Los ases de la buena impresión

Actualizado
  • 18/06/2021 00:00
Creado
  • 18/06/2021 00:00
La planta del TE produce papelería membretada para cedulación, registro civil y organización electoral; libros, memorias, revistas y, por primera vez, en 2019, las boletas de votación para las elecciones generales
La única fórmula para mantener una producción tipográfica de calidad es mediante la combinación de la experiencia con la juventud.

Carlos Stoute, de 63 años de edad y 40 en la imprenta del Tribunal Electoral (TE), enfila su mirada hacia “la Inmortal”, una rotativa alemana GTO 46 de casi cinco décadas de uso y comenta, con orgullo: “Aún cumple la tarea y saca de apuros”.

Como todo tipógrafo es conversador. Él y Wilfredo Smith Lozano, jefe de Talleres, hablan a La Estrella de Panamá de su vocación, control de calidad, profesionalismo y compromiso laboral, razones por las que han ganado fama dentro y fuera del país.

Capacidad instalada

Smith Lozano, experto en publicidad, mercadeo y diseño gráfico, con 11 años en la institución, dirige a 36 colaboradores: 29 técnicos, distribuidos en un área de 340 metros cuadrados.

Wilfredo Smith, jefe de la Imprenta del Tribunal Electoral.

La planta produce papelería membretada para cedulación, registro civil y organización electoral; libros, memorias, revistas y, por primera vez, en 2019, las boletas de votación para las elecciones generales.

Imprime el Boletín electoral, una especie de gaceta oficial que divulga la información jurídica institucional; el Código Electoral, que registra cambios cada cinco años; el informe anual de rendición de cuentas; libros del acontecer electoral, editados por el magistrado Eduardo Valdés Escoffery; y la revista Vivencias electorales.

En enero de este año se publicó la revista Guardianes de la democracia, sobre los 30 años de fundación del Cuerpo de Delegados Electorales; alrededor de 900 voluntarios garantes de la pureza del sufragio, la seguridad, paz y respeto en los eventos electorales.

Hay otras publicaciones como la revista Mundo electoral, dirigida por el magistrado Alfredo Juncá Wendehake; Ratio Legis, revista jurídica multidisciplinaria, a cargo del magistrado Heriberto Araúz Sánchez y el periódico Ponte al Día, editado por la Dirección de Comunicación (Dircom).

Nuevas tareas

La imprenta ha prestado apoyo a otras instituciones, como la impresión de módulos de aprendizaje del Ministerio de Educación (Meduca) y la impresión de nueve libros de los ganadores del Concurso Literario Ricardo Miró, que organiza el Ministerio de Cultura (MiCultura).

Carlos Stoute comenzó a laborar a finales de la década de 1970.

Smith explicó que hasta 2014 las boletas de votación las hacía una compañía privada mediante licitación. Costaban $290,000. Después de adquirir nuevos equipos y del entrenamiento del personal, el TE se encargó de esta tarea.

“Esto no solo representó un significativo ahorro, sino que ahora trabajamos con mayor confiabilidad, reserva y control”, anotó.

Igualmente, hay que hacer toda la papelería que se utilizará en las mesas de votación, tales como formularios, recibos de actas, etcétera.

Con la creación del Instituto de Estudios Democráticos (INED) se publicarán las investigaciones sobre la realidad política y electoral de Panamá, además de la documentación para los programas de capacitación y los congresos electorales.

Vocación y compromiso

La imprenta se ajusta bien al pensamiento de Confucio: “Elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar un día en tu vida”. El filósofo chino defendía la tesis de que no es lo mismo hacer un “buen trabajo” que hacer “un trabajo”.

Wilfredo Smith conoce las artes gráficas desde que tenía 10 años, cuando acompañaba a su madre Eneida de Smith a su trabajo como correctora de estilo de los diarios de ERSA (Editora Renovación S.A), durante la época de los militares.

Observaba la edición de Crítica, El Matutino y La República, este último dirigido por la gloria del periodismo Eva Montilla.

Aprendió mucho de maestros como Arturo 'Chelo' González, Francisco 'Papi' Méndez y Ernesto 'Macumé' Argote.

Por su parte, Carlos Stoute comenzó a laborar a finales de la década de 1970, cuando solo eran 13 funcionarios en la pequeña imprenta de calle 33, cerca de Casa Gálvez, entre la Cuchilla de Calidonia y la avenida Perú.

Y no podía faltar la anécdota: en una ocasión a Stoute y a sus compañeros les tocó trabajar tiempo extra durante el Carnaval.

En el apogeo de la fiesta, se asomaban por las rendijas del taller a ver la falange de tamboreros de la comparsa 'Los Campesinos de El Chorrillo', cuando estremecían las aceras de Calidonia con la samba, en medio de la lluvia de confetis multicolores.

Miraban la coreografía de los portaestandartes y las hermosas bastoneras, con sombreros adornados con frutas plásticas. Imagino lo que habrán sufrido. Después de más de 40 años del hecho, en los ojos de Stoute todavía se asoma una lágrima tardía.

Relevo generacional

La única fórmula para mantener una producción tipográfica de calidad es mediante la combinación de la experiencia con la juventud. El escritor francés Víctor Hugo decía: “En los ojos del joven arde la llama; en los del viejo brilla la luz”.

Los nuevos aprenden de los viejos y, con la tecnología, los veteranos se guían por los jóvenes.

Wilfredo Smith aprendió de su antiguo jefe de Talleres, José Jiménez, hombre templado en el oficio de la tinta y el papel. Nunca decía “vayan”, sino “vamos”. En sus 41 años en el Tribunal Electoral, fue más que un jefe; era un líder al pie del cañón: puntual en todo.

Nadie niega la experiencia a los nuevos. Esa ha sido la política: enseñar a las nuevas generaciones para que la calidad de la Imprenta se mantenga a lo largo del tiempo.

Por ejemplo, Stoute tiene su “pequeño saltamontes”. Se llama Josué Osorio, de 20 años, trabajador temporal nativo de la comarca Guna Yala. El novato tiene garras para ser un buen impresor.

Caídos en el deber

El infame SARS-CoV-2 se cebó con los talleres. Fueron nueve contagiados y dos cayeron en la trinchera: el encuadernador José Guerrero y el prensista Olmedo Menacho. No hay una hermandad tan grande como la que se vive en los talleres.

Como periodista he conocido a muchos impresores. En Información Comercial del Ministerio de Comercio e Industrias (Mici) imprimíamos el boletín internacional El exportador en la Imprenta Ziur, de los hermanos Ruiz.

Entre tazas de café, Juan Ruiz me comentó que las imprentas estatales eran consideradas como el “patito feo” de las instituciones; calificadas de claustros tiznados de tintas y químicos y “depósitos de fierros ruidosos”

“Necesitan que se les haga justicia, que se entienda que hacen un trabajo valioso y que en su producción se pone en juego la imagen de la institución”, expresó entonces el genio de la Mackintosh.

Al final le pregunté a Stoute: ¿Qué es lo que más te agrada de tu trabajo? Pasea la mano por la visera de la gorra de los Filis de Filadelfia y responde:

“Ver que nuestro esfuerzo hace posible que el conocimiento de hombres y mujeres y las ideas que nos hacen mejores seres humanos quedan fijadas para la eternidad, en hermosos libros como los que hacemos aquí”.

Muestra un abanico de cuatro libros, finamente impresos, mientras dice: “Somos el pulmón de la institución, caballos de carrera de sangre pura... queremos que nos conozcan”.

Se puso la mascarilla, la careta plástica y se perdió entre la fila de máquinas, que ya no son tan ruidosas como antes.

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