• 28/01/2010 01:00

La insensibilidad de la vulgaridad

Hace unos días, en un avance de un popular programa de chistes se promovía con el siguiente chiste: –¿Qué le dijo una torre a la otra to...

Hace unos días, en un avance de un popular programa de chistes se promovía con el siguiente chiste: –¿Qué le dijo una torre a la otra torre? Y el presentador cantaba mientras se meneaba –Suavecito para abajo, para abajo…. La risa falsa del presentador de esta “broma” invitaba a la audiencia a ver el resto del programa. ¿Por qué habrá sido que de las 10 veces que rotó la promo nunca me dio risa? ¿Y a quienes le repetí el chiste para verificarlo tampoco les hizo gracia?

Porque no es ninguna broma empequeñecer el asesinato deliberado de miles de personas y el sufrimiento de todos quienes presenciamos aquella atrocidad. ¿Qué pensaríamos de un programa de comedia estadounidense que se burlara de nuestros muertos del 9 de Enero o del 20 de Diciembre?

Este es tal vez uno de los hilos que conforma el tapiz de la intolerancia. Un adormecimiento mediático de nuestra básica sensibilidad empática. La insensibilidad a la desgracia ajena. Cientos de asesinatos y ejecuciones en 2009, violaciones, una xenofobia sutil, pero presente, es el secreto a voces de que algo se está desajustando en la personalidad del panameño y ciertas influencias son imposibles de ignorar.

Un hilo. Semanas atrás, los medios informaron sobre dos mujeres que por alguna loca razón se desnudaron a plena luz de día en calle 50. El segundo reporte, el de “ La secretaria ” fue transmitido con un difuminado sí, pero tan tenue que se apreciaba claramente la mujer desnuda doblándose y metiendo sus dedos en su vagina, simulando masturbarse. ¿Se lee feo? Pues, se vio peor. Unas cinco veces conté yo.

Por el horario en que se transmitió, miles de niños menores de 10 años vieron las imágenes de “ La secretaria ”. ¿Estaba la mujer realmente fuera de sí? Quién sabe. Si algún caricaturista hubiese osado dibujar la escena, muchos lo habrían aplastado de un manotazo.

Si parece que exagero, le solicito a quien se considere un experto en la materia que me explique ¿qué efectos tiene una exposición repetida, con alevosía y desensibilizante en las mentes de los niños y personas vulnerables a largo plazo? ¿A mediano? ¿A corto?

¿Qué resultados traen los constantes y aplaudidos retratos de hombres y mujeres deformados moralmente en los medios? ¿Qué efectos causa una programación eminentemente glorificadora de lo que destruye nuestro tejido social, (léase narcotráfico, crimen y corrupción) y el poco respeto a la vida humana?

¿Contribuye con el tiempo este material sin discriminación a maleducar y producir generaciones de ciudadanos ingobernables? ¿Somos todos víctimas de la implacable búsqueda de rating?

Vendrán masas de ciudadanos de pocos escrúpulos, susceptibles a cometer errores cruciales. Ya padecemos de estos resultados. La formación de una nuevo panameño es responsabilidad de todo aquel que tenga el poder de hablarle a más de una a la vez. Nosotros los medios y ustedes, gobierno, nosotros sociedad civil.

Qué justificación para contaminar la mente de nuestros compatriotas más vulnerables y de quienes eligen vivir aquí? ¿O qué justificación podría haber para ignorar que esto suceda? Es hora de darse cuenta de que los destinos de las personas que viven en este pequeño país están inexorablemente ligados unos a otros.

Unos dicen que una ley de medios acomodaría la cosa. Pero si las percepciones están distorsionadas, ¿quién dibujaría semejante poder y alcance? ¿La obedeceríamos? Y con la conciencia tan cuestionable de los líderes que elegimos y de la debilidad de nuestras instituciones, ¿quién la enforzaría?

No es cuestión de invocar mojigaterías religiosas ni de pedir un rey como las ranas de la fábula, sino de ensayar autorregularnos con el uso del común sentido común y respeto por el otro. La vulgaridad es chocante, porque es ignorante.

Hace unos años, en campaña, un político californiano dijo tras bastidores, “ los latinos tenemos la tendencia a jodernos los unos a los otros ”. Suficiente. Esa es la esencia del fracaso individual y colectivo de las sociedades latinoamericanas actuales.

Engrandecer nuestro peculiar y hermoso país, donde vive gente buena y bella, que merece el mejor trato por parte de todos, debería ser el norte de nosotros los medios, de ustedes gobierno, de nosotros sociedad civil.

*Periodista.mherrera@laestrella.com.pa

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