Gaddafi tomó como ídolos al Che Guevara y Gamal Abdel Nasser

Actualizado
  • 23/02/2011 01:00
Creado
  • 23/02/2011 01:00
Calificar a Muammar el Gaddafi de dictador excéntrico sería empequeñecer al personaje. Primero, porque no solo cumple hasta el último pr...

Calificar a Muammar el Gaddafi de dictador excéntrico sería empequeñecer al personaje. Primero, porque no solo cumple hasta el último precepto del manual del buen tirano (41 años en el poder, conversión de Libia en una finca familiar, pretensiones dinásticas, culto a la personalidad, represión minuciosa de la disidencia), sino que aporta un toque exquisitamente cínico al oficio: acusa a los libios de todos los males del país, ya que, dice, en 1977 él les entregó el poder absoluto a través de la jamahiriya, un sistema político de su invención traducible como república de las masas; si las cosas no funcionan, es culpa de ellos, según un análisis de El País.

Segundo, porque Gaddafi es más que excéntrico. Hace cosas como viajar con su famosa falange de amazonas y con sus camellos, o lucir un vestuario singularmente exclusivo, pero además carece de límites cuando intenta expresar un punto de vista o desea permitirse un capricho: es capaz de irrumpir en una reunión de la Liga Árabe y ponerse a orinar en la sala, o de comparecer en un acto oficial maquillado y con zapatos de tacón.

Gaddafi es también un dirigente astuto y pragmático que supo abandonar a tiempo el papel de azote de Occidente y máximo financiador del terrorismo mundial para convertirse en un estadista elogiado en Washington y las capitales europeas. Muammar el Gaddafi nació el 7 de junio de 1942 en un campamento beduino cercano al puerto libio de Sirte. Entonces, el país se llamaba aún Noráfrica Italiana. La guerra, cuyo fin supuso la caída del imperio de Mussolini, dejó tras sí un territorio desértico y arruinado, plagado de minas, del que nadie quería hacerse responsable. El niño Gaddafi fue un beduino despreciado por sus compañeros de clase. El joven Gaddafi, militar de academia, absorbió el sentimiento que más unía a la sociedad libia, un anticolonialismo furioso, y tomó como ídolos al Che Guevara y al presidente egipcio Gamal Abdel Nasser.

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