Perón sintió un ‘abandono total’ exiliado en Panamá

Actualizado
  • 15/09/2010 02:00
Creado
  • 15/09/2010 02:00
abemos que Juan Domingo e Isabel Perón se conocieron en Panamá durante el exilio del primero y el trabajo de la segunda. ¿Cómo encaró el...

abemos que Juan Domingo e Isabel Perón se conocieron en Panamá durante el exilio del primero y el trabajo de la segunda. ¿Cómo encaró el exilio? ¿Cómo conoció a Isabel?

De acuerdo con datos suministrados desde un reportaje publicado por el diario La Nación, de Argentina (2004), Perón pasó un ‘tiempo muy duro’ al inicio en Panamá (Colón). En el artículo, dos ex colaboradores de Perón, durante los últimos días de su segundo gobierno y en el exilio, recuerdan hábitos y anécdotas poco conocidas del general. Ramón Landajo, uno de esos ex colaboradores, narró que, tras una breve estadía en el Paraguay, Perón se dirigió a Panamá. Allí estuvo residiendo en el Hotel Washington (propiedad del Gobierno de los EEUU, en la zona del Canal), de donde sería expulsado, y también en una modesta casita en Colón, donde el alcalde José Dominador Bazán lo declaró huésped oficial y ciudadano ilustre. ‘Su única compañía éramos su fiel chofer Isaac Gilaberte y yo’, evocó, agregando que se sumó a la mínima comitiva (que integraba además a la cocinera Flora). Describe Landajo que ‘el lugar era muy sencillo y humilde, teníamos unos pocos muebles alquilados. A Perón me lo encontré en plena depresión. Sentía un abandono total. No aparecía nadie por allí. Además, el general tenía por entonces muy presente la suerte de Getulio Vargas, el mandatario brasileño que se había quitado la vida apenas un año antes. Perón constantemente recordaba su decisión e incluso en una oportunidad me contó que, antes de morir, Vargas lo telefoneó para despedirse. ‘He tomado una decisión’, le sugirió sombríamente. ‘No, véngase para la Argentina’, le imploró Perón en vano’.

En otro artículo se explora el encuentro entre Isabel y Juan Perón. Se reproducen pasajes del libro Isabel Perón, de la autora María Sáenz Quesada, quien rememoró: ‘En 1953 trabajó por primera vez como bailarina en la compañía de danzas españolas y folclóricas de Jesús Redondo. Sólo entonces adoptó el nombre de Isabel Martínez (…). Luego de realizar trabajos menores, su extraordinario destino empezó a perfilarse cuando fue contratada para integrar el coro de ‘bailadoras’ del ballet del empresario español Faustino García que emprendía una gira por Latinoamérica. (…) Viajó luego como parte de un grupo contratado para bailar en el ballet español de Gustavo de Córdoba y Amalia Isaura, en Chile, Perú y Ecuador. Finalmente Isabel llegó a Medellín, Colombia, donde el grupo se disolvió. Sin recursos, desprotegida, aceptó la oferta de Joe Herald, un bailarín cubano radicado en Caracas, para incorporarse a su conjunto. Según el historiador Joseph A. Page, el elenco pasó directamente de Medellín a Panamá a fines de 1955’.

¿Cuándo y cómo se conocieron Perón e Isabel? Hay varias versiones. Una dice que fue el ex embajador argentino en Panamá, Carlos Pascali, el responsable de la presentación. Se la llevó al departamento. Ella, una mujer culta que había estudiado música, danza y francés, se ofreció para hacerle de secretaria, afirma el historiador Fermín Chávez. Su primer trabajo fue pasarle a máquina el libro La fuerza es el derecho de las bestias, escrito en Colón. De acuerdo con una segunda versión, fue Isabel la que, audazmente, se presentó en el departamento al que se había mudado Perón, en el edificio Lincoln, en la ciudad de Panamá, cuando se marchó del Washington (Colón). Según un panameño que habría formado parte de la custodia del ex presidente, ella actuaba en una función teatral a la que el General había asistido. Le tocan el timbre, el asistente observa por la mirilla, es Isabel Martínez. No le contestan. Y a cada hora o dos, miraba y ella seguía ahí, sentada en su propia valija como diciendo ‘yo de acá no me voy’. Perón, a la hora de la cena —como hombre de hábitos organizados cenaba temprano—, le dice: ‘Ábrale la puerta, en la casa de un criollo no se le niega un plato de sopa a nadie’. Le franquean la puerta, comen y ella recoge los platos y asume por su propia cuenta ese rol de ayudante de personal de servicio. Le pide a Perón un trabajo y le asignan una habitación que estaba ubicada arriba. Otra versión supone que Isabel y Perón ya se habían conocido cuando ella bailó danzas nativas delante de él como parte de un grupo artístico juvenil. Satisfecho con el espectáculo, le regaló una medalla a cada uno de los participantes. Con su medalla en la mano, la joven se le habría presentado en Panamá’.

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