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- 23/06/2019 02:00
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El incansable trabajo expresivo producto de la genialidad del maestro Botero, ha sido de una proyección global durante la última mitad del siglo XX y se ha expandido hacia las primeras décadas del actual. Su arte ha recorrido el planeta; las pinturas con la influencia de los primeros años, cuelgan de galerías en todo el mundo y sus escenarios taurinos, circenses, religiosos, populares, bucólicos y descomunales personales, son una rica herencia cultural.
Fernando Botero, nacido en Medellín, se vio involucrado temprano en experiencias increíbles. Saltó las bardas de la tauromaquia; se maravilló con payasos, grandes animales, trapecios; las manifestaciones de la política local y sus autoridades que ordenaban y desplegaban todo el ambiente en que debía moverse la vida del pueblo. Casi una caricatura que inundaba la realidad y sus palpitaciones.
Esas imágenes de la Colombia de sus primeros años, se vio reforzada cuando empezó a estudiar pintura y conoció a los clásicos para aprender la manera de plasmar el sentimiento de la gente en sus ámbitos y a su vez resaltar atributos que les hacen humanos. Influencias de Velázquez, Goya, Rubens en un primer momento. Luego en México, el horizonte se amplió con el muralismo y sus propuestas teóricas; más tarde Italia y toda la técnica de taller.
Mundo en formas diversas
Las figuras se agigantaron como resultado de este proceso e itinerario. Los perfiles perdieron su volumen y apareció otro inmenso, plano, sin detalles específicos de tonalidad, aunque con la ganancia estética del valor de la observación rigurosa hasta sobre lo más ínfimo.
Así, podemos mirar paraguas en el circo, perros por doquier, muñecas, dagas, gotas de sangre, un cigarrillo, la forma —deformación— y color de las frutas, sus semillas, resquebrajamiento de infraestructuras y sobre esa mirada de sus personajes que nos auscultan desde el otro lado de un espejo.
Así vemos cómo el mundo de las carpas brindó elementos para traer al lienzo las ballerinas y fenómenos; los disfraces, gorros, cascabeles, pitos. En el pueblo, los amores y odios en los bares con la botella de licor, el beso furtivo, el baile y la cumbia. La calle es el escenario de la cotidianidad; allí pululan canes de todo tipo, la vieja, el maleante, el vendedor de pajaritos; el chisme cruza entre las esquinas.
La presencia de las autoridades civiles y eclesiales añade otro referente a su obra. El alcalde y su pareja; el arzobispo y otras celebridades se posesionan del ambiente que envuelve tanto la ciudad como el campo. Las torres de los templos no soportan los cataclismos y se derrumban con los terremotos, ante la sorpresa y pánico de los villanos.
La naturaleza y los jardines son acogedores depositarios de la ingenuidad y tranquila apariencia del mundo rural, que se irradia con el olor de las flores y el calor solar; hay aquí el instante para la cacería y los implementos respectivos. Igual espacio tiene toda la activa y sangrienta fiesta de los toros con bestias, trajes de luces, maniobras sobre la arena y la muerte de hombres y fieras.
Las esculturas transitan el planeta
¿Quién lo hubiera esperado con tan intensa actividad en diferentes lugares que se pueblan de sus pinturas en múltiples matices? De pronto, desde Piedra Santa, Italia nacen sus esculturas, que son una concreción de sus pensamientos y conceptos. Animales, hombres, fragmentos de cuerpos que guardan formas geométricas y voluptuosos contornos. El metal, piedra, resina fundida, aquello que es más útil a sus propósitos grandilocuentes.
Aparecen entonces esos gigantes escultóricos. Venus, 1977; Perro, 1981; Soldado romano, 1986; Mujer a caballo, 1991. No hay espacios donde guardar tanta mole y las imágenes empiezan a ocupar avenidas en Nueva York, París, Londres, Montecarlo; su cercana Bogotá; también jardines y plazas por grandes urbes que van desde Manhattan hasta Pekín.
Entonces, también redujo las dimensiones y se dedica a esculturas más chicas. Esto le permite multiplicar modelos y dedicarse a estudiar temas concretos en la mujer, animales, la interacción y diferentes alusiones a la mitología y a la relación de los humanos con sus fantasmas. Así camina en dos direcciones, fragmentos de cuerpos y damas sugerentes.
Una opción, son esas anatomías inacabadas, la clave está en el diseño y su herramienta psicológica de generar la inclinación de verlas completas. Otra clase de propuesta la constituye el grupo de las figuras humanas en poses. Títulos como las mujeres recostadas en actitudes sensuales; ‘Eva', ‘Mujer con serpiente', ‘Mujer con manzana', ‘Mujer montada a caballo', ‘Venus durmiendo' y ‘Leda y el cisne'.
Jardín de pequeñas esculturas en La Candelaria
Botero donó parte de sus pinturas y esculturas a su país. En Medellín se instaló un museo y en el barrio colonial de La Candelaria en Bogotá, desde hace años, se cedió una casa. Ella hace esquina en la calle que baja del monte hacia el centro histórico y plazas, donde se concentran las sedes de las diferentes instituciones del poder político de Colombia. Allí en esa localidad se fundó la ciudad.
En el Museo Botero se ha instalado gran parte de la colección personal de este autor, unas 123 piezas propias de él y casi 90 de otros artistas. El Banco de la República acogió el patrocinio y a inicios del siglo XXI se consolida todo el conjunto, que queda como herencia para la capital colombiana; pero también para la sociedad mundial con un pequeño y hermoso rincón que exhibe este tesoro.
Es un grupo de casonas que ocupan el Museo de Miguel de Urrutia y el de la Numismática, aparte de una tienda de recuerdos con prensas, postales y objetos de recuerdo.
Al entrar a sus instalaciones, una gran mano recibe a los visitantes. En la parte inferior, hacia la derecha está una síntesis de las pinturas de Botero y muestras de cada una de las etapas en sus variados formatos. A la izquierda, una amplia selección de otros óleos, que incluyen a Picasso, Dalí, Miró, Klimt y un amplio recorrido a la producción de todas las décadas del siglo XX.
Arriba, a un costado, el sector de las pequeñas esculturas, sobre sus monolitos y en formatos que brindan el panorama de la explosiva fuerza de su talento. Asombra cómo juega con los colores de la materia utilizada y los tonos que quedan luego del transformador calor del fuego que forja las figuras en bronce o de aquellas cinceladas en el mármol.
Muchas de las esculturas son dedicadas a la mujer y sus relaciones ‘Parejas'. Ella sola, su carácter maternal y de acogida de vínculos con animales en escenas bíblicas o mitológicas, pueden contemplarse aquí en esta pequeña sala, como en ‘Venus dormida', ‘Madre e hijo', ‘Hombre, mujer y niño'; también con aves y ciertos animales domésticos, como en ‘El sueño' (con un ave sobre el vientre). ‘Mujer con fruta' y ‘Mujer sentada con fruta' .
Pero ella no es la única protagonista en este espacio de esculturas de pequeño formato. Se encuentran además torsos, animales y aves. ‘Caballo', ‘Torso', ‘Torso pequeño', ‘Gato'.
Ellos descansan en su jardín y allí son admirados por un público que no termina de entender la dimensión imaginativa de este autor, quien ha repartido el espíritu humano en un conjunto de momentos reales, fantásticos, místicos, religiosos, oníricos que expresan las sensaciones humanas no importa su gravedad o hilaridad, su instantaneidad o prolongación en el tiempo que Botero nos ha legado.
‘Esas imágenes de la Colombia de sus primeros años, se vio reforzada cuando empezó a estudiar pintura y conoció a los clásicos'