• 14/05/2009 02:00

Primeros pasos de Martinelli

Los primeros pasos del gobierno recién electo han generado reacciones encontradas. Hay que esperar el veredicto del tiempo. Atrás quedó ...

Los primeros pasos del gobierno recién electo han generado reacciones encontradas. Hay que esperar el veredicto del tiempo. Atrás quedó la coyuntura electoral y se aprecian las proyecciones hacia el futuro. Ahora es el momento de recuperar el valor de la palabra empeñada como herramienta decisiva para la construcción política del país. El presidente electo Ricardo Martinelli tiene la posibilidad de enriquecerse moral y cívicamente, a fin de cumplir con los derechos legítimos que la mayoría ciudadana le ha otorgado.

Sus primeras impresiones le han permitido abandonar la negación de los logros del gobierno del presidente Martín Torrijos y retomar el proyecto de Nación para revertir los resultados no favorables. Eso pasa por ampliar los espacios participativos y darle mayor protagonismo a los distintos sectores sociales. Está en juego la producción de nuevos escenarios nacionales y la renovación conceptual que permita abordar de manera innovadora los problemas comunes. Ese paso hará posible profundizar en la reconciliación del sentimiento colectivo con la valoración de la política.

El presidente electo debe consensuar pareceres y proyectos. Las buenas políticas públicas exigen analizar las demandas aunque parezcan intolerables, porque convivir es dejar vivir. Subordinarse a las leyes del juego democrático no amenaza la gobernabilidad. Pero hay que comprender desde un inicio que el gobierno no puede darle respuesta a todos los sectores al mismo tiempo. Donde hay lugar para el gobierno, hay lugar para todos.

El presidente electo debe demostrar en la práctica que el país no corre el riesgo de una involución conservadora u oligárquica. La historia ha comprobado que las naciones no las gobiernan iluminados, sino aquellos que construyen instituciones sólidas y buscan el consenso. En política los sentimientos populares se mueven y varían permanentemente. Por eso las invocaciones al buen gobierno deben acompañarse de un discurso sin estridencias, no solo rebosante de buenas intenciones, también de una concepción concreta que involucre el quehacer cívico colectivo.

El país no puede verse envuelto en tensiones imaginarias. De allí que el presidente electo debe poner oídos sordos a los profesionales del bochinche, escuchar a todos, pero tener la sensatez para separar la basura y quedarse con el fruto. Debe levantar la mirada y apertrecharse con una gran dosis de racionalidad y pragmatismo. La razón pública de la mayoría de los panameños exige que Martinelli esté a la altura de las circunstancias nacionales. El sistema democrático panameño hay que nutrirlo con una atmósfera de renovadas esperanzas y erradicar el desencanto y la desconfianza.

El relevo gubernamental es una tarea enormemente difícil. El país observa cada paso en suspenso y expectante. La ventaja es que pese a la tormenta de la recesión internacional que está afectando al sector externo de la economía, Martinelli encuentra un superávit fiscal y un país en expansión que allanará la tarea de gobernar. Tiene por delante construir su base de poder, más allá de su popularidad actual, demostrando capacidad de liderazgo y alejado de desviaciones institucionales o constitucionales. Está en las manos de Martinelli ver diluirse los 60 meses de gobierno que tiene por delante o rendirle a la Patria el mejor de los homenajes que el presente puede tributar al pasado y al porvenir.

-El autor es periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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