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Margot Pares Reyna:'La música acaricia espacios, donde las palabras no son bienvenidas'
- 24/08/2021 00:00

La soprano Margot Pares Reyna (Caracas, 1956) es un talento fuera de norma. Su transitar por varios países, su roce cultural, sus personificaciones, sus caídas y levantadas las ha canjeado toda su vida por voz.
Es una de las pocas sopranos del mundo que han cantado en importantes casas de ópera de Francia, Bélgica y Suiza. Óperas de Marsella, Estrasburgo, Montpellier, Toulouse, Lyon , Liège, Lausanne, Metz, Nantes, Nancy, entre otras, así como en los festivales de los Juegos Olympicos en Calgary, Festival Internacional en Jerusalén y el Maggio Fiorentino.
En reconocimiento a su carrera, el Gobierno francés la invitó a convertirse en residente permanente de ese país. Su presencia en los escenarios de su tierra ha sido constante, a través de recitales y conciertos con todas las principales orquestas de ese país, bajo la dirección de los maestros José Antonio Abreu, Gustavo Dudamel, Christophe Talmont, entre otros, según reseña la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
Es una persona que se dedica en cuerpo y alma, nunca mejor dicho, a la música y a lo que considera que es su verdadera función. “A través del estudio y de la disciplina se siembra en cada alumno el concepto de la búsqueda de la excelencia”, dice, porque ese es el verdadero “poder de la música como herramienta de acción social”. Y así, con esa premisa estampada en su pecho, llegó a Panamá hace cuatro años para educar a esos jóvenes ávidos de melodías, de sensibilidades, de libertades.
Margot con su voz toca rincones, que quien la escucha y la observa no sabe que existen. Margot estremece, emociona y seduce.
Para esta plática llega a nuestra redacción, puntualísima. No responde las preguntas de esta periodista, más bien, canta sus respuestas. Ríe, cantando. Habla, cantando. Respira, cantando. Así es ella: una garganta llena de prodigios que sabe muy bien como no desafinar ni en la vida ni en las tablas. Al menos dice que lo intenta.
Aquí una mujer artística en mayúscula, con un cable a tierra: el del regalo de su talento a los demás. Y en los puntos suspensivos de esta conversación, además de dejar una sonrisa queda claro por qué Margot Pares Reyna es una voz imposible de no contar.
Soy una mujer profundamente sencilla. Quiero a mi familia, a mis amigos, a mis alumnos, y a lo que ha sido el hilo conductor de mi vida: la música y más específicamente, el canto.
Y soy una persona profundamente agradecida porque a estas alturas de mi vida tengo el privilegio de encontrarme desde 2019 en este hermoso país al cual quiero, Panamá, ejerciendo la actividad que me apasiona: ¡le estoy enseñando a cantar a los jóvenes de La Red de Orquestas y Coros Juveniles de Panamá! La Red es un proyecto de acción social del Ministerio de la Cultura, apoyado por el PNUD, el Programa de las Naciones Unidas por el Desarrollo. Nos dedicamos a brindar una formación musical, y en mi caso vocal, a los jóvenes que vienen de los medios más vulnerables de la sociedad. La actividad es completamente gratuita y puedo confirmar que vamos viento en popa, visto que hace pocas semanas mis alumnos se presentaron en el Teatro Nacional interpretando escenas de una ópera de Mozart, “Bastien und Bastienne”. ¡Y lo hicieron divinamente bien para el poco tiempo que tienen de clase!
Existen actividades que transforman. El canto es una de ellas.
Lamentablemente conocí poco a mi padre, pero creo que de él tengo la creatividad, la energía artística, la curiosidad hacia la vida... y de mi madre, la energía de vivir, la habilidad de poder enfrentar todo tipo de situaciones con mente positiva, la fuerza de voluntad.
Viví una infancia muy fuera de lo común ya que antes de los 11 años había vivido en tres países, Venezuela, Francia y Estados Unidos y era trilingüe. Es uno de los enormes regalos de mi familia, gracias al cual me siento ciudadana del mundo. También me permitió tener mi carrera en Francia, donde me consideraban francesa.
En mi cuna... ¿es eso posible? Pero tiene que serlo, porque me acuerdo de la cajita de música con el hilo que jalaban los adultos y producía un sonido maravilloso que me ha mantenido hechizada toda una vida: ¡la música!
Sí, tuve ese privilegio. Herta Glaz me formó vocalmente en USC y le debo quien soy vocal y musicalmente. Ella fue una brillante mezzo-soprano austríaca de la vieja escuela europea quien, como tantos, emigró a Estados Unidos huyendo de la guerra. Herta tenía un profundo conocimiento de todos los estilos musicales gracias a la extraordinaria formación que obtuvo en Viena y a las experiencias musicales que vivió en el viejo continente. Por ejemplo, era experta en el estilo musical de Gustav Mahler porque había trabajado muchas veces con Bruno Walter, ¡nada más y nada menos que el asistente de Mahler! Ella me enseñó el estilo de Mahler, su cuarta sinfonía, así como sus lieder. Esto fue particularmente útil en Caracas cuando me tocó preparar a nuestros muchachos para el Festival de Salzburgo, en el cual Gustavo Dudamel dirigió todas las sinfonías de Mahler. Ahí sentí el verdadero peso de la educación tan privilegiada que había recibido de manos de Herta, porque pude guiar correctamente a nuestros muchachos.
