• 20/10/2014 02:01

Medios de comunicación y el lado ciego

Con lo del tema del ébola hay que tener cuidado. Nos han estado tratando de distraer. Por alguna razón y no entiendo quién o quiénes.

Con lo del tema del ébola hay que tener cuidado. Nos han estado tratando de distraer. Por alguna razón y no entiendo quién o quiénes. Los medios, tanto nacionales como los internacionales, se han sumado decididamente a esa distracción. Con eso no quiero decir que no hay que prestarle atención a estas amenazas a la salud pública, pero hay evidencias concretas de que no es para infundir el pánico que se ha creado ni mucho menos estigmatizar a un grupo racial en particular como los medios han llevado a la población a concluir. Pocos medios, con mucha responsabilidad y seriedad, han hecho esa advertencia.

El periodista James Ball en ‘The Guardian’ señala que: ‘No es el desastre que mucho temen que pueda acabar con la especie’ (‘It is also not the species-ending disaster some fear it could be’.). El pasado 13 de octubre, Karl Zimmer publicó un artículo en la sección de salud del New York Times en donde reportó: ‘He estado consternado por algunas de las especulaciones que se dicen por allí sin sentido alguno’, dijo Edward Holmes, biólogo de la Universidad de Sydney en Australia. ‘Entiendo por qué la gente se pone nerviosa sobre esto, pero como científicos tenemos que ser muy cuidadosos, no alarmista’. En el portal Cubadebate, Adam C. Levine, profesor adjunto de Medicina de Urgencia de Brown Medical School, que en la actualidad trabaja en Ruanda, manifestó que ‘Deberíamos preocuparnos por el ébola, pero no por la amenaza que puede suponer para Occidente, sino por lo que dice sobre el estado actual del sistema sanitario en África y sobre muchos otros recursos limitados en todo el mundo’.

Estos ejemplos sustentan la de muchos otros expertos. Lo que está definiendo la situación del ébola es la necesidad de que tengamos mucho más cuidado en la importancia que le damos a lo que dicen los medios y los que se suman a su juego.

En pleno inicio del siglo XXI de la era moderna no hay discusión de que la humanidad ha superado cientos, sino miles, de amenazas a la preservación de la especie (incluyendo las guerras que esa misma humanidad ha librado contra ella misma). Pero con solo mirar el área de la medicina, por ejemplo, lo logrado en las últimas décadas, después del fin de la Segunda Guerra Mundial, ha podido alargar la vida de muchos; quisiera yo pensar que con el fin de ayudarnos los unos a los otros. Pero la realidad no necesariamente ha sido esa y la discusión sobre distribución de medicamentos para salvar (y alargar) la vida de los menos afortunados es ‘harina de otro costal’ como señala el dicho.

En un mundo tan diferente, en sus más cercanas esquinas, es difícil que podamos mejorar las condiciones de supervivencia de cada individuo. No es cierto que ‘cada niño viene con su pan debajo del brazo’; mucho menos que la calidad y cantidad de panes sea igual. La gran mayoría de los que han nacido en los últimos cinco minutos, tendrán que librar la batalla por la subsistencia cotidiana. Cada generación con más dificultad que la otra, por la simple razón de que las riquezas a nivel global, manejadas por un puñado de personas, no son distribuidas equitativamente.

Un sinnúmero de factores incide en que esa repartición no se dé y a estas alturas los conflictos se acentúan, las desigualdades son más enfáticas y la discriminación en todas sus formas predomina; más visible en algunas regiones, más sutil en otras e igualmente, más perversa para el desarrollo humano en todas. La discriminación racial es el eje principal de los males que aquejan a todas las sociedades. A eso se refería el doctor Levine sobre el estado sanitario existente en África y, diría yo, que es aplicable a otras regiones alrededor del mundo en situaciones de riesgo sanitario.

Hay un lado ciego en todo esto, así como cuando el mago te distrae con una cosa para sorprenderte con otra. O simplemente para que no te enteres de qué otro asunto se está cocinando. Y los conglomerados mediáticos construyen sus campañas de engaños, artificios, medias verdades y mentiras para servírnoslas como de cuidado.

Prestemos atención a los titulares minúsculos de los diarios; esos que escriben con letras pequeñas. Hay algo allí que tal vez debemos atender con mayor premura.

COMUNICADOR

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