La falsa tolerancia

  • 20/05/2016 02:00
Una actitud cómoda desde la cual nos hacemos los sordos ante opiniones de otros en espera de consentimiento

Seguramente conocerán la frase ‘todas las opiniones son respetables' o quizás habrán escuchado una variante similar de esta. Dicha frase transmite eso que denominamos como tolerancia, esa actitud de respeto hacia las opiniones e ideas de los demás, sería a su vez una actitud ‘apropiada' en las sociedad multicultural y democrática en la cual nos ha tocado vivir, o al menos esa es lo que nos transmiten desde nuestros días en la cuna.

Los defensores de dicha posición señalan que sería contraproducente actuar de otra forma, es decir, ser intolerante, ya que se trata de un ideal loable que aspira a llevarnos a una comunidad que profese la libertad de expresión, pues de otro modo estaríamos retrocediendo en el tiempo y derribando uno de los grandes logros de nuestra época.

¿Es este el caso? El filósofo vasco Aurelio Arteta, quiere que valoremos esta frase y su ideal desde otra perspectiva, pues cuando todas las opiniones son igualmente respetables, la conclusión que se desprende es que ninguna tiene valor alguno.

Podríamos decir que una opinión que indica que la educación es un privilegio de los que más tienen, confrontada a otra que establece que la educación es para todos, ¿tienen el mismo valor? o incluso, ¿merecen el mismo respeto? Arteta sugiere que lo que muchos -sino todos- llaman tolerancia, se trata en realidad de una actitud cómoda desde la cual me hago el sordo frente a la opinión del otro en espera de asegurarme un recíproco consentimiento, por lo tanto, debería parecerse más a: ‘yo no me meto con nadie y espero que nadie se meta conmigo'.

‘Opinión pública, perezas privadas', señalaba apropiadamente el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Dicha tolerancia viene a ser un miedo, el miedo a confrontar ideas, reconocer errores y estar dispuesto a modificarlas si lo amerita.

Toda crítica se hace imposible, en aras de evitar ofensas o afectar sentimientos. Si la democracia es solo un espacio en donde tenemos la libertad de pensar lo que queramos y de expresar esas ideas públicamente, se queda corta.

No es solamente una cuestión de si hay libertad o no para escupir toda clase de palabrería sin temor a ser cuestionado, indudablemente es un privilegio necesario, pero por si sola es el terreno fértil para la mediocridad, o en otras palabras, para la Mediocracia.

Arteta nos advierte que dicha tolerancia gana terreno en la actualidad y nos impide abrirnos a la posibilidad de reconocer la debilidad de nuestros argumentos.

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