• 25/07/2010 02:00

Uso de la fuerza policial: ¿Demasiado complicado?

Cuando hemos estado dentro de un uniforme, y a la vez también hemos tenido una turba al frente, y tenemos que decidir qué hacer, cómo ac...

Cuando hemos estado dentro de un uniforme, y a la vez también hemos tenido una turba al frente, y tenemos que decidir qué hacer, cómo actuar, recién podemos comprender esa doctrina simple, pero complicada como funcionarios del Estado (eso es ser Policía, a cualquier nivel, tropa u oficiales) del llamado ‘uso gradual y legal de la fuerza’.

Un ejemplo grafica mejor: Por los años sesenta y uno aproximadamente, estaba yo de servicio en un Radio Patrulla, cuando la Emisora Radial Interna avisó que un grupo numeroso de estudiantes de secundaria apedreaba con violencia a la Embajada de Cuba situada en la Plaza Porras.

Aunque tal suceso no estaba en mi obligación oficial, no era mi ‘circuito’, como oficial estrenándome, me fui rápido a buscar acción.

Cientos de jóvenes de ambos sexos curiosamente de escuelas ‘high’ privadas —La Salle, San Agustín, María Inmaculada— eran los que lanzaban piedras. Ellos actuaban protestando porque ‘Fidel y Cuba eran comunistas’, para que se rompiera oficialmente las relaciones con la Isla.

Casi rompían las verjas y ventanas y podían hacer daño a las instalaciones y a las personas cubanas, y al no tener tropas antimotines ni nada parecido, solo un chofer y un carro (el chofer no podía abandonar el carro), actué decididamente y saqué mi pistola e hice un disparo al aire, simplemente admonitivo.

Recuerdo el rostro cercano de uno de los estudiantes líderes anticomunistas: José Manuel Faúndes, hijo, mi amigo. El tropel se detuvo ante el disparo y luego les grité: ‘No pueden apedrear una embajada extranjera, etc.’. Lanzándome gritos en contra, la turba se dispersó.

Creí que me iban a condecorar, cuando la voz de un oficial llamó por la radio: ‘Subteniente Díaz Herrera, que se presente de inmediato al despacho del general Vallarino’. Fui rápido, emocionado, no había conocido de cerca a ‘mi comandante’.

Me recibió en la antesala el segundo, el comandante Pinilla, y él me llevó al jefe: Lilo estaba exaltado, creí que era de alegría, pero no fue así: ‘¿Quién carajo te mandó a parar esa protesta, estás ahuevado, no ves que nos ha costado más de un mes coordinar esa vaina contra esos comunistas de mierda, la cagaste toda’. Pinilla al rato me sacó de la trapeada y me agregó: ‘Hijo sé que no lo hizo adrede, pero es que el tema es político’. A propósito, ¿qué no es político en Panamá? Todo lo es.

Por eso los sucesos en Bocas muestran que se debe coordinar muy bien, demasiado bien, con los jefes coyunturales de la Policía Nacional, ¿qué hacer ante tal o cual protesta como línea del gobierno?

Sin eso, si los jefes policiales no tienen clara su misión ante protestas, que siempre, siempre, siempre, serán políticas, además de gremiales, laborales, reivindicativas, etc., los sargentos y la tropa que ‘pone orden’ nunca podrá actuar bien (además de que deben ser muy orientados sobre lo que es el uso gradual de la fuerza: Dialogar; advertir; disuadir; actuar; con la vara policial normal si se es agredido; gases lacrimógenos, si la turba es insoportable o incontrolable; buscar a los jefes del motín (tan importante) y solicitarles su cooperación y control pacífico del suceso, etc.

Lo último, un arma de fuego, y la escopeta, ojo, ojo, es un arma de fuego.

A los quince años en un colegio militar me enseñaron el lema del arma responsable a quien la porta: ‘No me saques sin razón ni me guardes sin honor’.

¿Fueron usadas honorablemente las escopetas en Bocas del Toro? Los muertos, los ojos ciegos o tuertos lo niegan.

*ABOGADO Y MILITAR RETIRADO.

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