• 20/08/2014 02:00

Rendición de cuentas ante la Asamblea

El espectáculo que vimos durante la citación al Pleno del primer funcionario, dejó mucho que desear

No es mi intención defender a ningún servidor público llamado a rendir cuentas ante el Pleno de la Asamblea Nacional, mucho menos a funcionarios del pasado régimen quienes anteriormente, gracias a una mayoría legislativa que los protegía, nunca fueron obligados a explicar sus actuaciones oficiales. Ahora, gracias al cambio en la conformación política de la Asamblea, han comenzado a desfilar algunos funcionarios para aclarar las acciones u omisiones cuestionadas, que antes no tenían que justificar. Pero, por lo observado recientemente, el tono personalmente agresivo de las preguntas hechas parece estar motivado por el ánimo de la revancha política, más que por el genuino interés en esclarecer y registrar oficialmente actividades que no deben repetirse.

Es evidente que la Asamblea puede citar a ministros y directores para que ‘rindan informes verbales o escritos para conocer actos de la administración’, y puede constituirse en sesión permanente ‘todo el tiempo necesario mientras no haya agotado el tema que la motiva’. El debate se desarrollará en base a un cuestionario escrito y específico preparado de antemano y ‘no podrá extenderse a asuntos ajenos al cuestionario específico’. Eso significa que el cuestionario que deban preparar los diputados deba ser diligentemente elaborado, con todos los aspectos concretos que deban ser aclarados durante la comparecencia del funcionario. Hay sobrado tiempo para esta preparación; los diputados cuentan con muchos profesionales idóneos y técnicos competentes y un presupuesto de B/.117.0 millones hace un año, que les permite contratar a los mejores asesores del país.

De hacerse así, el funcionario citado conocería de antemano los detalles específicos sobre los que será interrogado, sin verse sorprendido con preguntas que exigen un conocimiento puntual sobre aspectos no incluidos en el cuestionario que recibió.

El espectáculo que vimos durante la citación al Pleno del primer funcionario, dejó mucho que desear, porque se convirtió en un escenario donde muchos diputados evidentemente perseguían mostrar lucidez ante sus electores. El funcionario citado fue víctima de una incongruencia al exigírsele explicar detalles puntuales y concretos sobre aspectos específicos no incluidos en las once preguntas generales que le fueron enviadas de antemano. Las preguntas puntuales pudieron haber sido incluidas en el cuestionario elaborado anticipadamente por los propios diputados, permitiendo preparar cada respuesta con todo el detalle que luego ellos exigieron el día de la comparecencia.

Por otro lado, habiéndose declarado el Pleno en sesión permanente, nada impedía continuar la sesión cuantos días adicionales fuesen necesarios para responder todas las dudas y cuestionamientos de todos los diputados. En cambio, la sesión terminó sin haber desmenuzado el tema como esperaba la opinión pública.

Cierto que en cinco años no se pudo lograr lo que ahora se puede. Pero es necesario que la rendición de cuentas se haga bien para ilustrar a la opinión pública y airear hechos que no deben volver a ocurrir. No se trata de que los diputados puedan lucir sus dotes histriónicas, sus floridas catilinarias y su valentía política con bravucones golpes de pecho. Se trata de dejar al descubierto prácticas y acciones que no deben ocurrir nuevamente y de dar una lección a los funcionarios sobre el cumplimiento de deberes y obligaciones en los cargos públicos.

El apasionamiento es natural en un Órgano político como la Asamblea, pero la investigación, para resultar en una experiencia aleccionadora que impida la repetición de conductas semejantes, debería ser conducida con la frialdad de un bisturí manipulado por expertos y no con machetazos desordenados en manos aparentemente no preparadas. En eso fallaron algunos de los actuales diputados y ojalá corrijan el rumbo para satisfacción del pueblo y ejemplo del mundo que los mira.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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