• 01/05/2009 02:00

Los panameños somos más

Ni locos, ni cholos: somos panameños. Y para ejemplo de muchas otras poblaciones del planeta, suficientemente tolerantes como para decir...

Ni locos, ni cholos: somos panameños. Y para ejemplo de muchas otras poblaciones del planeta, suficientemente tolerantes como para decir que, pese a todas las injusticias y agravios sociales, seguimos compartiendo este terruño ubérrimo donde nos acrisolamos para formar un pueblo cuyo corazón grandote y magnánimo rebasa las fronteras terrestres y los litorales marinos.

Pudimos tener nuestras guerras fraticidas, quemar la casa del vecino, agredir al hijo del que se oponía a nuestras ideas, pero preferimos esperar un día más, siempre envueltos en el manto sabio del mañana. Nuestro premio es una de las democracias más ejemplares de Latinoamérica, con todas sus fallas sistémicas, pero como me dijera hace ya unos buenos años un amigo, es lo mejor que conocemos como sistema de gobierno y convivencia.

Nos pesan los quinquenios mezquinos, yermos y olvidadizos, como si sobre la tierra fértil del istmo una buena semilla no pudiera prosperar. Son los defectos nuestros; los años perdidos pesando sobre las espaldas de nuestros abuelos, sobre las nuestras y sobre las espaldas de quienes todavía deberán asumir su parte de la carga. Es el relevo generacional que las sociedades deben asumir como método, si desean alcanzar las metas del desarrollo humano y social.

Ya perdí la cuenta de cuántas veces fui a votar. Recuerdo que en ninguna de ellas voté con alegría y convicción de que lo hacía por un buen candidato. Imagino a esta edad cómo hubiera sido votar por un candidato de ideas sociales reivindicatorias; sin miedo a los calificativos; que no blandiera su honestidad como un argumento electoral, sino que la demostrara en el ejercicio del cargo; que no vendiera la imagen electoral de su mano izquierda acariciando la cabeza de un niño, mientras la derecha imaginaba las monedas en el bolsillo; un candidato que no escuchara las súper estrategias de exitosos asesores extranjeros, que tienen un pie en el estribo por si acaso su candidato no gana, pero que también piensan en cuánto pueden obtener si ocurriese lo contrario; una mujer o un hombre que no se dejara secuestrar por las estrategias de su partido, sino que fuera capaz de convencer a esos copartidarios de que es posible ganar unas elecciones encumbrando lo humanista sobre lo práctico-electorero.

Los panameños que piensan así son muchos más que los locos o los cholos. Pero son silenciosos, y su silencio no ha sido correctamente interpretado por los candidatos.

El que lo haga será dueño de un acumulado histórico cuyo grito más visible no es el descontento ni la esperanza, como creen los políticos, sino el anhelo de ir a votar algún día por el mejor, y no por el menos malo.

-El autor es periodista y productor.tatolb@gmail.com

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