El héroe desaparecido del Holocausto

Actualizado
  • 10/06/2015 02:00
Creado
  • 10/06/2015 02:00
El arquitecto sueco se entregó a su misión de salvar a cuantos judíos húngaros pudiera de los nazis

Este jueves, 11 de junio se inaugurará una exposición en el Museo Interoceánico del Canal en honor a la vida de Raoul Wallenberg, el sueco que salvó la vida a miles de judíos húngaros durante la Segunda Guerra Mundial.

La exhibición documental ‘Para mí no hay otra opción' estará abierta al público de martes a domingo, de 9:00 a.m. a 5:00 p.m., hasta el 12 de julio, a un costo de $2.00 por persona

UN COMETIDO ESPECIAL

En julio de 1944, el arquitecto y comerciante sueco Raoul Wallenberg se encontró en una misión de la embajada de Suecia en Budapest, Hungría, sin experiencia diplomática alguna.

Tenía apenas 33 años y era casi el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando le asignaron la delicada tarea de salvar a cuantos judíos húngaros pudiera de las garras nazis.

Era una situación de urgencia, pues cuando Wallenberg llegó a Hungría, ya solo quedaban 200 mil judíos de los 700 mil que había en el país a principios de 1944.

Su contrincante era el nazi Adolf Eichmann, que había llegado con la ocupación alemana en marzo del mismo año, y a quien se le había encomendado la limpieza racial del país, ‘la solución final del problema judío'.

LA ESTRATEGIA

Con autorización del gobierno sueco, Wallenberg empezó a distribuir certificados o pasaportes de protección para los judíos de Budapest, poco después de su llegada.

Utilizó fondos suecos y de la WRB, el Consejo de Refugiados de Guerra de Estados Unidos, para establecer hospitales, un comedor y más de 30 ‘casas suecas', para judíos con certificados de protección y sus familias.

Durante la estadía de Wallenberg en Budapest, llegó a tener 15 mil personas escondidas en las casas, que él había declarado territorio sueco, con la bandera visible en las fachadas.

Incansable, recorría los trenes cargados de personas y trepaba a los vagones de noche, corriendo por sus techos y entregando pasaportes de protección. Le reclamaba a los nazis que liberaran a los pasajeros, incluso bajándolos de los vagones, entre amenazas y sobornos.

En la Embajada de Suecia, Wallenberg llegó a mantener un equipo de hasta 340 empleados judíos trabajando en la emisión de los pasaportes de protección, y a 700 personas viviendo en la misión. Trabajaba día y noche y dormía ahí mismo.

También acudía a las brutales marchas de la muerte, impulsadas en noviembre de 1944 por Eichmann, en las cuales miles de judíos marchaban hambrientos y con frío los más de 200 kilómetros hasta la frontera austríaca. Los apoyaba, les daba alimentos y muchas veces intervino para que fueran liberados de la marcha, a través de documentos falsificados.

Asimismo, visitaba los dos ghettos judíos, distribuyendo pasaportes de protección, persuadiendo a los guardias y sobornando a oficiales de alto rango.

Gracias a su acción, logró evitar la masacre final de las personas en los ghettos planeada por Eichmann, convenciendo al comandante de las tropas alemanas en Hungría de desistir, o se le consideraría directamente responsable tras la guerra.

Finalmente, arribaron los soviéticos a Budapest en enero de 1945 y encontraron vivos a 97 mil judíos en los ghettos. En total, 120 mil judíos húngaros sobrevivieron al exterminio.

Según un colega diplomático, Per Anger, las decididas acciones de Wallenberg contribuyeron a salvar a aproximadamente 100 mil judíos.

DESAPARICIÓN

Wallenberg fue visto por última vez en compañía de oficiales soviéticos a mediados de enero de 1945. Según se dice, murió en una prisión soviética en 1947; sin embargo, la fecha exacta y las circunstancias de su muerte aún son desconocidas.

LEGADO

Raoul Wallenberg lo arriesgó todo por su trabajo humanitario, permaneciendo en Budapest en plena guerra.

Los nazis lo buscaban para matarlo y tenía que esconderse. En varias ocasiones, sus colegas le imploraron que regresara a Suecia, pero su respuesta fue simplemente: ‘No tengo otra opción. He aceptado esta tarea y nunca podría regresar a Estocolmo sin el conocimiento de que he hecho todo lo humanamente posible para salvar a la mayor cantidad de judíos'.

La labor de Wallenberg lo transforma en uno de los héroes más destacados de la Segunda Guerra Mundial y un orgullo para Suecia.

Hoy en día es un símbolo de cómo la tolerancia, el coraje, ingenio e imaginación pueden contribuir a superar situaciones imposibles y que una sola persona puede hacer una gran diferencia en la defensa de los derechos humanos.

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