• 11/03/2009 01:00

Costosa campaña electoral pobre

La campaña política de cara a las elecciones de mayo está rodeada de muchos defectos que se deben evitar en futuras campañas y de pocas ...

La campaña política de cara a las elecciones de mayo está rodeada de muchos defectos que se deben evitar en futuras campañas y de pocas virtudes que vale la pena resaltar.

La decisión de acabar con las postulaciones de “a dedo” llevó a varios partidos políticos a organizar primarias para escoger a sus candidatos democráticamente. Aceptando la buena intención, el resultado práctico es una campaña extremadamente larga y muy costosa que, como corolario, deja huellas profundas de fricción entre contendientes y seguidores, difíciles de sanar.

Los ataques personales que prevalecieron durante las primarias se han convertido ahora en rutina normal. Continua la práctica de denigrar al contrincante, mientras se descarta cualquier esfuerzo por conocer a fondo el real carácter del candidato, sus principios morales, las debilidades o fortalezas personales que puedan afectar su mandato y que deben ser considerados por el votante en las urnas. Considerando todo lo que un candidato le achaca al otro, debemos concluir que ninguno es digno de optar por el cargo que aspira: si lo que se acusa es cierto, el acusado es indigno; y si es falso, el acusador es un manipulador mentiroso. Si una empresa privada quiere reclutar un nuevo empleado, le interesa conocer sus antecedentes pertinentes, su capacidad para el cargo y su carácter. Pero tal parece que nada de eso es importante cuando se trata del candidato y futuro presidente de la República.

Otro factor característico de esta campaña ha sido la exagerada atención prestada a las encuestas de opinión. No hay duda que los resultados de una encuesta realizada con estricto sentido técnico son perfectamente atendibles y constituyen una útil herramienta de trabajo para una candidatura. Además, vistas desde un estricto prisma, ellas pueden demostrar las motivaciones del elector al momento de la consulta y poder diseñar una válida estrategia de campaña para lograr el éxito. No constituyen una decisión inmutable que profeticen las preferencias de todos los electores el día que efectivamente depositarán su voto, aunque equivocadamente sean percibidas así.

Una publicidad vacía de contenido y un ramillete de frondosas promesas han sido dos ingredientes adicionales. En televisión y radio, cuña tras cuña atacando al contrario y alabando al anunciante; y en la calle, una proliferación de vallas que contaminan el ambiente visual y el ornato capitalino. “Yo soy el mejor”, “Tu diputado”, “Aquí estoy”, “Siempre contigo”, “Soy tu amigo”, “Caminando”, “Mis manos están limpias”, “Trabajo para ti” y tantas otras frases que en el fondo no dicen nada. Al votante se le bombardea con cuanta promesa se le ocurre al candidato que, por descabelladas o quiméricas, constituyen un señuelo abusador de la esperanza que anida en el corazón de la gente que aspira a mejorar su condición de vida.

Presenciamos, pues, una campaña electoral exageradamente larga y de exorbitante costo, signada por ataques personales denigrantes entre candidatos, con un peso exagerado dado a encuestas de opinión, con abundante publicidad vacía, repleta de promesas engañosas evidentemente electoreras. La del 2009 está resultando el modelo de lo que una campaña política no debe ser: malgastadora de plata y pobre en ideas. Así no se respeta al elector ni se construye una real democracia. Ojalá no se repita.

-La autora es diputada de la República por el nuevo Circuito 8-7/VMP.mireyalasso@yahoo.com

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