El arte como revolución

Actualizado
  • 04/06/2016 02:00
Creado
  • 04/06/2016 02:00
Más que brindarnos emociones , nos ayuda a comprender la dirección hacia la que se está moviendo la humanidad

La concepción de la experiencia estética de Martin Heidegger es con seguridad una de las más audaces y fascinantes de la historia de la filosofía.

Para el filósofo alemán dicha experiencia no representa únicamente una relación entre un sujeto y un objeto cuyo resultado produce emociones -a veces muy intensas- que nos hacen sentir más vivos.

Esta visión de la experiencia estética tiene sus raíces en la concepción moderna y post-cartesiana que divide al mundo en sujetos y objetos.

De acuerdo a ella, para experimentar a un objeto -aquello que nos es ‘externo'- el sujeto debe abandonar la esfera inmanente de su propia subjetividad con la meta de encontrar el objeto, para finalmente retornar al plano subjetivo cargado de los frutos de su reciente encuentro.

Sin embargo esta idea parece sumir a todas las experiencias estéticas en un mismo plano indistintamente del periodo histórico en el que se encuentren, algo a lo que Heidegger se opone.

En cambio el filósofo alemán sugiere que dicha noción se trata una tendencia particular de nuestra época contemporánea, así como lo son el dominio de la ciencia, la creciente influencia de la tecnología, la discusión en torno al concepto de cultura y lo que Friedrich Nietzsche llamaba ‘la muerte de Dios', que es la desaparición lenta y paulatina de la influencia de las religiones en nuestra vida cotidiana.

Tras esta revelación Heidegger indica que esta noción sirve para reforzar el ‘subjetivismo', el cual es la base conceptual de nuestra ‘concepción mundo'.

Dicha concepción nos dice que por un lado tenemos el reino de la naturaleza -o de los objetos- carentes de sentido y significado, y por otro están los sujetos aislados cuya misión es dominar epistemologicamente y normativamente al reino de los objetos, en el cual también pueden caer los ‘otros sujetos' necesitados de nombres y sentido.

Podemos decir que está fue la tarea que los antiguos imperios europeos sentían que era su deber con respecto a la periferia, y por ende, con respecto a los sujetos humanos que la habitaban.

Dejando de lado esta relación sujeto-objeto, Heidegger sugiere que el arte más que brindarnos emociones intensas, nos ayuda a comprender la dirección hacia la que se está moviendo la humanidad, es decir, funciona como una brújula, nos orienta, nos revela aquello que aún es tácito, así como lo que debe conservarse. Funciona como un modelo de la realidad que puede ser o está por venir.

En palabras del propio Heidegger, ‘el arte es el devenir y acontecer de la verdad'. Quizás la próxima vez que vayamos al cine, veamos una obra teatral o escuchemos una melodía, estemos ante una ventana que abre nuevas posibilidades de re-interpretar el status quo.

No obstante, sería importante darle apoyo y sostén a todas las formas artísticas nacionales, que la interpretación no ocurra desde afuera, sino desde adentro.

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