Unos años después de mi graduación de USC me fui a Francia para empezar mi camino como solista. Sentía la necesidad de pulir unos aspectos de mi técnica que no estaban completamente a punto y tuve la enorme suerte de encontrar a Schuyler Hamilton en París, un maravilloso profesor de canto.
Hice mi debut en kindergarden. ¡No creo que lo pensé mucho! Siempre canté, el canto para mí es como respirar. Pero de ese sentimiento a lograr convertir la música en mi vida fue un camino largo y complicado. Mi familia es muy conservadora y el desconocimiento lleva a todo tipo de especulaciones, muchas veces incorrectas. Con el tiempo he logrado comprender la posición de los padres. Ellos solo se preocupan por el bienestar de los hijos, no quieren que se mueran de hambre. Y no es en vano que lo piensen, porque es bien sabido que los artistas son los primeros que sufren en momentos de crisis. Ahorita mismo estamos viviendo un reflejo absoluto de esta cruel realidad. No se puede ignorar que miles de artistas están desempleados desde hace meses por culpa de la pandemia. Entonces me tocó hacer un trato con mi familia: obtener una licenciatura en economía y administración y después estudiar música. ¡Y así fue!
La voz de soprano se caracteriza por ser aguda. Hay varios tipos de sopranos: coloratura, dramática lírica, lírica ligera... Yo soy una soprano lírica ligera.
La vida de una artista lírica se construye alrededor de la disciplina. Siempre digo que los cantantes somos deportistas del sonido. Eso implica que, al ser deportistas, nuestra vida está basada en la disciplina unida a una higiene de vida muy sana. Yo nunca sentí que me privaba de nada. Una soprano se cuida siguiendo estas sencillas reglas: ¡comer sanamente, hacer ejercicio y dormir bien! Cero alcohol porque deshidrata, cero cigarrillo porque quema la garganta.
Esta pregunta es muy interesante porque cantar ópera implica que la cantante está plenamente formada. Esto quiere decir que no solamente canta, sino que actúa, sabe moverse en escena, posee un conocimiento vasto de historia y literatura, maneja diferentes idiomas a la perfección, tiene conocimientos de bailes de diferentes épocas. Cantar ópera es la forma de “hacer carrera”, ya que es en este medio donde el cantante lírico puede ejercer su profesión de forma continua. Pero esto solo se puede lograr en Europa, ya que es el único lugar donde existen casas de ópera en prácticamente todas las ciudades. Hoy no se puede construir una carrera cantando únicamente recitales de lied, por ejemplo, o conciertos con orquestas. Estos son eventos más bien puntuales. El grueso del trabajo para el cantante lírico está en el mundo de la ópera.
No sé si fue por miedo o porque ya yo estaba haciendo una carrera totalmente internacional (visto desde mi perspectiva particular), pero yo no quería alejarme mucho de Europa. La idea de estar brincando por los aeropuertos del mundo me era muy poco atractiva puesto que no quería más este tipo de vida. Lo que sí puedo confirmar es que nunca me tocó vivir momentos dignos de telenovelas. Mis colegas, todos artistas de primera, fueron siempre magníficos, por lo general.
He sido bendecida con muchos momentos únicos. Me tocó interpretar a Eurydice en el “Orfeo” de Monteverdi/Berio que se presentó para la inauguración de La Vilette, en París. (Hoy La Cité de la Musique) Estaba todo el gobierno presente, empezando por el presidente de la República, François Mitterrand. Fue un momento muy impresionante.
Me tocó vivir otra experiencia absolutamente emocionante en agosto de 2015 cuando Gustavo Dudamel logró que La Scala de Milán invitara a nuestro coro Simón Bolívar (al que yo formé vocalmente) para cantar nueve funciones de la producción de Franco Zeffirelli de “La Bohème” de Puccini. Otro momento precioso fue cuando el ministro de la Cultura Francés, Jaques Lang, me otorgó la residencia permanente en reconocimiento a mi trayectoria artística en el país. ¡Eso fue un gran regalo de la vida! No menos impresionante fue la presentación de escenas de la ópera de Mozart “Bastien und Bastienne” interpretada por nuestros jóvenes alumnos en el Teatro Nacional este 10 de julio pasado para el concierto del quinto aniversario de La Red. Ese éxito se debe en gran parte al extraordinario director de escena Edwin Cedeño, quien a su vez fue el director artístico de la producción. ¡Fue un hermoso trabajo de equipo! Y así, tantos otros momentos fuertes y hermosos.
