• 08/10/2014 02:00

Una voz de noventa años

‘Don Víctor (Martínez Blanco) siempre estaba con un proyecto diferente en su mente. (...), le atraían las iniciativas.

La radiodifusión no existía en el país durante la década de los años 20 por causa de las especiales relaciones de Panamá con Estados Unidos; pese a que ese medio ya se iniciaba en la región centroamericana. En este contexto, nació en 1924 don Víctor Martínez Blanco, quien desde su juventud empezó a despuntar en la incipiente evolución de las ondas hertzianas locales.

En una pequeña casa, según dicen en Pueblo Nuevo, ciudad capital, Radio Continental se inició hacia 1940. Orlando Mocci y Martínez Blanco producían un programa de variedades, denominado ‘Atracciones continentales’, que se grababa en el teatro Edison. Allí, el adolescente se vio obligado a tomar el micrófono para empezar una carrera que duró hasta su reciente fallecimiento, casi a la edad nonagenaria.

Su nombre, como casi ningún otro, ha estado ligado permanentemente a los medios audiovisuales en Panamá. Al inaugurarse el primer canal de televisión, adelanto tecnológico del consorcio RPC, este entusiasta animador le dio estructura a los programas en vivo, sobre todo con la participación del público, testigo de las transmisiones en el pequeño garaje convertido en estudio en el barrio de Calidonia.

Era un hombre de un ardor creativo, lleno de ideas, locuaz y de pronunciación con una casi perfecta articulación, lo que le hacía criticar con sabiduría a aquellos locutores ‘media lengua’ que se iniciaban en ese medio y que, por lo general, no se les entendía qué decían cuando estaban al aire. Esta característica le daba mucha versatilidad y sobre todo capacidad para dialogar con diferentes tipos de interlocutores.

Don Víctor siempre estaba con un proyecto diferente en su mente. Por lo general, le atraían aquellas iniciativas que ponían a los jóvenes en el protagonismo y muchas veces que cruzamos conversación, esbozaba sobre una nueva campaña, el trabajo que incitara las capacidades de niños y adolescentes para potenciar sus fortalezas.

En aquella época en que trabajé en el Ministerio de Gobierno y Justicia a cargo de la responsabilidad de organizar seminarios para candidatos a la licencia de locutor radiofónico; él, a menudo brindaba consejos y participaba en algunos talleres o en encuentros con profesionales.

A pesar de su inventiva y humor permanente, tenía un carácter a veces inflexible por sus convicciones y fui testigo, al menos en un par de ocasiones, de episodios que lo llevaron a la irritabilidad. Aquí había que verlo crispado con el rostro enrojecido y expresar con mucha claridad sus razones.

La primera, relacionada al empresario, propietario de un conocido almacén de ropas, con quien sostuvo un diferendo relacionado con asuntos publicitarios que le llevó a enfrentarse con su oponente en las oficinas de la Dirección Nacional de Medios de Comunicación Social y cuadrarse, mientras le invitaba a liarse a los puños.

La segunda oportunidad fue con los residentes en el edificio donde estaba ubicada la antena de su emisora Stereorey. Por asuntos de interferencia, los inquilinos se habían quejado y el presidente de la junta directiva del inmueble se vio obligado a llevar adelante la acción legal y a enfrentarse al radiodifusor, casi a golpes en la sede ministerial.

Después de consolidar su programa Sábados con Martínez Blanco, transmitirlo en varios medios audiovisuales y verse obligado a asilarse por una broma con una piña y Noriega, regresó al país con su deseo de fortalecer el espacio de televisión y terminó su carrera en la cadena audiovisual del Estado. Allí bosquejó varios proyectos que han quedado inconclusos.

Él dejó muestras de un trabajo digno, profundamente mediático. A veces contó con el respaldo de anunciantes y en otras no; aún así, siempre fue consecuente con sus principios y una información respaldada por la calidad. Tenía también fórmulas para enriquecer moralmente al individuo y la cultura nacional.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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