos es uno inclusivo, que responde a las necesidades de todas las personas sin discriminación de género, etnia, ciclo de vida, discapacidades o lugar de nacimiento, demandando un contrato social que dote de sentido humano al crecimiento de los países de nuestra región y del mundo, para asegurarnos de no dejar a nadie atrás. La pregunta decisiva que debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a asumir como país el reto de poner fin a la cultura del privilegio, para dar paso a una cultura de solidaridad e igualdad?

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