• 25/03/2014 01:03

Panamá - país de contrastes

... el ítem individual de mayor venta... es la tarjeta de prepago, el segundo la cerveza y el tercero el queso amarillo...

Panamá es un país de contrastes de toda naturaleza, en realidad, somos dos Panamá encerrados en un istmo.

Solo lo demuestra el hecho de que por los últimos años hemos mostrado la económica más dinámica de este Pueblo de América, ya que nuestra tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto está entre las mayores a nivel mundial. Sin embargo, estamos entre los países de peor distribución de riqueza en el mundo, pues, ese notable crecimiento no permea hacia las clases más necesitadas.

Así que somos dos Panamá; la de los que tienen casi todo y la de los que no tienen nada o casi nada. Ambas Panamá viven a pocos pasos una de la otra; más, no se hablan, no se conocen, no se entienden, pareciera que cada una estuviese en distintos continentes.

Una situación que a todas luces causa un grave riesgo a nuestra estabilidad social el día en que nuestro pueblo despierte de su anestesia social, evento que la Historia demuestra que inexorablemente sucederá, de persistir esta situación de desigualdad social. No me cansaré de repartirlo hasta que salgamos de nuestro letargo civil y evitemos ese desastre social.

Hay otras evidencias de contraste social, como las que muestran los resultados de las encuestas sobre la popularidad de nuestros gobernantes. Las respuestas sobre popularidad de nuestro presidente indican históricos altos grados de aceptación. Más, ese mismo pueblo expresa que existe ausencia de transparencia en su gestión de gobierno e igual manifiesta percepción no favorable sobre la existencia de corrupción y sobrecostos en contratos de la Nación.

¿Qué mayor contraste queremos? ¿Quién entiende a nuestro pueblo? ¿Querrán decirnos que ausencia de transparencia en gestión gubernamental, percepción de corrupción y supuesta práctica de sobrecostos en contratos concedidos por el Estado son criterios de buen gobierno? No lo comprendo.

Otro aspecto conflictivo. Últimamente, se ha establecido la nueva tendencia de medir el ‘Grado de Felicidad’ de los pueblos. Desconozco los criterios que utilizan los encuestadores, pero los resultados de esas ejercicios de opinión pública pertinentes a nuestro Panamá, me confunden. Ellas muestran que los panameños estamos entre los pueblos más felices del mundo.

¿Cómo compagina esa felicidad con lo que veo todos los días en televisión, escucho en la radio y leo en los diarios, noticias plagadas de eternas quejas y protestas de ese mismo pueblo sobre su disconformidad ante la falta de atención a sus necesidades básicas (salud, agua, recolección de basuras, alto costo de la vida, transporte público, tranques vehiculares, miedo y creciente inseguridad personal). ¿Cómo puede ese mismo país estar entre ‘los países más felices del mundo’, ante tantas quejas y protestas? ¿Qué le pasa a nuestro pueblo? ¿Cómo se explican estas incongruencias?

Y, aún, como si fuera poco, ese mismo pueblo, que se queja y protesta con vehemencia sobre el alto costo de la vida, se gasta tres mil millones de dólares al año en ‘chinguía’ y caballos, ¿cuántos hospitales, escuelas y múltiples mejoras al bienestar social se lograrían con ese monto desperdiciado? Pero, más deplorable es el hecho de que nuestro gobierno promueve el juego de azar. Basta observar la proliferación de casinos y garitos en todo el país y lo más socialmente irresponsable, que el gobierno permite su ubicación en barrios de personas de recursos limitados.

Eso es un crimen social, que no tiene perdón de Dios. ¿No es que la ley que permite casinos y garitos había sido promulgada para solo promover turismo y limitaba su instalación en hoteles dedicado a ese fin? Ha resultado otro cuento más de nuestros políticos y gobernantes.

Igual, ese pueblo, que no pierda oportunidad para protestar por el alto costo de la Canasta Básica Alimentaria, está entre los de más alta penetración de telefonía celular a nivel global, con un promedio de casi tres celulares por persona (el ítem individual de mayor venta en los supermercados es la tarjeta de prepago, el segundo la cerveza y el tercero el queso amarillo). ¿Cómo explicar ese contraste? ¿Quién entiende a nuestro pueblo?

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