• 08/07/2014 02:00

Los cambios en el mundo

Pocos quieren comprender lo que han significado los cambios que se están dando en el mundo y su impacto en nuestro país

Pocos quieren comprender lo que han significado los cambios que se están dando en el mundo y su impacto en nuestro país. La globalización acompañada por el avance y popularidad de las redes sociales nos han acercado más a las naciones. Hoy, vía Twitter, seguimos lo que ocurre en cualquier lugar, inclusive interactuamos con nacionales de cualquier nación. Por Facebook el contacto es más personal y más amplio. Y el satélite ha puesto las noticias de cualquier rincón del mundo en tiempo real a cualquier distancia.

Ese acercamiento ha hecho que las preocupaciones de países distantes nos lleguen, y naciones amigas sigan con interés nuestra conducta en temas que a todos preocupan. Ejemplo, nuestra política frente al narcotráfico, nuestra política ambiental, nuestra política frente al lavado de dinero y, últimamente, nuestra política frente a la corrupción. Hay otros temas que también son vigilados, como la trata de blancas, el negocio de venta de órganos humanos, el trabajo infantil, etc. Lo que quiero decir, es que no somos ni isla ni tan soberanos, como para asumir políticas contra la corriente del mundo desarrollado.

En ese marco, hablemos hoy de uno de los temas: la lucha contra la corrupción. En Panamá, los panameños hemos asumido por años que la corrupción era parte del ser funcionario. Se asumía que todo contrato ‘grande’ llevaba una coima incluida, para el panameño el que llegaba a ser funcionario por elección o designación dábamos por un hecho que saldría mejor económicamente que lo que un simple salario le representaría. Así, la casa del honorable representante terminaba al final de su periodo siendo la mejor del corregimiento, ministros cambiaban carro, casa, compraban casa de playa y otros lujos durante su gestión y ni hablar de presidentes y diputados.

El nivel de corrupción, lamentablemente, ha llegado a la Fuerza Pública, al funcionariado en general, a todos los estratos y, por supuesto, con una alta complicidad de la empresa privada. No se escapan periodistas, médicos, profesionales, educadores. En un ambiente donde el juegavivo es practicado y aceptado, es difícil escapar a la corrupción. Los últimos tres gobiernos han llegado al poder con un compromiso de acabarla, desde el ‘cero corrupción’ de Martin Torrijos (burla al pueblo) al ‘entran limpios y salen millonarios’ de Martinelli (burla 2). Pero, por primera vez creo yo, el compromiso de Juan Carlos Varela parece más que sincero, real. Es por eso que le doy varias ideas personales para reducir la corrupción.

Primero, a los diputados se les reduce, si se cambia la Constitución y se prohíbe la reelección de diputados. Que tengan que saltarse al menos un periodo. Y a ellos mismos, aunque se mantengan las partidas circuitales, se deben manejar a través de la institución encargada del tema que quieran resolver.

A los contratistas y licitantes advertirles que, si se descubre sobreprecio o coima, no podrán trabajar para el gobierno nunca más. Igualmente, aprobar por ley que todo aquel licitante que demuestre que se le ha pedido coima, se le adjudicará el contrato al valor real de costo sugerido por el presupuesto de la entidad y presentar cargos al Ministerio Público contra el funcionario denunciado.

Llevar en todas las instituciones un control de seguimiento de los trámites solicitados por los usuarios, de forma que se detecte fácilmente cuando un trámite es retenido para cobrar por su agilización. Este seguimiento debe estar accesible al contribuyente, quien así sabe por dónde circula el documento o resolución que espera.

Evitar las contrataciones directas, eliminar la contratación por mejor valor y hacer todas las compras por licitación al mejor precio. Para ello, las licitaciones tendrán dos etapas, la etapa de calificación de propuesta, verificando que lo que se ofrece cumple con las especificaciones y luego la apertura de los sobres de precio entre las precalificadas. Tenemos que trabajar con especial transparencia las compras del Estado, sea el gobierno central o institución descentralizada.

Para los países desarrollados, desde EEUU hasta la Unión Europea, Panamá tiene que hacer algo para reducir y eventualmente erradicar la corrupción en el Estado. No solo bonitos eslóganes, sino actitud real contra la corrupción. Hoy, nuestro sistema judicial parece impregnado de corrupción, desde juzgados, tribunales y la propia Corte Suprema de Justicia. Fallos tienen precio y se cobra hasta para dilatar fallos. ¿Seremos los panameños capaces de vivir en un país honesto?, ¿podremos realmente acabar con los sobreprecios, las licitaciones amañadas, las compras directas? Por más pesimistas que seamos, hagamos al menos el esfuerzo, con un gobierno al que, al menos yo, creo que quiere luchar contra ella.

ANALISTA

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