La versión que no aparece en nuestros textos escolares

PANAMÁ. Corría el mes de febrero de 2001 y el entonces burgomaestre capitalino, Juan Carlos Navarro, instalaba una comisión alcaldicia p...

PANAMÁ. Corría el mes de febrero de 2001 y el entonces burgomaestre capitalino, Juan Carlos Navarro, instalaba una comisión alcaldicia para conmemorar el Centenario de la República, con una asignación presupuestaria de 250 mil dólares. Entre sus funciones estaba la edición de títulos representativos de la producción de escritores panameños que trataran sobre el centenario de la República, en el 2003.

De estas diligencias, y luego de intensos meses de investigación —primordialmente en archivos que reposan en Bogotá— sobre el movimiento independentista de Panamá desde las postrimerías del siglo XVIII, surgen los dos volúmenes de 1903 en la prensa panameña y los infaustos años precedentes, de la autoría del abogado e historiador panameño (y de paso, nieto de uno de los personajes de aquella gesta) Carlos Alberto Mendoza y del escritor argentino radicado en Colombia, Vicente Stamato.

Justamente Carlos Alberto Mendoza, el gran maestro masón y ex embajador de Panamá en China Taiwán, presidía la comisión alcaldicia nombrada por Navarro. He aquí parte de su relato:

El agitadísimo, confuso y complicado 3 de noviembre.

‘El doctor Amador, quien luego de su llegada había asumido la dirección suprema del movimiento, dispuso proclamar la República el miércoles 4, siguiendo la indicación de Tomás Arias, quien alegó que ese día salía el vapor francés que hacía escala en Barranquilla, y que por ello, no tendrían en Colombia la noticia inmediatamente, sino muchos días después; y además, porque en esa fecha ya estarían anclados en aguas istmeñas, del Pacífico y del Atlántico, los buques de guerra norteamericanos. Sin embargo, a causa del inesperado arribo al puerto de Colón de tropas colombianas, Amador dispuso anticipar el golpe y proclamar la República de Panamá el martes 3.

Colón, al amanecer. Llegan a la bahía, procedentes de Puerto Colombia, los vapores ‘Cartagena’ (de guerra) y ‘Alexander Bixio’ (mercante), trayendo a bordo a los generales Juan B. Tovar y Ramón G. Amaya comandando el batallón ‘Tiradores’ compuesto de 500 hombres con el propósito de impedir el rumoreado movimiento separatista.

Ciudad de Panamá, 9 a.m. Amador reúne a los principales conjurados en el local de la antigua planta eléctrica a fin de tomar decisiones. A la reunión no asistieron José Agustín Arango, Ricardo y Tomás Arias y Manuel Espinosa, porque con el informe de Amador de las primeras horas de la mañana, entendieron que quedaba convenido abandonar el movimiento. Se escucharon varias opiniones. Finalmente, el más joven de los conjurados, Carlos Constantino Arosemena, sentenció: Si teniendo como tenemos al batallón ‘Colombia’, al que seguirá todo el pueblo panameño, tenemos temor, no merecemos ser libres sino que nos cuelguen. La oportuna inyección de estímulo produjo inmediato efecto y el entusiasmo patriótico renació: había que seguir adelante.

5 p.m. La noticia de que algo grave está por ocurrir circula por toda la ciudad.

En la bahía de Panamá el general Leonidas Pretelt (ese 3 de noviembre descansando en su residencia) comandaba una modesta flota que allí se encontraba anclada. Al mando del ‘Almirante Padilla’ se encontraba el general Rubén Varón (único jefe de la flotilla comprometido con el movimiento separatista); y del crucero ‘Bogotá’, el general Luis A. Tovar. También estaban anclados los vapores ‘Boyacá’, y ‘Chucuito’.

