Detrás de la tarjeta postal

Actualizado
  • 25/07/2010 02:00
Creado
  • 25/07/2010 02:00
San Blas’, el nombre suena exótico, encantador, lejano. Su evocación despierta en nuestra mente imágenes de un paraíso terrestre aislado...

San Blas’, el nombre suena exótico, encantador, lejano. Su evocación despierta en nuestra mente imágenes de un paraíso terrestre aislado del mundo moderno en el cual, tendido bajo una palmera en una playa de arena blanca, uno puede dejar atrás todo los problemas de la vida cosmopolita en la caricia templada de una brisa tropical. Esta percepción, llena de un romanticismo tan atrayente para el ciudadano atrapado en su mundo de acero y hormigón, es la que vende la industria turística panameña. Si uno abre una guía de viaje o mira las carteles de las agencias turísticas, la Comarca Kuna Yala, conocida también como San Blas, está siempre representada con los mismos clichés.

‘Viajar al archipiélago de San Blas es como volver atrás en el tiempo’ dicen estos mensajes con entusiasmo. Las descripciones de la comarca nunca se alejan mucho las unas de las otras. Evocan un lugar paradisíaco ‘detenido en el tiempo’, en el cual unos nativos sencillos y auténticos viven en armonía con el medio ambiente, como lo hacen desde siglos. Pero uno se pregunta: ¿hasta que punto este retrato idílico constituye una descripción fiel de la realidad? Aunque estas imágenes tienen su base de verdad, la realidad es más compleja. Como toda estrategia de mercado, la promoción de un destino turístico suele embellecer una realidad y alterarla para que satisfaga los deseos de una clientela determinada. Las agencias de turismo le ofrecen al cliente lo que quiere ver.

De hecho existe una dicotomía entre el lugar imaginado y el real, entre lo que percibe el turista a través de una tarjeta postal y lo que puede ver con sus propios ojos. En el caso de San Blas, esta dicotomía existe. Aunque San Blas es ‘intemporal’ en muchos aspectos, no podemos fiarnos completamente de las descripciones de las agencias turísticas panameñas. San Blas es un lugar prístino, aislado y tradicional de una gran belleza, pero afirmar que una estancia en esta comarca es como viajar atrás en el tiempo es una exageración, una percepción que nos es inculcada por la industria de turismo. Tal afirmación constituye una grosera representación de una región que expone una realidad mucho más ambigua. San Blas todavía está muy lejos de ser corrompida por la sociedad moderna, pero la verdad es que el turismo está cambiando el archipiélago poco a poco.

La cultura Kuna no es tan ‘pura’ como antes. Los kunas admiten este hecho. El hecho de que sean una sociedad tradicional no significa que sean atrasados. En efecto, los indios de la comarca prefieren presentar a los turistas la imagen de una población que logra preservar su cultura y respetar el medio ambiente mientras que se incorpora poco a poco al mundo moderno. Aunque esta imagen también puede ser utilizada como estrategia comercial para el turismo, se acerca más a la realidad que la noción de un lugar completamente fuera de la civilización. Visitar San Blas todavía da la impresión de explorar un lugar apartado en el mundo. No obstante, si bien es cierto de que gran parte de la comarca permanece aislada del resto de Panamá, el ‘mito del buen salvaje’ creado por la industria turística panameña tiene sus límites. Los kunas no son los mismos que encontraron los exploradores españoles. Ahora muchos de ellos están convirtiéndose en empresarios y en ‘capitalistas’ con un buen olfato para los negocios.

Muchos de los miembros de la comunidad han conocido el mundo exterior, habiéndose graduado en universidades extranjeras. En ese sentido, decir que Kuna Yala está ‘detenida en el tiempo’ no se ajusta a la realidad. La comarca sigue siendo ‘auténtica’ y fiel a sus costumbres pero está cambiando con el tiempo. La sociedad kuna permanece tradicional pero ciertamente ya no es la sociedad pre capitalista que era antes. El turismo, que ha ganado mucho fuerza en los últimos años, está tomando cada vez más importancia en la economía de la comarca. Los kunas ya están sacando ventaja del gran potencial económico del sector. La venta de molas, por ejemplo, se ha convertido en un verdadero negocio para las mujeres de la comarca. Desde que un turista baja de su embarcación para visitar una isla las mujeres salen sus chozas casi instantáneamente para exponer sus artesanías.

A medida que aumenta el flujo turístico hacia la región, los kunas han ido perfeccionando su manejo del sector como un negocio rentable. Cada nueva ola de turistas les enseña más sobre la hostelería y los negocios. Y la imagen de un kuna que encontré en un hotel, abstraído en la lectura de un libro en un idioma extraño probablemente ilustra este aprendizaje. Al preguntarle sobre lo que estaba leyendo dijo que estaba aprendiendo holandés, idioma que hablaba una buena porción de sus clientes y añadió con una sonrisa que también sabía algo de hebreo. El espíritu emprendedor, reflejado en el esfuerzo de este hombre, se encuentra tan extendido en Kuna Yala que a veces algunos turistas regresan de su viaje a la comarca con la idea de que ‘todo tiene un precio’ en San Blas y que para los kunas ‘turista’ es sinónimo de ‘dinero’. Este punto de vista, aunque exagerado, muestra que San Blas está evolucionando y que ya no es el archipiélago escondido que era treinta años atrás.

Y uno se pregunta si la comarca no está en peligro de perder su cultura. Aunque existen varias leyes y regulaciones para proteger el patrimonio kuna, parece que al menos una parte de esta cultura se encuentra condenada a ser progresivamente engullida con el tiempo.

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