• 13/05/2009 02:00

Réquiem para dos nacionalistas

La muerte tiene la extraña virtud de separar al elegido para ese viaje insondable y generar en sus allegados una imagen-recorrido de aqu...

La muerte tiene la extraña virtud de separar al elegido para ese viaje insondable y generar en sus allegados una imagen-recorrido de aquello que fue su ciclo vital y los acontecimientos que marcaron el carácter, el espíritu y las obras de quien se fue. Es como decía Julio Cortázar al final de su obra con Carol Dunlop Los autonautas de la cosmopista y referirse a la compañera que no alcanzó a vivir para leer el relato de ese viaje mutuo París-Marsella, “? estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir?”.

Dos educadores panameños Rolando Hernández y Hermila Muñoz, cuyas vidas respectivas tuvieron derroteros diferentes, pero que coincidieron en cuanto a la conciencia nacionalista y el papel que cada uno desempeñó en ese contexto para formar recursos humanos, acertaron a morir en diferentes circunstancias, pero el mismo día de abril. Sus honras fúnebres fueron celebradas y sus restos tuvieron sepultura separados por horas.

Las vidas de Hernández y Muñoz estuvieron caracterizadas por la enseñanza; ella bióloga, se hizo experta en salud pública y participó en múltiples programas de formación de personal en ese campo. Por su parte, él se dedicó a enseñar la historia, armado por sólidos instrumentos académicos, primero en el nivel secundario y luego en el claustro universitario como profesor y ensayista.

A inicios de los 60, Muñoz era una incipiente bióloga, que junto a un grupo de profesores —de ascendencia popular y en su mayoría, oriundos del barrio de El Marañón— fomentaron unos cursos de verano en la escuela Venezuela para apoyar a los estudiantes secundarios. Esta experiencia soldó un fuerte sentimiento docente en esta joven profesional, pues su vida se vio comprometida a estas tareas en los ministerios de Educación y Salud.

Por su parte Hernández fue formado en una generación de historiadores que bebió del sentimiento nacionalista de Ricaurte Soler, quien cambió los códigos científicos para interpretar la historia panameña. Pero hubo también una importante experiencia que permitió a Hernández, el historiador, y la experta en salud pública, Muñoz, trazar tareas como un dúo. La militancia en el Frente de Trabajadores de la Cultura les permitió interactuar para fortalecer el arte nacional.

Hermila se caracterizó por una hermosa voz, que le permitió interpretar canciones de profundo sentido popular y encontró en los textos de cantautores latinoamericanos y poetas panameños como Sinán, Changmarín y Miró, pero también en la música coral con el grupo del profesor Vergara, el repertorio adecuado para asombrar con su canto.

La transmisión de las fiestas de noviembre a través de los medios de comunicación cambió cuando Hernández se integró para explicar el sentido de las fechas, gestas y anécdotas fundamentales para comprender la historia en su verdadero sentido.

Cada uno siguió en sus afanes docentes dentro de sus escenarios específicos. Allí contribuyeron a fortalecer las tareas de los profesionales de la salud e historiadores. Sus trabajos, sus escritos, sus diálogos con otras generaciones resumen la dimensión de sus personalidades.

Y como Cortázar con respecto a su compañera fallecida, se puede decir de Hernández y Muñoz “? como acaso hemos llegado a mostrar en esta aventura que toca a su término, pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista”.

Réquiem para estos nacionalistas.

-El autor es periodista.modestun@yahoo.es

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