Crónica de un genocidio anunciado

Actualizado
  • 20/11/2016 01:00
Creado
  • 20/11/2016 01:00
1. Simplifiquemos en un enemigo único: ‘Todos los inmigrantes son unos prepotentes'.

1. Simplifiquemos en un enemigo único: ‘Todos los inmigrantes son unos prepotentes'.

2. Reunamos a diversos adversarios en una sola categoría: ‘Los colombianos son sicarios. Los españoles asesinos. Los venecos maleducados'.

3. Transpongamos. Respondamos ataque con ataque. ‘Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan'.

4. Exageremos y desfiguremos. Amplifiquemos a través de las redes cualquier anécdota estúpida, por pequeña que sea, en algo grave. Hagamos tema del momento a un grosero gritando en un restaurante.

5. Vulgaricemos. ‘Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar'.

6. Orquestemos. ‘Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad'. Logremos que la gente se crea las cosas sin dudas: ‘En Panamá ya no cabe más gente'

7. Renovemos. Emitamos constantemente informaciones nuevas sobre el tema que queramos inculcar a un ritmo tal que cuando el aludido responda, el público esté ya interesado en otra pseudonoticia. Con las redes sociales ahora eso es muy sencillo.

8. Construyamos verosimilitud. No importa que sea verdad, sino que la mentira esté bien contada.

9. Silenciemos. Hay que acallar cualquier noticia o información que beneficie a la postura contraria.

10. Transfundamos. Usemos la creencia popular, construyamos mentiras sobre las mentiras y los mitos previos. Utilicemos los miedos más primitivos al otro, al diferente.

11. Logremos unanimidad. Hay que convencer a todos de que ‘todo el mundo' piensa igual, el miedo humano a ser diferente juega a nuestro favor.

No me he inventado ni una sola palabra. Estos principios los escribió Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, mientras su jefecito querido, Adolfo, bramaba: ‘Qué mejor suerte que gobernar a hombres que no piensan' y "La capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta esos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concentrarse en muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas'.

Mi columna de hoy ha sido muy fácil de escribir porque el ser humano es estúpido. Todo está dicho, todo está ya hecho. Hace unos años ya masacraron a los diferentes, a los que no eran ‘arios'.

No se engañen, el desastre empezó de una forma muy sutil: noticias insidiosas, una crisis económica, una cabeza de turco (bueno, en este caso de judío) bien aderezada y lista para el sacrificio. Luego llegaron las quemas de libros no afectos al régimen, el control de las emisoras de radio y de los periódicos. La persecución de todo aquello que no encajase en el ideal ario. La noche de los cristales rotos…

Lo que está pasando en Panamá no es gracioso, tíldenme de exagerada, pero miren a su alrededor. La marcha convocada para hoy es el menor de los males, lo peor es el boca a boca, el ‘hay excepciones pero…' El escuchar a un abogado decir que lo que hay que hacer cuando se sepa de algún extranjero que infrinja la ley, es que una turba lo apalee mientras la policía mira para otro lado.

Hay alguien manipulando los hilos. Manipulando a la plebe, usándolos a todos como títeres y haciendo que piensen que lo de la xenofobia es una idea suya. Despiértense, panameños, cuando el primer asesinato ocurra, cuando la sangre tiña las calles, quizás entonces ya sea muy tarde. Yo ya lo dije.

COLUMNISTA

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