• 20/12/2009 01:00

Cómo lograr olvidar

Era aproximadamente las 9 de la noche de aquel 19 de diciembre de 1989. Me encontraba en el gimnasio Nuevo Panamá con mis dos hijos y má...

Era aproximadamente las 9 de la noche de aquel 19 de diciembre de 1989. Me encontraba en el gimnasio Nuevo Panamá con mis dos hijos y más de doscientos actores entre niños y adultos en la práctica de la obra teatral “El Nacimiento del Niño Dios”, dirigida por Mons. Rómulo Emiliani, a presentarse al día siguiente.

En ese momento se me acercó un amigo diciéndome: “ Geraldine, recoge a tus hijos y abandona este lugar lo más pronto posible, en cualquier momento se dará inicio la invasión ”. Sin ningún titubeo le respondí: “ ¡¿Invasión?! ¿en Navidad?, tú estás loco chico, ¿a quién se le ocurre semejante barbarie en víspera de Navidad para atrapar a un solo hombre? ”.

Haciendo caso omiso a las palabras de mi amigo y siendo las 10 de la noche, me dirigí a mi residencia. En el camino íbamos entonando villancicos, situación que me alejaba de pensar que algo inesperado y catastrófico pudiera pasar. Sin embargo, cerca de las doce de la noche, mi esposo, mis hijos y yo, empezamos a escuchar una y otra vez un estruendo que nos causaba temor y angustia. Recordé a mi amigo y fue cuando asimilé sus palabras de advertencia.

Paso a paso seguí cada uno de los acontecimientos, ataques, saqueos y de la gente de El Chorrillo huyendo aterrada y temerosa hacia lo desconocido, y de la captura de Noriega. Indignada observé a panameños y panameñas brindándole afecto y ovaciones a aquel soldado extranjero que de forma prepotente ocupó nuestro suelo patrio, sin tren de aterrizaje y ocultándose en la oscuridad de la noche ultrajaba mi tierra, que no era de su pertenencia ni de su incumbencia, por el simple hecho de capturar a un solo hombre.

Aquel soldado extranjero jamás se imaginó que el panameño por su idiosincrasia es pacífico y con una nobleza sin precedentes. Igualmente, tampoco podré dejar de lado los excesos y crímenes que se cometieron durante la época de la dictadura, situación difícil desde el punto de vista mental y psicológico. Ambas situaciones dejaron marcas indelebles en la mente, en el corazón y en la dignidad del panameño.

Un ataque, una invasión o una guerra no son razonables ni convenientes en ninguna época del año, ni en la vida de cualquier ser humano. Una invasión no aparece por sí sola, ésta se planea, se financia, se afinan los detalles del armamento y, de algunas estrategias; tiene autores, actores y traidores, quienes ponen en peligro real la integridad física y psicológica de niños, hombres y mujeres indefensos; y, de igual forma, impacta y pone de relieve lo frágil que es la vida.

El estrés postraumático afecta a toda clase de personas que pasan por una tragedia. Las víctimas suelen tener pesadillas y reviviscencias, que le dan la sensación de que todavía no ha acabado el conflicto, hasta la dificultad para recordar aspectos importantes del hecho traumático y que parte de sus vidas muere en la fatídica experiencia.

Que alguien me explique si valió la pena que miles de nuestros hermanos panameños encontrarán la muerte así de gratis. Ya han pasado veinte años de aquel fatídico día de la invasión y aún vivo lamentando el hecho de que mi país fue blanco inmisericorde de la mente criminal del gobierno de los EUA de aquel entonces.

*Especialista de la conducta humana.gemiliani@cableonda.net

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