• 01/04/2009 02:00

Disciplina, honor y abnegación

El ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York puso de manifiesto ante los ojos del mundo el ejemplo de valentía y solidaridad ...

El ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York puso de manifiesto ante los ojos del mundo el ejemplo de valentía y solidaridad de los bomberos de esa ciudad, cuando se lanzaron sin dudarlo al rescate de víctimas atrapadas entre escombros y a tratar de dominar el incendio y los daños causados. La admiración mundial por ese espíritu de arrojo y generosidad tiene también en nuestro país más de un parangón en la historia de nuestros “camisas rojas”, que se inicia con el ejemplo más conocido como lo fue la trágica explosión de El Polvorín, ocurrida el 5 de mayo de 1914, donde fallecieron seis bomberos. Ese acto heroico ha sido preservado en la plaza que recuerda aquella fecha en la ciudad capital. Otros valientes bomberos han fallecido en cumplimiento de su deber a lo largo de la historia y muchísimos más han sufrido daños físicos como consecuencia de similares eventos.

Lamentablemente como sociedad parece que no acabamos de reconocer el mérito de esa abnegada vocación de servicio y de sacrificio. Tenemos que reconocer, con gran tristeza, que nuestros “camisas rojas” son a lo sumo ciudadanos de tercera categoría, cuya función es a todas luces librada a su suerte y olvidada por el Estado. Eventos como el reciente incendio en Calidonia, entre otros, pone de manifiesto la desidia de las autoridades y la dejadez que nos debe llenar de vergüenza nacional.

A ciencia y paciencia de todos, el Cuerpo de Bomberos de todas las Zonas del país padece de las más elementales carencias. A la falta de nuevos cuarteles en áreas populosas que los necesitan a gritos, se suma la atroz falta de equipos necesarios para combatir incendios: uniformes adecuados para su protección personal, carros bombas que funcionen, mangueras sin huecos, escaleras de suficiente tamaño para alcanzar edificaciones de mediana altura, carros cisternas para combatir incendios en herbazales, ambulancias y equipos de rescate, productos químicos eficientes cuando el agua sola no logra controlar incendios causados por ciertos materiales. Y todo ello, sin contar con el riesgo que representan los nuevos rascacielos que han venido a conformar el perfil de la moderna ciudad capital.

Todo eso, y más, se sabe especialmente desde que tales carencias nos fueron recriminadas hace cinco años por miembros de la Fundación 9/11, creada por el ex alcalde Giuliani de Nueva York, que fueron invitados a evaluar la situación de nuestros bomberos y dictaminaron nuestras deficiencias.

La solución no está en un proyecto de ley para restar autonomía al Cuerpo de Bomberos, dándole al Ejecutivo el poder para nombrar al comandante jefe a nivel nacional, en lugar de que sea elegido democrática e independientemente por los propios miembros, como ha sido tradicional. La autonomía de la institución es importante para mantenerla al margen de la política y ajena a sus decisiones internas. La solución está en dotarlos sin egoísmos de los recursos necesarios para que sus miembros se sientan provistos de todo lo necesario para poder prestar el servicio que su vocación les inspira y sientan la satisfacción del deber cumplido. Y que el resto de nosotros, lejos de la vergüenza que hoy nos hace sufrir la desidia oficial, nos sintamos orgullosos de apoyar un esfuerzo tan desprendido y solidario.

-La autora es diputada por el nuevo Circuito 8-7 / VMP.mireyalasso@yahoo.com

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