• 03/12/2014 01:01

¿Qué come la gente en Panamá?

Las últimas encuestas Panamá Opina, publicadas en septiembre, colocaban el tema de la canasta básica como el asunto de mayor gravedad.

Las últimas encuestas Panamá Opina, publicadas en septiembre, colocaban el tema de la canasta básica como el asunto de mayor gravedad y al cual la gente da más importancia. Dar los tres golpes es un privilegio que parecemos tener algunos panameños y no la mayoría. Todas las regiones del país cubiertas por el ejercicio de opinión de la encuesta, coloca el asunto de la canasta básica por encima del noventa por ciento. ¿Será que la tendencia de las encuestas marca y coloca sistemáticamente este asunto en el marco de la cotidianidad del panameño?

Los medios de comunicación reportan a diario las fluctuaciones del costo de la canasta básica. Ayer nos informaron que cuesta diez y siete dólares más que el año pasado. Lo cierto es que los precios de los alimentos cambian de precio —hacia arriba— de manera permanente.

Los medios insisten y los políticos repiten que Panamá está entre los países más ricos, pero ninguno de ellos habla de lo que la gente en Panamá se pone en la boca y lo que paga por ello.

Esta semana visité la farmacia de la Caja de Seguro Social para retirar unos medicamentos. Atravesé el puente peatonal sobre la Transístmica entre un laberinto de ventorrillos de comidas: chicharrones, hojaldres, carne frita y un montón de vísceras envueltas en un olor a aceite agrio. Platones de pixbaes, sopas de carne de dudosas procedencias, changas y buñuelos. Toda a dólar.

Los olores de los aceites se mezclan con otros de las calles, trayendo a mi memoria la expulsión de los matarifes en 1593 del puente Vecchio, en Florencia, por los Mannelli. Por estos lados y en estos tiempos no hay quien expulse a la informalidad de estos puentes ni autoridad que saque la hediondez de la basura en calles de la ciudad. La regulación de los precios de los alimentos en Panamá no existe, porque no hay interés en ello.

Paradójicamente lo que se vende camino a los hospitales es precisamente la oferta que llevará a la mayoría de los panameños a enfrentar los problemas de obesidad y malnutrición. ¿Pero a quién le importa eso? Total, el que no se muere de un infarto lo hará con jarabes alcoholados, colonizado por la KPC o cualquier bicho que logre crecer en cualquier recinto nosocomial de carácter estatal.

En el segundo país más rico del planeta la gente come basura, los políticos se desafían y aspiran ser elegidos entre rumores de chantajes sexuales, tráfico de drogas, balas y toda clase de crímenes. Los estudiantes se organizan en pandillas en los colegios.

A Panamá le falta más que plata, le falta educación, compromiso de las instituciones; y a los políticos, elevar la educación y hacer más accesible los alimentos para producir una sociedad educada y con gente sana. A Panama le faltan políticos y administradores éticos comprometidos con la vida y las oportunidades.

Las elecciones de los candidatos impugnados pasaron y las mismas encuestadoras afirman que los ganadores de los comicios serán aquellos que tengan capacidad de embobar al electorado con mágicas propagandas.

La contienda política estará carente de propuestas de administración del Estado y estará también lejos de proponer un esquema que permita a la gente comer mejor, estar mejor educada y no morir en el intento.

Panamá no necesita cintas costeras con luces led ni tarjetas ‘panapass’. Panamá necesita transparencia en la elección de contralores y del procurador. Panamá necesita instaurar el desarrollo sostenible como práctica, equidad, redistribución de la riqueza y el compromiso ético de los políticos.

INGENIERO

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