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‘Yo también fui presidente saliente’ (o de cómo se siente dejar el poder)
- 29/06/2014 02:00
- 29/06/2014 02:00
‘Cuando entramos, nos preparamos para salir en cinco años. Yo estaba tranquila, porque sabía que yo me iba. A mí no me afectó la transición’, comenta Mireya Moscoso, la única mujer que ha ocupado el Palacio de las Garzas en la historia de la República, entre los años 1999 y 2004.
¿Qué siente una persona al dejar el poder? ¿Cómo se sobrelleva que un día se es la cara de un país ante el mundo y al siguiente, pasa a ser un recuerdo?
Ernesto Pérez Balladares (1994-1999), predecesor de Moscoso, comenta que el primer día de gobierno para el presidente entrante no es cuando le colocan la banda presidencial, sino el día siguiente de ganar las elecciones. El también conocido como ‘Toro’ indica que una vez se sabe quién los reemplazará en el cargo, inicia un periodo de ‘descompresión’.
–Tienes que sobreponerte a una pérdida electoral, entender que la voz del pueblo es la soberana, la que manda, y hacer lo posible por cumplirla– confiesa el perredista.
EL GOLPE
Cuando se es presidente, se ocupa el cargo ‘las 24 horas de los siete días de la semana. No hay sábados ni domingos’, comenta Pérez Balladares. Sin embargo, una vez que el mandatario es reemplazado, lo que sobra es tiempo libre en la agenda.
Para Moscoso ese giro de 180 grados ‘es un bajón muy grande’ porque (como presidente), ‘estás activo todos los días, desde muy temprano hasta altas horas de la noche y, de repente, de un día al otro, ya no tienes la gran responsabilidad que tenías’.
Pérez Balladares comenta que la sensación de vacío es pasajera y que ‘en un periodo de tiempo normal se recupera el ritmo de vida’. Quien fuese presidente entre 1994 y 1999 añade: ‘(La rutina) uno la llena de otras cosas’. Por ejemplo, Moscoso cuenta que lo primero que hizo al culminar el periodo constitucional de su cargo fue ir a la playa y atender la finca que tenía en Boquete. ‘Me adapté rápidamente a lo que hacía antes’, afirma la panameñista.
CALOR HUMANO
–Todo depende de cómo haya sido tu actuación, yo me siento muy tranquilo con la mía– asegura Pérez Balladares cuando se le pregunta cómo reacciona la gente al verlo en la calle–. La gente me saluda, pero no voy a negar que tengo mis detractores. Y es que, en política, la gente te quiere o te odia– opina ‘Toro’–. Sin embargo, la inmensa mayoría con los que me encuentro son personas agradecidas que hablan bien de mí y de mi gobierno.
Moscoso coincide con Pérez Balladares, y comenta que para ella es muy común escuchar gritos como ‘Mireya’ o ‘Presidenta’ en señal de cariño cuando va por la calle. ‘La gente en la calle me ve y me saluda, inclusive me abrazan. Eso me hace sentir muy contenta’, cuenta con satisfacción la pedasieña.
LA VIDA NO ES IGUAL
‘Recuperas algún grado de libertad, que es parte de lo que más se extraña cuando se es presidente’, afirma Pérez Balladares.
Añade quien también fuera ministro de Hacienda y Tesoro durante la dictadura militar que en algún momento un expresidente suramericano, sobre el tema, le dijo: ‘¿No te diste cuenta, cuando subiste las escalinatas de la presidencia, que ahí había una cajita para depositar tu libertad individual? Ahí la depositaste. Cinco años después, cuando bajaste, la recuperaste, pero muy deteriorada’. Tras la anécdota, comenta el perredista: ‘Una vez que eres presidente, una figura conocida nacional e internacionalmente, nunca más regresas a ser el que fuiste’.
Para Moscoso, también presidenta vitalicia del Partido Panameñista, la clave para no sufrir al dejar el poder es, desde un principio, estar claro que el puesto no es eterno: ‘Cuando yo subí las escalinatas del Palacio de las Garzas, el 1 de septiembre de 1999, sabía que el 31 de agosto de 2004 volvería a ser Mireya Moscoso’.
La exmandataria lamenta que, al ser la cabeza del Órgano Ejecutivo, hay que hacer ciertos sacrificios y alejarse un poco de aquellos a quienes más se quiere: ‘Uno tiene una responsabilidad mayor y se descuida a la familia un poco. Cuando yo estaba en el poder, Ricardito, mi hijo apenas tenía cinco años, estaba en la escuela. Él siempre me decía que por qué salía tan temprano y regresaba tan de noche’. Moscoso concluye: ‘Al salir de la presidencia, uno aprovecha para recuperar el tiempo perdido’.