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- 08/12/2009 01:00
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E s la primera persona con la que estamos en contacto en este mundo y la primera a la que amamos. “Esto hace que sea el factor más prominente en el desarrollo emocional de una persona”, dice el psicólogo estadounidense Stephan Poulter sobre la madre.
“Nuestras madres pueden ser nuestra primera experiencia de amor, pero dependiendo de su conducta, puede hacernos más necesitados, ansiosos, irascibles o depresivos, cualidades que impactan en nuestro éxito laboral y en las relaciones sociales”, dijo el autor en una entrevista cuando presentó su libro, The Mother Factor: How your Mother's Emotional Legacy Impacts your Life , (“El factor madre: cómo el legado emocional de tu madre impacta tu vida”) en 2008.
En esta obra, de acuerdo con Poulter la mayoría de las madres pueden ser ubicadas en cinco categorías distintas: la madre perfeccionista, la mejor amiga, la “yo primero”, la impredecible y la completa. Si bien la mayoría de las madres son una combinación de los estilos descritos por el psicólogo, suele primar uno de ellos y “conocerlos puede ayudarnos a mejorar nuestra forma de relacionarnos con los otros. Podemos cambiar la dinámica y su influencia sobre nuestras vidas”.
“Las madres, como el primer vínculo de conexión del niño en el mundo, ejercen una increíble y perdurable experiencia de vida en los hijos”, afirma la psicóloga Lizzie Brostella. “Las madres son lo primero que se vivencia y esta vivencia puede ser de amor, cuidos y seguridad”.
Sin embargo, hay madres que no son capaces de suplir las necesidades básicas de sus hijos. Estas madres muchas veces se manejan de formas ambiguas que acaban desarrollando ansiedad, irascibilidad e inseguridad en sus hijos.
El mayor problema es que ellas no están tan al tanto del daño que su forma de relacionarse causa a sus hijos. Algunas veces los niños de estas madres tienen otras influencias ambientales o su propio temperamento los “salva” en estas inestables infancias. Pero, hay un gran número de niños que tiene padres ausentes y sin otros vínculos familiares que quedan a la merced de las experiencias maternas distorsionadas.
“Lo importante es recalcar que, de cualquiera de las dos formas, las madres ejercen una influencia de por vida en los hijos, especialmente en los vínculos relacionales (parejas, amigos, hermanos, hijos, trabajo, etc.)”, establece la especialista.
“La mayoría de los padres hace lo mejor que puede, sólo que a veces “lo mejor que puede” no es lo suficiente”, asegura.
Pero, ¿es justo hacer clasificaciones?
“El hecho de clasificar etiqueta a las personas, las encasilla”, dice Brostella, pero añade, “sin embargo, científicamente hablando, es necesario hacer una clasificación para poder estudiar mejor algo. No puedes estudiar un fenómeno sin clasificarlo. Sería muy confuso, así que sería más una necesidad que va más allá de si es correcto o no”.
De acuerdo con Brostella, las clasificaciones que hace Poulter son bastante sensatas. “Otras literaturas hablan de clasificaciones parecidas como las de madres adictas a la adrenalina (que me parece encajaría en las definiciones de “perfeccionista” y “yo primero”), pero no son sólo estas las clasificaciones de madres que afectan a los hijos. Las madres abnegadas también ahogan y hacen daño… es decir, hay más clasificaciones”.
Pero independientemente de las clasificaciones hay que establecer que “si es difícil para una madre que falla en humildad, aceptar que está haciendo las cosas “medianamente bien” con los hijos, es más difícil que esta madre llegue a pensar que sus actitudes naturales pueden estar causando algún daño a la crianza de los hijos”, establece la psicóloga.
“Es necesario tener humildad para escuchar, detenerse y observar lo que los hijos hacen, sólo así puede uno monitorear lo que se está haciendo como mamá. Hay que aprender a escuchar”, afirma.
El libro de Poulter apunta a que si se sabe reconocer de dónde viene lo que se tiene, se puede resolver. “Si reconoces a tu madre y aprendes cuál fue su estilo de “maternaje”, estarás en capacidad de resolver el porqué de por qué eres así hoy en día y decidir (palabra sumamente importante) si quieres seguir con este estilo o no”, indica Brostella.
“A veces, cuando los niños vienen a terapia, las madres terminan descubriendo que son ellas las que están potenciando las conductas disruptivas en los hijos. Pero no es fácil para ellas aceptarlo”, comenta Brostella. “Pero si, si se dan cuenta y si hay humildad suficiente para aceptarlo, lo pueden mejorar. En el tiempo y con paciencia, porque es difícil cambiar viejos hábitos, concluye.