• 04/09/2008 02:00

Los primos y el poder

Omar Jaén Suárez, intelectual conocedor de la historia política panameña señaló en uno de sus libros que Panamá es la república de los p...

Omar Jaén Suárez, intelectual conocedor de la historia política panameña señaló en uno de sus libros que Panamá es la república de los primos, y llama la atención cómo, en el siglo XX, todos los que han regentado la Presidencia de la República han tenido un grado de consanguinidad o relaciones de grupo, de clases o corporativo.

Salvo excepciones, a inicios de la vida republicana dos mestizos llegaron al poder, ya sea por relaciones, riquezas o por militancia política, nos referimos a Tomás Gabriel Duque y a Carlos A. Mendoza, éste último sostuvo una lucha política con Samuel Lewis García de Paredes quien le enrostró sus orígenes.

A partir de 1968 se dio otra excepción, un “cholo”, asumió el poder y tuvo la capacidad de poner en ejecución una manera de hacer política que hoy sigue vigente en algunos seguidores del PRD. Digo algunos seguidores, porque uno de los candidatos, nada más gana él y, por supuesto algunos primos, asumiendo que su misión es un “destino manifiesto”, dando cumplimiento a lo que afirma Hernán Porras cuando sustenta “que los blancos de Panamá y Colón” son los únicos indicados para ejercer el poder y negociar con los Estados Unidos.

Como se puede vislumbrar, la lucha en el PRD adquiere relevancia, porque una “chola,” que no es parte de los primos, pero que nació y creció políticamente en el partido, ha osado romper el sueño de un “primo” caprichoso, que no entiende que en el partido la militancia y el trabajo de base son los únicos caminos. Esto ha puesto en guardia a casi todos los primos, estén en el partido o no; y explica por qué la candidata ha sido blanco de calumnias y ofensas, como si eso minimizara la imagen esculpida en la historia del partido.

Este primo, que nunca ha sido PRD y desgastó la blancura de sus ropas en las jornadas civilistas de Calle 50, entró por la puerta de la cocina para situarse en la Alcaldía, y desde allí trepar, aruñar y denigrar la mano que le ha dado de comer.

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