Entre las seis y las siete, y luego de varias señales de advertencia tras la detención de varios oficiales colombianos por parte de los conjurados, allá en el paseo de Las Bóvedas, el general Esteban Huertas, quien ejecutó dichas detenciones y al mando de tropas del batallón ‘Colombia’, observa cómo el crucero ‘Bogotá’ activaba sus calderas, y ordena abrirle fuego de artillería si se notaba que trataba de moverse. El vapor, mientras tanto, una vez izada el ancla, fue moviéndose lentamente al empuje de una brisa favorable y de marea en reflujo. Este movimiento de la nave fue advertido por las tropas de Huertas... Pocos minutos después se siente un cañonazo disparado por el Bogotá y Huertas ordena responder. Desde Las Bóvedas el capitán Chevalier dispara su cañón, y la bala pasa casi rozando la popa del ‘Bogotá’. Su tripulación —al mando del coronel José Martínez— carga nuevamente su cañón de 15 libras y dispara dos veces más.

El proyectil cayó en el barrio El Chorrillo y dio muerte a un pobre chino, mientras que la fuerza del impacto causó el colapso cardíaco del transeúnte Octavio Preciado; el segundo, penetró en la casa de Ignacio Molino, destruyendo el techo y varias vigas principales; el último en un edificio de la calle 12 Oeste, causando la muerte de un caballo de paso, propiedad de Enrique Linares.

Seis veces más disparan desde el ‘Bogotá’, sin causar daño alguno. De las baterías de Las Bóvedas, Chevalier hace un segundo y último disparo sin efecto alguno. Finalizado el tiroteo, el ‘Bogotá’ inicia marcha rumbo a Colombia.

El balance de las víctimas fatales del corto enfrentamiento —y de todo un día de agitación independentista—, es realmente exiguo frente al logro alcanzado: un modesto asiático, un enfermo del corazón y un caballo de paseo. 9 p.m. En el hotel Central, donde se encuentra reunida la Junta Revolucionaria, se presenta la bandera panameña, causando una explosión de alegría entre el público congregado allí a esa hora.

El pabellón nacional había sido diseñado días atrás por el hijo del doctor Amador, Manuel E., y confeccionado en secreto por María Ossa. Su explicación: Un fondo blanco que significa paz; dos cuadros: uno rojo y otro azul, colores insignia de los dos partidos políticos históricos; y dos estrellas, una roja y una azul, representando toda la unión de los panameños.

9:45 p.m. En sesión extraordinaria se reúne el Consejo Municipal de la ciudad de Panamá, presidido por Demetrio H. Brid, con asistencia de los miembros Rafael Aizpuru, Agustín Arias Feraud, José María Chiari R., Manuel J. Cucalón P., Enrique Linares y Manuel María Méndez.

Abierta la sesión, el presidente manifiesta que un grupo respetable de ciudadanos de esta capital había proclamado la independencia del Istmo, con el beneplácito de los pueblos de su comprensión y de la ciudadanía, y que con tal motivo, deseaba saber si los actuales representantes de los derechos del pueblo estaban dispuestos a adherirse y secundar este movimiento bajo juramento de sacrificar sus intereses y vidas, y hasta el porvenir de sus hijos, si fuere necesario.

El Concejo prestó el solemne juramento, y acto seguido el concejal Aizpuru presentó la siguiente proposición:

La Municipalidad de Panamá, en vista del movimiento espontáneo de los pueblos del Istmo, y particularmente de la ciudad de Panamá, declarando su independencia de la metrópoli colombiana y deseando establecerse en gobierno propio, independiente y libre acepta y sostiene dicho movimiento, y en consecuencia resuelve convocar a Cabildo Abierto al pueblo en general, y a todas las corporaciones públicas, civiles, militares y eclesiásticas para mañana a la tres de la tarde en el Palacio Presidencial de la República de Panamá.

Aprobada inmediatamente, el concejal Brid suscribió esta otra que, por supuesto, fue aceptada:

Envíese el siguiente telegrama a su excelencia el Presidente de los Estados Unidos: La Municipalidad de Panamá celebra en este momento sesión solemne adhiriéndose movimiento separación del Istmo de Panamá resto de Colombia, y espera reconocimiento de su Gobierno para nuestra causa’.

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