• 02/07/2014 02:00

Políticos y periodistas en las redes sociales

La relación entre los políticos y los periodistas al despuntar las repúblicas en América Latina fue muy estrecha

La relación entre los políticos y los periodistas al despuntar las repúblicas en América Latina fue muy estrecha. Tanto en Panamá, como en el resto de las incipientes democracias que salían de la colonia, los medios de comunicación existentes tuvieron el papel de hacer circular las ideas liberales o se constituyeron en el ágora de las pugnas ideológicas, entre quienes abogaban por un continuismo y aquellos que representaron la renovación.

Era difícil, en ocasiones saber qué papel jugaban los actores de la realidad sociopolítica. A menudo, quienes ejercían de editores de los periódicos, pasaban a dirigir la administración del Estado o estaban en la otra esquina del quehacer de los funcionarios y eran perseguidos por éstos. De allí surgió un clima de mutua suspicacia, que aún hoy se mantiene, sobre todo, ahora que ambas profesiones están muy delineadas con sus respectivos objetivos.

Este perfil diferenciado en ambos quehaceres, presenta en la actualidad, un cambio significativo relacionado con las audiencias que los dos necesitan. Tales destinatarios buscan la información, opinión e ideas que se desdibujan desde aquellas fuentes, pues están ‘perdiendo el centro, periodismo y política en la era de las redes sociales’, apunta Gumersindo Lafuente, quien brindó una conferencia auspiciada por el Instituto Latinoamericano de Estudios Avanzados (ILDEA).

El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, apuntó que aún hay políticos que se ven a sí mismos como ‘centro del aparato de la democracia’, sin saber que el entorno está cambiando, así como los instrumentos que la sociedad utiliza para conocer sobre el acontecer y que le permiten involucrarse de una manera más efectiva en la vida cotidiana.

El objetivo del conferencista fue delinear una panorámica sobre la permanencia de los políticos y periodistas en la perspectiva de un ámbito público, dominado hoy por el surgimiento de las redes sociales y cómo este escenario, modifica las prácticas, las herramientas y estrategias utilizadas en ambos contextos para llegar a la población y darle coherencia al discurso respectivo.

Un segundo propósito era explicar el porqué del fracaso de las encuestas en el contexto de un proceso eleccionario con características muy particulares este año.

Lafuente en su diagnóstico inicial, dijo que ambas disciplinas están en una perspectiva donde han cambiado las reglas del juego. Además, aspectos tan centrales como pasar de la unidireccionalidad del esquema de la comunicación y por tanto el dominio del emisor, hacia la posibilidad —más que esperar la reacción del destinatario— de la revolucionaria capacidad de este último, en generar sus propios mensajes a partir del estímulo recibido.

‘Algunos partidos se están convirtiendo en dinosaurios’; hay una ‘nueva especie de negocios digitales, que son como ardillas frente a los grandes medios’, planteó el expositor. Y luego de analizar la incapacidad de los dos protagonistas de sus referentes en saber auscultar con eficiencia la naturaleza real de sus públicos, argumentó la opción impostergable de hacer un ‘gran salto’; pero enfatizó que lo importante es conocer ‘dónde vamos a caer’.

Este experto, que laboró en el diario El País, planteó la indeclinable ruta de utilizar nuevas herramientas, pero con un enfoque renovado de ética y responsabilidad, que deben tener en cuenta los grandes medios y también la política. Al final dio 21 lineamientos para hacer útil y rentable el periodismo.

La conferencia de Lafuente pudo desarrollarse como talleres, de manera más amplia, profunda y didáctica; pero el formato utilizado no varió la validez de su lucida introspección en este doble paisaje y la precisión de sus enfoques.

Periodismo y política requieren una reingeniería cuya respuesta esbozan las redes sociales, que sin sofisticados recursos económicos, dan nuevo significado a la capacidad comunicativa de las masas, tantas veces obviada o menospreciada paradójicamente por los centros de poder.

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