Así es cuando la sangre llama

Actualizado
  • 15/07/2015 02:00
Creado
  • 15/07/2015 02:00
‘Aquí estamos. Gracias por todo'. Un estrechón de manos y la amplia sonrisa de padre e hijo, por fin juntos... una escena inolvidable

El señor, de unos 60 años de edad, estaba perdido. Sabía dónde estaba, pero no sabía hacia dónde ir.

Miguel Beridián se trepó en el avión desde Buenos Aires, Argentina, con la ilusión y la esperanza de ver a su hijo, Martín, competir en la prueba de triatlón de los XVII Juegos Panamericanos en Toronto, Canadá.

Su arribo al país, apenas un día antes de la competencia, le impuso a don Manuel un reto natural en cualquier padre: encontrar y abrazar a Martín.

Sin embargo, el día de la competencia, domingo 12 de julio, desde las nueve de la mañana (hora de Toronto), le significó un reto aún mayor, pues no tenía entrada para ver la prueba de triatlón en el Ontario Place West, un área del Lake Shore Boulevard, a 20 minutos del área de prensa oficial de los juegos.

Así conocí a don Miguel. Ciertamente azarado por no hablar inglés, la lengua de más uso en esta justa continental, quería cumplir el objetivo trazado desde que abordó el avión desde su natal Argentina.

‘Mi hijo está aquí, vine a verlo, pero la verdad, no sé cómo llegar a donde compite, no sé como entrar, porque aquí nadie me entiende', señaló con rostro angustiado y notable aflicción en su voz.

Joel Silva Díaz comprendió de inmediato la situación. Joel es panameño, y está en Toronto realizando el trabajo de producción, filmación y recopilación de vídeos para las cápsulas ‘Orgullo Olímpico', campaña que lleva adelante el Comité Olímpico de Panamá, cuyo objetivo es realzar la entrega y el valor con que compiten y se preparan nuestros atletas, para representar al país en competencias internacionales.

‘Puedo ayudarle, yo hablo inglés' le indicó Joel. De inmediato, la luz volvió al rostro de Miguel. Al llegar a uno de los lugares de acceso, la comunicación fluyó… y el problema se resolvió.

‘La entrada para ver la competencia es por el lugar que está justo donde debe comprar los boletos', le indicó el compatriota.

Una amplia sonrisa con el rostro iluminado nos daba las gracias, y la recompensa de ser reconocidos como hijos de Panamá. Porque a don Miguel, de paso, le gusta el boxeo. Y un saludo a Roberto Durán, el mayor orgullo pugilístico de los panameños, tampoco faltó.

‘Ese es el mejor boxeador que ha visto en mi vida, qué grande ese púgil', exclamó un ahora emocionado Miguel Berdirián, quien vino a Toronto con el claro objetivo de acompañar a su hijo en la prueba de Triatlón, una de las competencias más exigentes del deporte mundial en estos momentos.

Su hijo, Martín, tendría que nadar 2.5 kilómetros, luego recorrer 40 kilómetros en bicicleta y cerrar con una carrera de 10 kilómetros, antes de poder estar cerca de su progenitor.

La prueba comenzó… y al llegar a la etapa de bicicleta, finalmente don Miguel pudo ver a su hijo.

‘Dale pequeño, que aquí estoy… aquí estoy…', alentaba agitando con fuerza los brazos y con un grito que atravesó la multitud que colmó una de las dos graderías para ver la etapa final de triatlón panamericano.

En ese momento, Martín levantó la mirada… al escuchar los emocionados gritos de su padre… hizo un saludo con la mano derecha y sonrió; entonces, el andar sobre la bicicleta se volvió más intenso, motivado por un aliento muy especial y gratificante.

La prueba terminó. Martín no ganó medallas, pero concluyó la extenuante competencia dentro de los diez mejores, una meta competitiva que obtuvo, gracias a una preparación exigente.

Y el momento esperado por don Miguel, finalmente llegó. Se encontró con su hijo Martín, aún transpirando copiosamente, tras casi dos horas de dura competencia. Fue una escena donde se fundieron la alegría y la emoción.

‘Aquí estamos. Gracias por todo'. Un estrechón de manos y la amplia sonrisa de padre e hijo, por fin juntos... una escena inolvidable.

Para nosotros, esa fue la medalla del deber cumplido, una que no es de metal, sino de honor y sentimiento, que nos llevaremos a Panamá, Dios primero, siendo un testigo privilegiado de la magia que se produce, cuando la sangre llama...

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‘Ese es el mejor boxeador que ha visto en mi vida, qué grande ese púgil

MIGUEL BERDIRIÁN,

PADRE DE ATLETA.

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