• 18/04/2014 02:00

Los niños que no aprenden

De la vida en las escuelas

Iniciaron las clases. Niños y niñas corren por doquier, el bullicio estremecedor denota energía infantil, esa que no se cansa. Ya en aula, otro es el escenario. Sobre los pizarrones, tiza en mano, los docentes hablan, explican, subrayan nombres gramaticales y fórmulas matemáticas, que los niños parecen ser las cosas más complejas, y en efecto lo son.

La niña Juanita, de segundo grado, ha recibido un duro regaño, un castigo de su madre: ‘no verás más cómica’. El padre, más alejado de la ayuda que estos infantes requieren, ha tenido más paciencia, aunque también ha manifestado su reproche. Le ha dicho que ‘no habrá más juguetes’. Ir a la escuela y regresar a casa para escuchar los sermones de regaños, configura en la mente del alumno (y Juanita es solo uno de los ejemplos), el mensaje de que la escuela es para aprender y que esto conlleva obligaciones difíciles que podrían, según como se administre este proceso complejo, reprimir el interés y opacar las motivaciones. La escuela se convierte en una carga, no en una satisfacción como debe ser.

A un mes de iniciadas las clases la maestra había dicho a la acudiente que Juanita tiene problemas; que no responde en la clase y que tendría que ubicarla entre los niños de ‘bajo rendimiento’. ¿Cuál será el problema?, se pregunta la madre desesperada, si durante los dos primeros grados era una niña de buenas calificaciones. Se propuso encontrar y resolver el problema, dar a la pequeña la oportunidad de superar las ‘limitaciones’.

Lo primero fue ir con el psicólogo. Se le hace la prueba WPPSI, escala Wechsler de inteligencia, el test de matrices progresivas de Raven y el test psicopedagógico Lempira. Resultado: todo salió bien. Aún así, se insistía en el poco progreso, en la falta de adaptación. Entonces, se pensó que el problema podría ser la falta de comunicación y de ayuda en el hogar. Se atendió esta posibilidad, pero tampoco fue la respuesta, como tampoco lo fueron las otras medidas tomadas. Pero, entonces, ¿cuál era el problema real?

Queda para la reflexión y para la política educativa el problema no solucionado. Como docente insistimos en que las dificultades de aprendizaje no solo se ubican en el que aprende, aunque en mucho casos es así; las dificultades podrían estar en el que enseña; en el convencimiento y desarrollo de su método. Esto lo saben bien los pedagogos.

Los gabinetes psicopedagógicos en las escuelas, en los niveles de primaria y básica, pero que casi no existen, son cada vez más necesarios, pero no solo para los ‘estudiantes problemas’, como se le conoce a quienes presentan conductas de conflicto en su sentido más general, sino para toda la comunidad educativa; esto es, estudiantes, educadores y padres de familia. Es un asunto de responsabilidad compartida y de mediación responsable en el proceso educativo de todos aquellos factores que inciden en la formación de la niñez panameñas. Así, los ‘niños y niñas aprenderán bien’.

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