La sombrilla de la FIFA

Actualizado
  • 22/05/2019 02:00
Creado
  • 22/05/2019 02:00
Henrikh Mkhitaryan, elemento del Arsenal de Inglaterra, no podrá jugar la final de la Europa League debido a las diferencias entre los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán

Cuando la política interfiere con el deporte no podemos esperar muchas cosas agradables. Claro que en la historia ha habido sus excepciones y estoy consciente de algunos beneficios que ha traído la combinación de ambas palabras. Lamentablemente no es el caso del tema de hoy.

Hay ocasiones en las que además de la política, los factores ajenos al mismo entorpecen, interrumpen o rompen la esencia del juego. Se termina por hablar de lo que rodeó al espectáculo que del hecho propio, contexto que termina por contaminar la finalidad del ambiente.

En estos momentos ya todos lo sabrán, y es que Henrikh Mkhitaryan, elemento del Arsenal de Inglaterra, no podrá jugar la final de la Europa League debido a las diferencias entre los gobiernos de Armenia (país donde nació) y Azerbaiyán (nación en la que se llevará a cabo el encuentro).

No explicaré los detalles de los desacuerdos entre los países mencionados por dos motivos: el primero, tengo muy presente que para hablar de cualquier tema hay que estar plenamente capacitado, y de frente les comparto que si lo intento sería insensato; y el segundo es porque para informarnos de ello, tal vez podríamos hacerlo con noticias, reportajes o artículos. No en una columna.

De lo que sí puedo hablar es de esto, la situación no es para menospreciarse. La tensión política que recubre el momento de Mkhitaryan es ajeno a su desempeño como futbolista y por motivos que no dependen de él tendrá que ausentarse de un evento inigualable. Pocas veces en la vida se presentan esas oportunidades y él tendrá que forzar la vista para observarlo desde un lugar donde sí le permitan la entrada.

El objetivo de la UEFA de llevar el fútbol élite a distintas sedes del viejo continente lo puedo aceptar, pero de eso a que se condicionen las circunstancias y/o los participantes en una justa de tal magnitud, me parece que la frontera con lo intolerable llegó a su cúspide.

Un asunto que también se le escapó a la FIFA, pues insisten en volver más complejo el juego, y lo digo porque son los dos organismos que apuntan hacia dónde irá el cotejo que encumbre el esfuerzo de todo un año. Pensaron que jugar con agua sería como tener hielos en la mano.

Entiendo que es imposible saber a inicios de la temporada los planteles que disputarán el duelo final, pero en éste caso la zona donde se efectuará es un territorio que tiene problemas desde hace décadas, por lo que ni la lógica ni el deseo de expandir el mercado futbolístico alcanzan para justificar una decisión tan absurda. Aunque el dinero, para ellos, tal vez sí.

El fútbol seguirá su crecimiento, los jugadores vendrán de rincones más lejanos y eso que antes veíamos como peculiaridad será visto como normalidad, por lo tanto, si se desea hacer de éste deporte una práctica globalizada, en toda la extensión de la palabra, hay que iniciar la búsqueda de soluciones a estos temas.

¿Alguien en su sano juicio querría perderse un partido como ese? Por ahora será un futbolista el que sobrelleve los efectos negativos pero, como ya se dijo, no se puede tropezar con la misma piedra. Sin embargo, por más demandante que pueda sonar éste escrito, la realidad se aprecia –generalmente– sin gafas de sol y bajo la sombrilla de la FIFA.

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