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- 03/05/2025 00:00
A los 19 años, con una maleta cargada de sueños y una carrera técnica en comercio exterior e inglés, este joven colombiano dejó su país con un solo objetivo: explorar el mundo. No sabía aún que su verdadera vocación estaría tras una barra, ya fuera sirviendo cocteles o espressos perfectamente calibrados.
Todo comenzó en 2015, cuando se mudó a Argentina. En sus primeros pasos laborales tuvo un breve acercamiento a la gastronomía, lo que despertó su interés por la coctelería. Fue así como en 2016 decidió formarse profesionalmente como bartender. Empezó con un curso básico y luego avanzó hacia un máster de ocho meses, en el que aprendió hasta botánica aplicada al bar, pasando por vinos, bitters y, en una esquina del temario, una tímida introducción al mundo del barismo.
El máster no solo le ofreció teoría, sino oportunidades reales: su propio centro educativo lo conectaba con eventos, bares y restaurantes que necesitaban personal. “Me fui metiendo poco a poco”, recuerda. Hasta que llegó una de sus primeras grandes experiencias: trabajar en un reconocido bar argentino. La emoción duró varios meses, pero el horario —de 6 de la tarde a 8 de la mañana— empezó a pasarle factura física y emocional.
Entonces se dio un respiro. Se interesó por el coaching empresarial y antológico, exploró nuevas perspectivas y pronto sintió el llamado del café. Empezó de cero, como camarero en un café, y cada vez que veía una máquina espresso libre, se ofrecía a intentar algo. “Yo me le mido, yo me meto”, decía. Cuando logró dominar las primeras figuras del arte latte —el corazón y la hoja—, se lanzó al ruedo: aplicó como barista en un café de especialidad.
“No sabía lo que era un método filtrado”, admite entre risas. Pero su honestidad fue bien recibida: le dieron la oportunidad de aprender. Y aprendió todo. “Tuve un gran maestro”, dice. Paralelamente, mientras fortalecía su perfil de barista, tomaba clases para formarse como docente en la materia. Así se consolidó en ambos mundos: el del café y el de la coctelería.
Sin embargo, su camino no fue lineal. En su infancia nunca imaginó que sería barista o mixólogo. “Los test vocacionales me daban cualquier cosa: médico, periodista, criminólogo... no sabía qué camino seguir”, confiesa. Se presentó incluso a medicina en Bogotá y a la Fuerza Aérea. Luego, buscando una vía que le permitiera viajar, optó por estudiar comercio exterior. Pero su verdadero viaje fue interno.
Después de cinco años en Argentina, sintió que había llegado al techo de su crecimiento profesional allí. “Es un país muy competitivo, 24/7. Ya era hora de un nuevo reto”, cuenta. Quería irse a Europa. Pero antes necesitaba pasar una Navidad en Colombia. La música, la familia, el vallenato... Fue en diciembre de 2019 que regresó, con la idea de partir rumbo a España en marzo. Pero entonces llegó la pandemia.
Lejos de paralizarse, aprovechó el encierro para emprender. Armó un café-bar y también una barra en un hotel cinco estrellas en San José del Guaviare, Colombia. Diseñó cartas, capacitó personal, decoró espacios. Luego creó su propia barra móvil y trabajó en eventos VIP, hasta que la temporada baja lo obligó a buscar nuevos horizontes.
Fue entonces cuando su hermana, radicada en Panamá desde hacía más de una década, le tendió la mano. “Vente, te recibo aquí”, le dijo. Y así lo hizo. Vendió todo en Colombia y comenzó de nuevo. Primero trabajó en un restaurante, luego en un café judío. Después, se conectó con empresas de eventos que requerían bartenders para marcas reconocidas.
Allí resurgió su idea: replicar su barra móvil en Panamá. Montó una, luego otra, hasta que logró rodearse de proveedores, colegas mixólogos y un equipo sólido. Comenzó a sumar el conocimiento empresarial aprendido años atrás y se enfocó en construir algo propio y duradero.
Su propuesta tiene un valor diferencial: combina coctelería y café de especialidad. “No hay muchas empresas con barras móviles de café, con máquinas capuchineras para eventos. Yo quiero hacer fiestas de día, con dj, café, cocteles a base de café... algo bien montado”, dice entusiasmado.
Hoy, después de casi tres años en Panamá, se siente cada vez más consolidado. Aunque la coctelería fue su primer amor, confiesa que el café le apasiona más. Tal vez influenciado por sus raíces: “En Colombia tomamos café desde niños. Mi mamá se puede tomar ocho tintos en un día”.
A sus 30 años, asegura que no ha llegado a su destino final, pero está en el camino correcto. “La mixología es parte de mi carrera, pero no sé si será siempre el foco central. Me interesa aprender, crecer, explorar nuevas artes. Y el barismo, sin duda, me llama con más fuerza”.