Los 81 años de la Normal de Santiago

Actualizado
  • 30/06/2019 02:04
Creado
  • 30/06/2019 02:04
En este mes se celebra el 81 aniversario de este centro formativo de maestros que, en su momento, representó la esperanza de una nueva era para la educación panameña

Quienes hagan un recorrido turístico por la ciudad de Santiago de Veraguas quedarán impactados por la belleza arquitectónica de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, el más grande e importante centro educativo del interior de la República, declarado Monumento Histórico Nacional en 1984.

El bello edificio, digno de una ciudad del mayor abolengo, está custodiado por las figuras de dos majestuosos leones, rodeados de un conjunto escultural de estilo barroco,  complementado por columnas y arabescos, que sirven de antesala a un amplio vestíbulo, decorado profusamente con figuras simbólicas en relieve.

Sus dimensiones y belleza sorprenden, sobre todo, en relación al paisaje que lo rodea.

MÓNICA GUARDIAEntrada de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena

La escuela, construida entre 1936 y 1939 por el ingeniero Luis Caselli, y ornamentado por el escultor español Rodríguez Del Villar, fue el primer centro educativo secundario completo, especialmente destinado a la formación de maestros de enseñanza primaria en el interior de la República.

En él se han formado miles de maestros y profesionales que optaron por seguir carreras como medicina y derecho, y en calidad de las cuales también contribuyeron al desarrollo del país.

MONICA GUARDIADetalle de las esculturas

PROYECTO DE JUAN DEMÓSTENES AROSEMENA

La escuela fue el proyecto bandera y pasaporte a la posteridad del noveno presidente de la República, Juan Demóstenes Arosemena, e inaugurada el domingo 5 de junio de 1938.

Habían transcurrido menos de dos años de su toma de posesión y un año y medio desde el día en que fue colocada la primera piedra de la construcción.

El país tenía entonces apenas 650 mil habitantes y una tasa de analfabetismo de 35%, localizada, sobre todo, en el interior del país, por lo que requería de miles de nuevos maestros que, cual evangelistas, llevaran conocimientos, cultura y prácticas de higiene a lo largo y ancho del país.

Arosemena sorprendió a todos al declarar que la escuela, que reemplazaría a la ya obsoleta Normal de Señoritas, ubicada en la capital, estaría en el interior de la república.

En tiempo en que miles de campesinos emigraban a la capital en búsqueda de mejores oportunidades de vida, el gobierno pretendía que la inversión de un millón de dólares ayudara a romper con la hegemonía económica, cultural y política de la capital.

Muchos pueblos del interior anhelaban ser los recipientes de esta inversión, pero el presidente se inclinó por Santiago, una población fundada en los tiempos de la colonia y que hasta hacía unos cuantos años quedaba a ocho horas a caballo desde Aguadulce.

León de la entrada

La ciudad, que en 1939 alcanzaba los 4 mil 500 habitantes,  había disfrutado de gran esplendor durante la época colonial, pero, tras la emancipación de Colombia, había progresado muy poco. El pavimento de muchas de sus calles eran todavía las mismas de entonces.

La misma provincia de Veraguas era una de las más atrasadas y desiguales del país. Si el promedio nacional de analfabetismo era de 35%, el de Veraguas alcanzaba casi el 70%, aunque entre los más jóvenes, el porcentaje era de 54%. El 96% de los habitantes de la provincia se dedicaba a la agricultura, principalmente trabajando como peones de los grandes terratenientes.

INAUGURACIÓN

La Escuela Normal comenzó a funcionar el jueves 3 de junio de 1938, con casi mil estudiantes, 650 niñas y 210 varones, la mayoría de ellos internos. Muchos eran becados por el gobierno y, en conjunto, representaban lo mejor del estudiantado panameño del interior de la República.

De acuerdo con el discurso oficial del momento, los profesores habían sido escogidos cuidadosamente y darían clases de cultura, higiene, modales, urbanidad y enseñanza a los maestros que se formarían en el centro, quienes se convertirían en embajadores de una nueva era para el país, educando a una nueva generación de panameños.

Para regentar el centro, se trajo de Chile al distinguido educador Agustín Álvarez Villablanca, que tendría a su lado a la señora doña Inés María Fábrega de Prieto, veragüense de una larga y honrosa actuación en el mismo sector.

MGDetalle de la fachada

El gran día de su inauguración sería el 6 de junio. Ese día domingo en la mañana, después de un año y medio de construcción del edificio, y en medio de grandes expectativas, los santiagueños pudieron ver por primera vez a los estudiantes, mientras se dirigían caminando desde el colegio hasta la iglesia para oír misa.

