El dolor de “ser” mujer

Actualizado
  • 14/02/2010 01:00
Creado
  • 14/02/2010 01:00
C La reina del carnaval gay 2010, Debbie Alexandra Santander, solo ha permitido ser fotografiada y entrevistada en su versión femenina. ...

C La reina del carnaval gay 2010, Debbie Alexandra Santander, solo ha permitido ser fotografiada y entrevistada en su versión femenina. Conoce de sobra sobre la poca tolerancia hacia la homosexualidad en la sociedad panameña y por ello mantiene en estricta reserva su vida privada, aquella que corresponde a su versión masculina.

Con sus 22 años Debbie, una morenaza de ojos verdes grandes y rasgados, sombreados por espesas y largas pestañas postizas, alta y sin asomo de grasa en la cintura gracias a una estricta dieta de piña, galletas de soda y atún, tiene verdadero porte de reina. Con una peluca de cabello natural, negro y largo, y profesionalmente maquillada, tampoco quiso que se fotografiara su proceso de transformación y accedió a conversar con FACETAS ya vestida con un sweater color mostaza, un sencillo y pegado jean, sandalias de tacón alto y rodeada de un grupo de amigos.

Cristina, su mamá en el ambiente – comunidad gay – tampoco quiso que se la identificara por su verdadero nombre, y nos advirtió que revelar la verdadera identidad de Debbie podría acarrearle problemas en la carrera que sigue en la Universidad de Panamá y en su trabajo, ambos vinculados al campo de la salud.

A pesar de lo cosmopolita y moderno que pretende ser Panamá, la homosexualidad aún es un tema que saca roncha, divide familias y confronta a autoridades, instituciones y agrupaciones ciudadanas. Hasta el año 2008 la homosexualidad estaba penalizada y todo acto homosexual era considerado un delito de sodomía cuyas sanciones iban desde multas hasta prisión efectiva de un mes a un año. Contraviniendo esta norma, el carnaval gay se empezó a realizar en Panamá en 1997 y su primera reina fue Kimberly Santander, “abuela” de Debbie.

Organizaciones como la Asociación de Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá (AHMNP), reclaman la ausencia de una legislación que sancione la homofobia y consideran que los gay, lesbianas, bisexuales y trans no cuentan con una protección legal contra actos discriminatorios.

Sin embargo, es evidente que en Panamá la homosexualidad es mal vista socialmente. Sólo un 12 % de los panameños está de acuerdo con que se permita abiertamente esta preferencia sexual y su actitud hacia el tema incluye desde la agresión física directa, la condena, las burlas homofóbicas y las presiones –como la ejercida por la Iglesia Católica para impedir la aprobación de una ley que permite las uniones civiles entre personas del mismo sexo– hasta la indiferencia absoluta.

Y aunque laboralmente no hay ninguna discriminación expresa, y tampoco legalmente, contra los homosexuales en muchos lugares las burlas constantes de compañeros de trabajo que no aceptan a personas diferentes, enrarecen el ambiente y terminan por obligar al afectado a renunciar.

Debbie opina que el panameño tiene una doble moral, porque mientras por un lado critica y rechaza la homosexualidad, por el otro disfruta con el morbo. “Les gritan de todo a los gays pero son los primeros en ir a ver el desfile de carnaval”, comenta la soberana. Para Cristina esto se debe a que vivimos en una sociedad machista que tiene muchos tabúes y uno de ellos es precisamente la homosexualidad.

Debbie se considera hombre, transformista y homosexual. Hombre, porque biológicamente lo es, transformista porque le gusta vestirse, verse y portarse como mujer en ocasiones especiales, y homosexual porque siente atracción sexual, emocional, afectiva y sentimental por personas del mismo sexo. De acuerdo al estudio “Identidad de género en transformistas”, realizado por Nancy Álvarez Rosales de la Universidad de Tarapacá, Chile, la identidad de género en su caso es totalmente ambivalente. En Debbie coexisten dos identidades, en las que los polos masculino / femenino surgen dependiendo del contexto en que se encuentre.

Debbie recuerda que siendo niño se dio cuenta de que le gustaba vestir de mujer y usaba ropa y zapatos de su mamá. A los 14 años empezó a sentir atracción por el mismo sexo pero pensaba que transformarse en mujer era “algo malo y pecaminoso”. Recién a los 19 aceptó que era un transformista y empezó a actuar en su vida privada como mujer y en la profesional como hombre.

El caso de Cristina es algo diferente. A sus 28 años, él / ella se considera transformista y bisexual. Igual que Debbie se viste y actúa como mujer ocasionalmente, pero puede tener una relación tanto con personas del mismo sexo como del otro. Estuvo casado – con una mujer – con quien tuvo un hijo que actualmente tiene 10 años. Cristina asegura que si volviera a nacer y pudiera escoger, escogería “volver a ser hombre y volver a ser gay”.

Pero si la relación con la sociedad es difícil, con la familia es aún más complicado si no hay un entorno abierto y tolerante. La familia de Debbie, por ejemplo, no lo tomó muy bien. “El proceso de aceptar que eres gay es uno y aceptar que eres transformista es otro”, explica. Aunque su mamá no la apoya al cien por ciento, tampoco la rechaza y el hecho de que tenga amigos en el “ambiente” ha hecho las cosas más fáciles para Debbie.

A Debbie le gusta ser mujer, pero eso no quiere decir que lo sea en su diario vivir. Para ella es importante terminar su carrera para dedicarse casi por entero a desarrollar su profesión y disminuir sus actividades como transformista. Tampoco tiene interés alguno en recurrir a cirugías para cambiar de sexo porque se siente muy bien con lo que es.

A pesar de que reconoce que le es más difícil comportarse como chico, sólo una o dos veces al mes se transforma en mujer. Y una de ésas es precisamente el carnaval, donde Debbie vivirá la fantasía no solamente de ser mujer, sino también de ser una reina.

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