Una vida y el día después de la detección temprana

Actualizado
  • 18/10/2019 00:00
Creado
  • 18/10/2019 00:00
Según datos de la OMS, en 2017 solo el 26% de los países de ingresos bajos informaron de que la sanidad pública contaba con servicios de patología para atender a la población en general

Cada domingo Javier solía levantarse temprano, caminar hasta la habitación de su madre y acurrucarse en su cama para recibir besos y abrazos y preguntar sobre lo que harían ese día.

Sin embargo, desde hace algunas semanas ya no la despierta tan temprano, sabe que mamá necesita descansar. Ahora juega solo en su habitación hasta aburrirse, esperando inquieto, saltadizo y expectante el momento en que mamá despierte para sacudirse con ella entre abrazos y apretones.

Hoy irían a una “caminata”, no era la diversión que esperaba, pero le gusta ver a Karla, su mamá, animada. Hay mucha gente alrededor y la mayoría viste de rosado.

Karla le dijo que podía vestir como quisiera, así que corrió a vestirse con sus tenis azules y la camiseta de su equipo favorito.

Ya en el lugar, mientras espera a que inicie la caminata, juega con otros niños, ríen a carcajadas, comen un helado y compiten para saber quién corre más rápido y abarcar una distancia mayor.

Por un momento no ve a su madre y se siente intranquilo. Cuando la identifica en la lejanía, corre desesperadamente y la atrapa por la cintura.

Karla, que conversaba con algunas amigas, lo abraza de vuelta, y sonríe mientras le dice que últimamente tiene “mamitis”.

La actividad es una caminata —muy panameña—, con música, tambores y alegría, donde abundan pancartas y sudaderas con mensajes de lucha orientados a la detección temprana del cáncer.

Para Karla, lo más importante fue recibir las evaluaciones médicas que permitieron contar con un diagnóstico a tiempo y de manera oportuna.

Mientras conversamos baja la mirada, mira con ojos vidriosos a sus hijos y reflexiona: “¿De qué sirve la detección temprana si, una vez diagnosticado, es difícil acceder a un tratamiento que permita sobrevivir a esta situación, en Panamá?”.

Cuida mucho las palabras que usa frente a los niños al describir el momento que está viviendo. Pronto viajará a Colombia, donde le extirparán un linfoma de tiroides.

Al ser referida al sistema público para someterse a esta cirugía, la fecha más cercana era al cabo de nueve meses.

“Gracias a Dios no ha pasado a los ganglios y no tengo que hacerme quimioterapia ni radioterapia, pero quién sabe lo que pueda pasar en este tiempo”, explica.

Aunque intentó realizarse estos procedimientos en un hospital privado, su seguro no lo cubría, por lo que tenía que disponer de unos $17,000.

En Colombia pagará seis veces menos “con uno de los mejores especialistas y con todos los exámenes cubiertos”.

Hace unos meses, Karla comenzó a sucumbir al cansancio extremo, el mismo que ahora no la deja llegar a la meta en el trayecto de hoy.

La mujer de 37 años, que se define como “workaholic”, creía que en algún momento el cuerpo le iba a pasar factura, por lo que inicialmente consideró que el malestar era producto del estrés del trabajo o simplemente, algo propio de la edad.

Ahora más delgada, pero con más vida en su mirada, recuerda que cuando el doctor le dio la noticia de su diagnóstico, estaba sola en el consultorio. “Ok, entonces ¿qué podemos hacer?”, pensaba.

Nunca lloró. Al salir, elaboró una lista mental de todo lo que tenía que dejar arreglado para garantizar la integridad y seguridad de sus hijos, en caso de que ella no estuviera.

“Sí, la noticia fue impactante y en el momento no sabía qué hacer, pero más me preocupaba dejarle problemas a mis allegados, ya que no tenía nada organizado para una posible muerte”. En cambio, ahora cuenta con un testamento que renovará cada cinco años.

Y es que la mayoría de las personas no piensan que les tocará, al menos que tengan historial familiar, aunque esta creencia sea errónea. El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España indica que solo el 1% de todos los cánceres son hereditarios, incluso en los tipos de cáncer con mayor porcentaje de casos hereditarios, como lo es el cáncer de mama, la cifra va del 5% al 10%.

Lo anterior supone que el 90% del riesgo de padecer la enfermedad proviene de aspectos que pueden ser modificados, como el estilo de vida y los factores ambientales.

“¿Qué podemos hacer, si ahora todo da cáncer?”, dice otro participante del evento al que dan vida pacientes llenos de esperanza.

Se trata de un cuestionamiento muy común, que refleja el sentir de una población con una la calidad de vida desmejorada tanto en cuerpo, como en mente y espíritu, ya sea por situaciones como el escaso acceso a alimentos saludables, la falta de tiempo de calidad con los seres queridos y la inexistencia de una rutina con actividades al aire libre.

Una vida y el día después de la detección temprana

A esto se suma el impacto del consumo de productos perjudiciales y enfrentar situaciones que afectan la salud humana y el medio ambiente, pero siguen siendo necesarios porque “facilitan la vida”, hasta que la vida se acaba.

“Yo sé que voy a sobrevivir, si Dios quiere, pero este año me ha tocado asistir a cuatro sepelios de gente cercana, todas con menos de 50 años, dos de ellos con cáncer”, confiesa.

La lección más importante para Karla, hasta ahora, no ha sido la necesidad de llevar una dieta con alimentos “limpios” o hacer ejercicios y mantenerse activa, sino cambiar la forma de ver las cosas ante la vida.

“Antes decía: dentro de 20 años voy a hacer un gran viaje, cuando ahorre. Pero ahora pienso que no importa cuánto dinero tenga, con lo que disponga voy a hacer lo que deseo. Solía obsesionarme con el trabajo o con el orden del hogar, ahora le doy prioridad al compartir con mis hijos, pues nunca me pasó por la cabeza que yo no iba a estar para ellos”, comparte.

El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo; en 2015, ocasionó 8.8 millones de defunciones. Casi una de cada seis muertes en el globo se debe a esta enfermedad.

Su detección en una fase avanzada y la falta de diagnóstico y tratamiento son problemas frecuentes. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2017, solo el 26% de los países de ingresos bajos informaron que la sanidad pública contaba con servicios de patología para atender a la población en general.

Más del 90% de los países de ingresos altos ofrecen tratamiento a los enfermos oncológicos, mientras que en los países de ingresos bajos este porcentaje es inferior al 30%.

Casi lista para marcharse del evento, Karla sostiene a Javier muy fuerte de una de sus manos. Él, al mirarla, derrama desde sus ojos la angustia de lo que significa para un niño de 10 años el peso de la enfermedad de la madre que tanto ama.

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