En la perfección no hay excelencia

Actualizado
  • 17/01/2020 00:00
Creado
  • 17/01/2020 00:00
Claro que la noción de perfección tiene un determinado grado de subjetividad, ya que lo completamente perfecto no existe. Tomando los ejemplos anteriores, tal vez sería posible que el 'carro perfecto' fuera aún más barato o que el 'viaje perfecto' haya sido un poco más extenso

Comencemos por lo más sencillo: si el zapato de Cenicienta se ajustaba perfectamente, ¿por qué se cayó? Es claro, ¡porque la perfección no existe!

¿Qué es perfección? Del latín perfectus, describe una cosa, organismo, individuo o acto que reúne los más altos niveles posibles e intachables de elementos de su misma especie o naturaleza.

Si algo es perfecto, no hay posibilidades de hacerlo mejor, ya que no existe nada superior a lo que ya se ha conseguido. Por ejemplo: “Este es el carro perfecto”, “fue el viaje perfecto”, “todo salió perfecto”… hasta que…

Claro que la noción de perfección tiene un determinado grado de subjetividad ya que, lo completamente perfecto no existe. Tomando los ejemplos anteriores, tal vez sería posible que el “carro perfecto” fuera aún más barato o que el “viaje perfecto” haya sido un poco más extenso.

Perfecto también es lo que posee el nivel tope de una cualidad o defecto en concreto: “Ricardo es un perfecto administrador” … o un “perfecto idiota”.

Si hablamos del perfeccionista, la definición más concreta sería: “Una persona que considera cualquier cosa que no sea perfecta como inaceptable”. Sin embargo, amigo lector, la perfección no es la búsqueda de la excelencia, es la búsqueda de lo inalcanzable.

La perfección roba tiempo y energía. Obliga a buscar metas inalcanzables, porque no importa lo que haga, nada será suficientemente bueno. En la búsqueda de lo perfecto, puede que usted niegue ver las cosas como son, e insista en vivir una ilusión que no existe. La perfección es una de las raíces de la procrastinación.

Por otro lado, la excelencia es el resultado del hábito y nace de la diversidad, del modo de progresar, conocer y comparar los elementos, las culturas, técnicas, formas de pensar y creer, los humanos ya somos excelentes por nuestra diversidad.

La excelencia es la característica más notoria del detallista, del que hace las cosas de manera óptima. Y cuando somos excelentes, hacemos las cosas extraordinariamente sin ninguna excusa, sobresalimos de la mediocridad, estamos por delante de los que hacen todo “a medias”.

La excelencia nos impulsa a ser mejores cada día, a no a ser competitivos con otros sino a ser competentes con nuestros compromisos. Quien es excelente a conciencia, se pone retos para crecer, crear y para llegar más lejos.

La excelencia es el resultado del esfuerzo de la inteligencia asertiva.

Si algo es cierto, es que solamente seremos excelentes en lo que amamos, en lo que nos apasiona y no podrá saborear la excelencia cuando tenga que hacer cosas que realmente no quiera hacer.

La excelencia es una virtud, un talento y cualidad, lo que resulta extraordinariamente bueno y también lo que exalta las normas ordinarias. Es también un objetivo para el estándar de rendimiento.

Los antiguos griegos tenían el concepto “areté”, que significa una aptitud excepcional para un fin; es la excelencia o prominencia en la capacidad para pensar, hablar y obrar con éxito. Para que un griego fuese considerado “un ser excelente y exitoso”, tenía que cultivar tres virtudes específicas: la valentía, moderación o equilibrio y justicia.

Luego Platón agregó una cuarta, la prudencia, con lo que dio lugar a las llamadas 'Virtudes Cardinales': la prudencia, fortaleza y templanza se correspondían con las tres partes del alma, y la armonía entre ellas engendraría la cuarta, la justicia.

Para ser excelente, tiene que permitirse cometer errores. Los errores contribuyen a un mejor desempeño, le recuerdo que la excelencia no tiene límites y siempre puede buscar niveles más y más altos de ella. Lo que aceptamos como excelencia hoy no será lo mismo mañana, ni en un mes, ni en cinco años.

La excelencia no es magia, es el resultado del esfuerzo de la inteligencia asertiva.

Aristóteles decía: “La excelencia es un arte ganado a base de entrenamiento y hábito. No actuamos correctamente porque tengamos excelentes virtudes, sino que somos virtuosos porque actuamos correctamente. Somos lo que hacemos repetitivamente. La excelencia entonces no es un suceso sino un hábito”.

La excelencia no es un nivel establecido o consensuado de calidad o perfeccionismo. Es una dinámica en constante cambio, que se construye con lo que hacemos día a día.

La búsqueda de la excelencia no descansa, no permite pausas, no consiente excepciones. Si algo es importante para usted, debe trabajarlo a diario, sin excepciones.

En muchas ocasiones, la motivación para obtener un rendimiento óptimo se nutre de un pensamiento: existe la posibilidad de marcar la diferencia. Es decir, que existe una distancia importante entre lo que seríamos capaces de hacer con un esfuerzo mínimo y lo que seríamos capaces de hacer con una mayor dedicación.

El secreto de la felicidad está contenido en una palabra: Excelencia.

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