‘Es muy complicado aceptarlo sin sentir culpa’

Actualizado
  • 04/03/2012 01:00
Creado
  • 04/03/2012 01:00
Cuando Marina tenía 23 años fue abusada sexualmente por segunda vez: un hombre importante, honorable candidato a diputado, la condujo a ...

Cuando Marina tenía 23 años fue abusada sexualmente por segunda vez: un hombre importante, honorable candidato a diputado, la condujo a su casa con la excusa de entregarle unos productos de belleza para su negocio. Ella aceptó. ‘No sospeché sus negras intenciones porque era un asunto de trabajo’. Al llegar, él le mostró la casa, ella estaba preocupada por la soledad y la lejanía del lugar, tratando de concentrarse y mantenerse tranquila. De niña había sido abusada por un tío y, cuando eso sucede: ‘lo último que imaginas es que vuelva a ocurrir, es una herida que entierras en tu pasado, tratando de sanar, sin imaginar que el lobo sigue allí acechándote’, narra Marina. El honorable se acercó, ella se alejó, él la agarró por atrás y ella libró una batalla para zafarse, hasta que no pudo con la fuerza masculina. ‘Y mientras me violaba lo escuchaba diciéndome que yo había aceptado ir a su casa. Como si fuera mi culpa’. Finalmente, la amenazó diciéndole que si lo delataba le iría mal: ‘intentó tr ansar mi cuerpo con su placer, y dejar el episodio como algo natural’. Al regresar a Ciudad de Panamá Marina renunció a su trabajo. Nunca pensó en denunciarlo ni armar escándalo, ‘tenía miedo que me condenaran a mí y no a él. Por eso callé’. Fue tan fuerte esta experiencia que solo hasta después de muchos años y largas sesiones de terapia me atreví a pronunciar su nombre.

Marina quedó embarazada. No quería tener el hijo y no contaba con dinero. Un médico se ofreció a ayudarla sin cobrar mucho por hacer la interrupción del embarazo. ‘Prácticamente un favor’. Ella aceptó. Estaba ansiosa. Tenía 6 semanas de embarazo, el tiempo corría y la barriga crecía. Él la invitó a su casa para hablar de los riesgos y las condiciones: la salud y la vida. Allí se lanzó, ‘si me acostaba con él, haría el aborto. Cobró el favor. Yo no tenía dinero y no quería al niño. La presión me llegaba a la garganta, de nuevo el abuso que me persigue ¡Tonta de mí que acepté!’. Finalmente el tipo no hizo el aborto y ella calló, otra vez. La vergüenza no le dejó reconocer el abuso como un acto de violencia sexual. ‘Es complicado’, dice, ‘al fin y al cabo yo consentí. En circunstancias extremas él se aprovechó de esa vulnerabilidad para violarme de manera justificada y sin nombrarlo como abuso, pero es complicado aceptarlo sin sentir culpa’.

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