• 06/05/2010 02:00

Trascendencia del ejemplo de monseñor Ulloa

La mayoría de los panameños celebramos entusiastamente el escogimiento del arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, por ser un ...

La mayoría de los panameños celebramos entusiastamente el escogimiento del arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, por ser un pastor sencillo, amistoso y trabajador.

Este escogimiento hace recordar el de Angelo Giuseppe Roncalli, el hombre de campo, quien, tomando el nombre de Juan XXIII, sucedió a Pío XII e impulsó la renovación de la Iglesia Católica. Curiosamente, hoy en Panamá se dan situaciones algo similares a las que Pío XII vivió durante su papado.

Pío XII tuvo que liderar a la Iglesia Católica durante la II Guerra Mundial, lo que requirió que al mismo tiempo promoviera el bienestar de la Humanidad (como al ayudar a sobrevivir a millares de judíos), pero también evitara una confrontación abierta con los gobiernos fascistas del momento, para evitarle peores males al mundo. A monseñor Ulloa le toca dirigir la Iglesia panameña concomitantemente con un presidente civil que impone funcionarios, irrespeta leyes, e intenta manipular al pueblo con calculada palabrería; algo que recuerda cómo nacen los dictadores.

Estaríamos muy equivocados si pensáramos que, diferente del Señor Jesús, monseñor Ulloa tuviera el poder terrenal para arrancar la mala yerba en la mayoría de nuestros gobiernos; pero, como señalaba Dom Hélder Cámara, el célebre arzobispo de Olinda y Recife, Brasil, y como monseñor Ulloa suele hacer, la manera cristiana consiste en dar un ejemplo realmente contagioso que anime a todos a practicar la verdadera hermandad, tan necesaria en este país cuya mayor desgracia, como señaló monseñor Ulloa, es la injusta distribución de las riquezas.

Hace varios años conocí a un dedicado sacerdote, cuya parroquia tenía unos ingresos mensuales de alrededor de cien balboas, que apenas daba para pagarle a una persona que ayudara a atender la iglesia y para comprar algo de comida; al punto que el buen párroco tenía que dormir en una especie de hueco en una pared, porque no tenía cómo reparar el techo de la casa cural, que era una coladera cuando llovía.

Lo más triste era que este clérigo le adeudaba una fortuna a la Curia Arquidiocesana, que le cobraba un aporte mensual fijo (que no era porcentual) que él no podía pagar, pero del que ningún párroco podía librarse. Esta mezquindad le deja mal sabor en la boca incluso a algunos sacerdotes.

Además de reformar esa injusta distribución de contribuciones, sería oportuno que, ahora que se venda la costosa vivienda de dos pisos donde residía su antecesor, monseñor Ulloa utilizara parte de la ganancia para ayudar a otros presbíteros a “ vivir con condiciones humanas dignas ”.

Muestras de hermandad como ésta aumentarían notablemente la confianza del pueblo panameño en la alta dirigencia de la Iglesia Católica. Esto en ninguna forma sugiere la venta de templos, que real y únicamente pertenecen a las comunidades que los construyeron.

El “ camino ancho ” sería no hacer nada; pero, como reza una enseñanza, “ No podemos transmitir el Espíritu si primero no lo tenemos ”.

Que el Señor guíe y proteja a monseñor Ulloa.

*Jubilado del Cuerpo de Ingenieros de EE.UU.carlos.e.rangel.martin@gmail.com

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