• 23/08/2009 02:00

El mercado negro del conocimiento

Cada vez que le imponemos barreras a las actividades fundamentales del ser humano, no solo le herimos gravemente, sino que nos hacemos i...

Cada vez que le imponemos barreras a las actividades fundamentales del ser humano, no solo le herimos gravemente, sino que nos hacemos igual daño. Así es cuando las autoridades exigen cupos para el transporte y luego los restringen por intermedio de coimas inexistentes, que todos saben que existen. La táctica lesiva está en limitar los cupos para aumentar los precios de las coimas. Por supuesto que ello termina causando una oferta disminuida de transporte y un mercado negro, como todos los demás mercados negros que nuestros gobiernos vienen instaurando y estimulando desde que fuimos finca del rey de España.

Esta es la misma situación que ocurre con la educación; salvo que en este caso no es tanto que restrinjan los cupos académicos, sino que restringen la calidad de tal manera que se va creando un mercado negro o informal. ¡Y gracias a Dios!, pues de no ser por la tendencia humana de sortear los obstáculos a su desarrollo, terminaríamos todos embrutecidos por diseño estatal.

En Panamá, igual que en todas partes, hay escuelas privadas que deben su existencia a una demanda que no llena el gobierno; primordialmente la demanda de calidad y en algunos casos de cantidad. Pero lo más curioso es que estas escuelas que son empresas con fines de lucro, no solo logran impartir una educación de mayor calidad que la gubernamental, sino que lo hacen a un precio muy inferior y sin tanto bombo y platillo.

A una de esas escuelas que funcionan debajo del radar oficial, asistía la hija de una recepcionista, la cual pagaba $37 al mes, que para una persona humilde es mucho dinero. Pero hagamos la aritmética: son $444 al año, mientras que al gobierno le cuesta en promedio más de $1,200 cada víctima en sus centros de embrutecimiento oficial. Nadie duda de la mala calidad de la pretendida educación pública, pero lo sorprendente es que lo único que se nos ocurre es aumentar la misma medicina que nos está lanzando por un precipicio de ignorancia generacional que acarrea gravísimas consecuencias sociales y económicas.

Una de las “soluciones” al problema sería cerrar a todas las escuelas privadas para lograr la tan anhelada igualdad que tantos buscan. La otra, la sensata, está en devolver a los ciudadanos su derecho a escoger cómo y dónde educar a sus hijos. El dinero lo tiene el gobierno; ese que le roban a los ciudadanos por medio de los impuestos; los padres tienen la inteligencia y deseos de educar a sus hijos, cada cual a su manera. Démosle las becas de estudio a quienes las necesitan y que cada familia decida a dónde puede y quiere enviar a sus hijos. Así, estaremos empoderando al ciudadano a ser gestor de su propio destino y eliminando toda la secuela de putrefacta corrupción que caracteriza al sistema académico gubernamental.

*Empresario.jbennett@cwpanama.net

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