• 12/05/2009 02:00

¿Quién fiscaliza el poder público?

Por décadas, en la teoría clásica del poder público, se ha sostenido que su racionalidad descansa en el denominado control legislativo y...

Por décadas, en la teoría clásica del poder público, se ha sostenido que su racionalidad descansa en el denominado control legislativo y judicial, al punto de que cuando estos no ejercen el mismo, se abre el camino hacia formas que no suelen ser democráticas en el ejercicio del mandato soberano. Lo anterior como teoría sería lo deseable, pero la realidad suele presentar correlatos distantes de los enfoques clásicos.

Nuestro régimen político es esencialmente presidencialista, al punto de que la persona que ocupa el cargo de máximo dignatario del Poder Ejecutivo (el término “órgano” en nuestro entender no es el más apropiada), administra y maneja cuotas de poder inmenso, que en no pocas ocasiones pervierte y sobrepasa los límites de un real fiscalización y control, por parte de los otros poderes del Estado. Con justa razón se ha señalado que el presidencialismo constituye una rémora del absolutismo europeo, traído a nuestra cultura en la época, como resultado de nuestra guerra de independencia del siglo XIX. En Latinoamérica, el control y balance, siempre ha funcionado de manera imperfecta.

Hoy, sin embargo, se han venido abriendo paso nuevas manera de entender la democracia y el poder político. La época donde sencillamente la democracia se agotaba en el voto y en la elección de los dignatarios del Estado ha pasado a ser objetos de archivo histórico. En nuestros tiempos, la democracia es cuestión del diario vivir; el mandato soberano no es el denominado cheque en blanco al cual aluden algunos analista político. El pueblo y sus estructuras orgánicas y los organismos de la sociedad civil han pasado a ser verdaderos artífice de la fiscalización y control del poder público. En ese sentido la gobernabilidad hace suya la participación como núcleo axial de la vida en democracia, al punto que conceptos como la consulta, los informes, la transparencia, la rendición de cuentas, la concertación, han pasado a ser modelos vivenciales de nuestro ethos democráticos.

-El autor es abogado.ramiroguerra50@yahoo.es

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