El Papa sin zapatos rojos

Actualizado
  • 27/09/2015 02:00
Creado
  • 27/09/2015 02:00
Su humildad, sencillez y desapego al protocolo han lanzado a Francisco al estatus de súper estrella. Un papado que exuda popularidad

No lleva zapatos rojos, como ha sido la tradición para el Sumo Pontífice desde los tiempos de la Edad Media -el color hace alusión a la sangre vertida por los mártires durante más de dos mil años de cristianismo-. No viaja en limusina, como los otros jefes de estado. Durante su pasada visita a Washington, ciudad de limusinas y de otros vehículos enormes, saludó desde un modesto Fiat compacto. A las multitudes que se reúnen para escuchar sus homilías no les ofrece rezar por la salvación de sus almas, más bien les pide que recen por él.

Francisco es un Papa fuera de protocolo. Así se lo hizo saber al mundo durante las primeras horas de su pontificado. De acuerdo con la BBC , mientras miles de personas veían salir el humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina, el maestro de ceremonias del Vaticano le ofreció al nuevo Papa la tradicional capa roja ribeteada con armiño, la cual usaba felizmente su predecesor, Benedicto XVI, para las ocasiones ceremoniales. Pero Francisco se negó.

–No gracias, monseñor. Se acabaron los tiempos del carnaval–, dijo Jorge Mario Bergoglio.

La frase revelaba a un Papa decidido a romper con tradiciones monolíticas, a tomar distancia con respecto a la parafernalia del pasado.

Otro episodio representativo del nuevo estilo papal tuvo lugar cuando Francisco tomó posesión de su departamento en el Palacio Apostólico. Mientras los funcionarios del Vaticano realizaban reverencias y uno de los arzobispos buscaba un interruptor de la luz, Bergoglio permanecía inmóvil en una esquina, examinando las dimensiones de su nuevo hogar.

–Aquí caben 300 personas. No necesito todo este espacio–cuentan que dijo.

CARISMA POPULAR

Han sido precisamente esta sencillez y modestia las que han convertido al Papa Francisco en una especie de rock star global. Su influencia incluso se ha dejado sentir en el proceso de reconciliación entre dos viejos adversarios, como lo son Estados Unidos y Cuba.

Durante los últimos cinco días el Papa ha visitado La Habana y Washington, las capitales de dos países que han estado distanciados por más de medio siglo. Miles de personas salieron a recibirlo tanto en la Plaza de la Revolución como en el Madison Square Garden, de Nueva York. La popularidad del primer Papa jesuita y latino se ha impuesto sobre las ideologías, incluso sobre los credos.

‘Muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica y otros no son creyentes, pero respetando las conciencias de cada uno, les doy mi bendición (...) ¡Qué Dios los bendiga!', dijo frente a 600 periodistas durante su primera rueda.

Su marcado interés en temas sociales ha hecho que algunos críticos lo tilden de comunista o ‘antipapa'. Frente a los cuestionamientos Francisco despliega su intelecto y humanidad. ‘Estoy seguro de que no he dicho una cosa más que no hubiera estado en la doctrina social de la Iglesia', señaló a los periodistas que lo acompañaban durante el vuelo que lo llevó de Cuba a Washington.

–En el otro vuelo una colega me dijo que yo le había tendido la mano a los movimientos populares y me preguntó: '¿pero la Iglesia lo va a seguir? Yo le dije 'soy yo el que sigo a la Iglesia'. Y en esto me parece que no me equivoco– sentenció.

Lo cierto es que su estilo informal y su sensibilidad ha calado hondo entre los creyentes y los escépticos, que salen en masa a recibirlo, curiosos ante la figura de este Papa sin zapatos rojos.

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