Trabajo una vez al mes en el Anita Villalaz para brindarles clases presenciales a mis alumnos de La Red. El resto del tiempo les doy clases por Zoom, y tengo que admitir que ha sido un verdadero descubrimiento para mí. El ambiente de la clase online es uno de intimidad en el cual los niveles de concentración, tanto del alumno como del profesor, son muy elevados. Los resultados han sido absolutamente extraordinarios; pienso que este año y medio de clases online corresponde a tres años de clases en la vida real. ¡Eso explica cómo estos jóvenes lograron llegar al nivel elevadísimo que impone el interpretar una ópera en el Teatro Nacional!
A raíz de esta entrevista, le pregunté a algunos de mis alumnos más avanzados, ¿qué habían recibido hasta la fecha de sus clases de canto? Para mi gran alegría, y a pesar de que realmente están cantando muy hermoso, ninguno me habló de canto. Me dijeron que principalmente habían adquirido el sentido del orden y que habían aprendido a trabajar con disciplina y a conocerse mejor a sí mismos. Misión cumplida.
Tuve la enorme suerte de estar casada por muchos años con un hombre maravilloso, Fernando Lleras de la Fuente. Una tarde en Caracas, al salir de un ensayo, le mencioné cuánto me mortificaba enseñarle únicamente a cantar a nuestros jóvenes de El Sistema. Me preocupaba que si algún día tuvieran que irse del país, no tendrían con qué defenderse en la vida. Él rió y me dijo: “No te has dado cuenta de que gracias a la música les estás brindando las herramientas más importantes para vivir y sobrevivir en este mundo. Les estás inculcando disciplina y les estás enseñando a ponerse en contacto con su fuerza de voluntad. ¡Si algún día solo pueden vender perros calientes, serán los mejores vendedores de perros calientes del mundo!”. Palabras proféticas... Hoy, todos se han ido de nuestra bella Venezuela, y no hay uno solo a quien le esté yendo mal. Algunos están volando muy alto, como es el caso del brillante contratenor Fernando Escalona, actualmente en la Ópera de París.
Mis alumnos en Panamá son muy talentosos y tienen ganas de ir hacia adelante, los dos ingredientes que aseguran el éxito.
Ser mujer, joven y con un físico atractivo son cosas difíciles de manejar, pero son manejables. Hoy vivimos en un mundo en el cual todo sale a la luz pública, se saben las cosas, y eso me parece maravilloso. Antes todo se tapaba, todo se callaba. Como mujer, me encanta que las personas responsables de actos indebidos sean obligadas a responder por ellos. ¡Era hora!
Para mi gran fortuna, nunca me tocó vivir un cuadro sórdido en ningún teatro. ¡Al principio pensaba que yo tenía algún problema porque no me pasaba nada! Había llegado al medio artístico con tantos prejuicios en mi mente que nada me hubiera sorprendido, ¡pero nunca me pasó nada!
Creo que estas situaciones, como las de Levine o Domingo, pueden ocurrir en cualquier institución. Cuánto no se habla de los doctores con las enfermeras, o los bufetes de abogado, o serie tras serie en la televisión en las cuales esas situaciones se plantean en todos los marcos de la vida. La realidad que enfrentamos los artistas es que nuestra actividad la ejercemos a la luz pública, todo se ve, todo se sabe.
La música te escoge, uno no escoge a la música. Gracias a mis casi veinte años de trabajo en El Sistema de Venezuela pude descubrir el increíble poder que tiene la música para cambiar vidas. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento para el maestro Abreu quien me abrió las puertas de su institución, quien me brindó una plataforma extraordinaria para formarme como docente y quien me enseñó en persona el corazón y alma de su obra. Descubrí lo que era el verdadero poder de la música como herramienta de acción social: a través del estudio y de la disciplina se siembra en cada alumno el concepto de la búsqueda de la excelencia.
Trabajé con él incontables veces tanto en óperas como en obras sinfónico corales. Fueron años mágicos, maravillosos, inolvidables. Gustavo es realmente un músico fuera de serie, un verdadero genio musical.
¡Qué pregunta más espectacular! ¡La mejor pregunta! Me emociona. No sé si tengo la más mínima idea de cómo se logra eso, pero sí he aprendido a lo largo de los años a buscar la paz interior, equilibrio, serenidad y armonía. Es algo que trabajo día a día. Creo que mucho podemos aprender de las culturas orientales. No soy de iglesias, pero sí tengo una profunda vida espiritual. Mi muy especial y querida tía Peláez me enseñó que san Agustín declaraba: “Cantar es rezar dos veces”. Conclusión: hay que cantar mucho y muy afinado con la esperanza de que ese doble rezo forme parte de nuestras vidas.
Sé que puede sonar cliché, pero la música realmente es el lenguaje del alma. Acaricia espacios en el espíritu donde las palabras no son siempre bienvenidas.
¡Otra pregunta espectacular! Estoy completamente de acuerdo: el silencio es un bálsamo para el alma, una música que nos acompaña a todo lo largo de nuestras vidas, y que nos hace un profundo bien: “The Sound of Silence”... la bellísima canción de Simon and Garfunkel.