El establecimiento y la locura misilística

Actualizado
  • 03/02/2019 01:00
Creado
  • 03/02/2019 01:00
Por los años 80 tanto EU como la URSS habían logrado establecer un equilibrio entre los tres tipos de misiles portadores de armas nucleares conocidos

El lector desprevenido podría no saber a qué se refieren Trump y los pentagonistas cuando expresan su voluntad de abandonar los tratados INF y fundamentan su decisión en la acusación de que Rusia no cumple esos tratados Se preguntará usted. ¿Que son los INF?

Resulta que por los años 80 tanto EU como la URSS habían logrado establecer un equilibrio entre los tres tipos de misiles portadores de armas nucleares conocidos: los de muy largo alcance, los de mediano alcance y los de corto alcance. Los Estados Unidos y la Rusia de hoy son conocedores de que las armas de largo alcance son expresivas de la teoría de destrucción mutuamente asegurada y por la tanto asentaron sus negociaciones en el hecho reconocible de que nadie desea empezar una agresión si sabe que perderá al mismo tiempo. Frases como aquella de ‘muera Sansón y con él los filisteos' se dejan para la mitología bíblica; pero nadie quiere asegurarse su propia destrucción.

No obstante, a pesar del convencimiento del carácter apocalíptico de los misiles de largo alcance este concepto no se extendía a los misiles de corto y mediano alcance que algunos pentagonistas pretendía usar sistemáticamente para las guerras locales. Todo lo contrario, estos son los que podrían desatar una guerra diseminada porque al usar un arma nuclear de poco alcance contra tropas enemigas situadas enfrente se corre el peligro de que el atacado responda con un arma de alcance mayor que tuviera guardada. Jrushchov lo explicó gráficamente según su estilo: ‘Nadie que entabla una pelea callejera se declara vencido si a sus espaldas todavía tiene un gran palo que pueda utilizar'.

Los Tratados INF, cuya abreviatura significa ‘Intermediate range nuclear forces' son una pieza fundamental que permitió que este mundo, en convulsión permanente, no llegara de repente a una crisis terminal por imprudencia de las potencias que recurren a un arma guardada en reserva. Tienen razón quienes piensan que las grandes guerras comienzan con guerras chicas que se descontrolan. El tratado INF piensa en lo chico para impedir lo grande.

Lógicamente los círculos belicistas estadounidenses siempre sintieron que podían guerrear con misiles cortos por todo el mundo, porque la lejanía de su país los ponía al margen de cualquier represalia, por eso adoraban a los misiles de corto y mediano alcance. Ahora su tesis de reforzar el carácter de patio trasero de Latinoamérica les permite soñar en someter al continente y al mundo mediante misiles de corto alcance; ya la OTAN está a las puertas occidentales de Rusia y por tanto hay quienes piensan en esos misiles y por ello su interés en legalizarlos. Son unos dementes, pensamos nosotros.

A Reagan y Gorbachov les cupo la tarea de firmar el tratado INF en diciembre de 1987. Ello no eliminaba las guerras chicas, pero dolorosas, como lo atestiguan la invasión de Panamá, las guerras de los Balcanes y la ordalía sin fin en el centro de Asia y en el Próximo Oriente, pero aseguraba al planeta una sobrevivencia contra un holocausto final.

De esta forma el Tratado establece en su artículo 4: ‘Cada parte deberá eliminar todos sus misiles de alcance intermedio y los lanzadores de estos misiles, y todas las instalaciones y equipos auxiliares de las categorías mencionadas en el Memorándum del Acuerdo, relacionadas con tales misiles y lanzadores; y en su artículo 5: ‘Cada Parte eliminará todos sus misiles de alcance corto y los lanzadores de dichos misiles, y todos los equipos auxiliares... etc.

Nos preguntamos ahora: ¿Será que quieren usar estos misiles de corto alcance para intimidarnos en Latinoamérica, sintiéndose seguros de hacer estragos en estas tierras? ¿Será que situados en la cercanía de Rusia piensen en una guerrita nuclear fronteriza? La demencia se apodera de Washington y no nos queda más que solidarizarnos con su pueblo trabajador, intelectuales y científicos que ya están hartos de trabajar para Wall Street.

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