El pueblo entero se apostó a lo largo de la calle principal de Santiago, para verlos pasar, luciendo orgullosos sus nuevos uniformes comprados en la escuela a tres dólares y medio. Las jóvenes iban con su gorrito azul marino, una falda del mismo color y tirantes sobre una blusa blanca. Los hombres lucían su pantalón azul y blusa blanca.

Los santiagueños y los miles de visitantes que habían llegado ese día para la fiesta, los saludaban y vitoreaban emocionados.

Los eventos apenas empezaban. A las 3 de la tarde llegó el presidente Juan Demóstenes Arosemena al pueblo, acompañado de su esposa, doña Malvina G. de Arosemena, y de una comitiva, que pasó por debajo de un bello arco triunfal en la entrada de la ciudad, pagado por el Consejo Municipal.

‘Sesenta y nueve mil 786 veragüenses agradecidos', decía un letrero. ‘Campesinato lleno de esperanza' , ‘Recibid el saludo de Veraguas', decían otros.

A las 3 y 45, la comitiva presidencial llegó a los predios de la escuela, donde fue aplaudida con entusiasmo y recibida por una calle de honor formada por los estudiantes.

‘Vivo en este acto momentos de honda e intensa emoción y profundamente complacido, los vivo con vosotros, hijos de Veraguas, al inaugurar hoy, al año y pocos meses de haber colocado su primera piedra, este imponente edificio, revestido de tal suntuosidad y de tan grandes proporciones como las esperanzas que en él tiene fincadas el país entero', dijo con honda emoción el presidente en el aula máxima, atestada de grandes personalidades del país y miembros del clero y el cuerpo diplomático estacionado en Panamá.

‘Tengan plena seguridad de que todo lo gastado está representado aquí en alguna forma, en un artístico relieve, en una viga de acero o de madera, en un clavo o en el salario de un obrero', continuó el mandatario.

Al terminar su discurso, otra ovación cerrada selló sus palabras.

A continuación, el presidente impuso una medalla al ingeniero Caselli. A su vez, el Municipio de Veraguas le otorgó al mandatario una resolución del Consejo de Santiago, por el cual se le declaraba ‘Benefactor de Veraguas e hijo Predilecto de la ciudad de Santiago'.

La colonia china residente en Santiago de Veraguas le entregó también una medalla.

Fue el gran día de Juan Demóstenes Arosemena, que viviría apenas unos pocos meses más, pues falleció en Penonomé en diciembre del año siguiente.

CRÍTICAS

El presidente, enchido de orgullo ese día por el aluvión de elogios, no se dio cuenta de que muchas de estas alabanzas escondían críticas mordaces.

Como posteriormente confesara el segundo rector de la escuela, el profesor Francisco Céspedes, muchos pensaban que era una barbaridad, un error, gastar un millón de dólares de la época en una población ruinosa como Santiago y no lo dijeron por no contrariar a Arosemena. Otros, decía Céspedes, veían con malos ojos la coeducación, la convivencia de los estudiantes de diferentes sexos.

Corredores que unen los edificios

En el mismo Santiago, algunos sectores temían la irrupción de más de mil extranjeros en ese pequeño poblado de 4 mil habitantes y apenas dos calles.

Las poblaciones rivales se sentían laceradas por no haber sido elegidas para recibir la inyección de dinero.

Algunos comerciantes estaban celosos de que los contratos para la comida los hubiesen recibido otros y no ellos.

Los malos presagios parecieron hacerse realidad dos años después, ya muerto Arosemena, cuando se dieron dos estremecedores asesinatos en la escuela. Parecía que el proyecto se venía abajo con el escándalo.

Pero la desgracia mostraría ser solo temporal. El doctor Belisario Porras, en su momento, comparó las críticas que se le hacían a la Escuela Normal de Santiago con su propia experiencia en la construcción del Hospital Santo Tomás, llamado por los agentes burlescos ‘Elefante blanco'.

En ambos casos, el tiempo se encargó de mostrar que no fueron decisiones equivocadas. La Normal de Santiago ha sido un faro de luz en el interior de la República, un espacio de formación y crecimiento para miles de estudiantes, que han encontrado un sitio sano y propicio para el conocimiento y formación como maestros, y que a su vez, han transmitido sus conocimientos a nuevas generaciones de panameños.

Uno de los patios de descanso para los estudiantes

MÓNICA GUARDIAAula máxima decorada con frescos del pintor Roberto Lewis

Lo Nuevo
comments powered by Disqus