La crisis europea del Barça

Actualizado
  • 09/05/2019 02:03
Creado
  • 09/05/2019 02:03
Por dos temporadas consecutivas, el Fútbol Club Barcelona llega al partido de vuelta de semifinales de la Champions con una ventaja de tres goles. Y por segunda vez, de manera consecutiva, el equipo de Valverde desperdicia la ventaja y queda eliminado. ¿Cuánto se puede aprender de una derrota tan desastrosa?

P arece irónico hablar de crisis cuando te refieres a un club que es bicampeón vigente de la Liga española, y posible repetidor de un preciado doblete local de liga y copa. Pero basta recordar las manos crispadas de los hinchas culés; sus ojos llenos de incredulidad y lágrimas de impotencia y rabia, para saber que estamos frente a un momento crítico que exige respuestas y soluciones.

Anfield fue un infierno para el Barça, como ya lo había sido Roma la pasada temporada. Un Barcelona excesivamente moderado, por momentos apagado, casi siempre impreciso o distraído, fue apabullado por un rival que parecía una ráfaga vestida de rojo. No hay nada deshonroso en ser eliminado por el Liverpool. Lo deshonroso es el modo en que se perdió, la fractura del espíritu azulgrana, la tibieza y palidez justo en el momento en que se necesita fragor y astucia; entrega indesmayable y talento lúcido.

Cuando el problema es colectivo, todas las miradas convergen en el entrenador, en el cerebro estratégico del equipo. Y me atrevo a pensar que no están tan lejos de la verdad. Hay algo en Valverde (ya lo he dicho antes) que recuerda a un funcionario público. Alguien que cumple con lo justo, sin dejar de lado ciertas dosis de aburrimiento; muy capaz de vencer en los largos recorridos de la liga, sin mayores transformaciones ni sobresaltos. Pero alguien incapaz de replantear su visión, su lenguaje futbolístico, en las grandes citas, cuando los reajustes se exigen y las variaciones se necesitan más que oxígeno. El Barça ganó 3-0 en la ida, sin superar el juego de su rival (excepto en el marcador, claro). Y planteó una vuelta poco ambiciosa, sin claridad estratégica, con una pasividad apoyada en la providencia (es decir, en Messi). Fue como si el Barça no hubiera salido a la cancha. Ni se inmutó con el alucinante fragor que Anfield sabe producir. No se concentró, ni supo compensar con intensidad competitiva la falta de buen juicio futbolístico asociado.

¿Será que se ha sacrificado la búsqueda de un lenguaje colectivo por la dependencia del jugador más talentoso del planeta? ¿Será el momento de recuperar una esencia, un estilo que se ha visto replegado en los años más recientes? Nadie, ni siquiera el genio de Messi, juega solo. La incapacidad del Barcelona de funcionar como un colectivo, resultó vergonzosa en la larga noche de Anfield. La facilidad con que perdían la pelota (una vez más, las distracciones, las imprecisiones, la torpe desgana) y las enormes dificultad es a la hora de recuperarla, eran todo un muestrario de impotencia colectiva. Quizás el símbolo mayor de esta incongruencia se dio en el cuarto y definitivo gol del Liverpool. Justo cuando el equipo se asomaba al abismo, en el momento en que era fundamental que todos se mantuvieran firmes y muy concentrados, justo entonces llegó el fatídico corner. De pronto el equipo se desconectó por completo. Todos parecieron pensar en otra cosa, como si estuvieran jugando un partido de primaria en el recreo, en medio del patio del colegio. Todos miraron hacia otro lado y en medio de semejante desconcierto colectivo, cayó el gol de la debacle. Fue el símbolo terrible de una derrota brutal que exige reflexionar y resolver. Se está acercando el fin de un ciclo. El mandato de la actual junta directiva finaliza en 2021, mismo año en el que se termina también el contrato de Messi. No creo que la solución esté en dos o tres compras. Hay ciertos excesos de edad, de confianza, de individualismo. El Barça no supo jugar ni con la pelota ni sin ella. No tuvo control y fue derrotado en la esencial lucha por ganar los espacios. Ojo, no pretendo restarle méritos al Liverpool, un equipo que merece toda nuestra admiración y respeto, y que según las acertadas palabras de su técnico Klopp, es ‘una mezcla de corazón y habilidad'.

Si todavía estás leyendo este texto y esperas una respuesta concreta e inefable para superar la crisis europea del Barcelona, lamento decepcionarte. Sólo te dejo una intuición, una idea elástica y flotante: el colectivo da poder, y el fútbol es, en esencia, colectivo.

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