• 06/12/2014 01:00

Corrupción y sistema electoral

En el caso de las diputaciones, en las que más ampliamente se ha institucionalizado ese clientelismo

El pueblo sufre la corrupción y el engaño, aunque esta colectividad llamada ‘pueblo’ no percibe, necesariamente, estos males en su real afectación y magnitud. Hay un ‘no me importa’ un tanto generalizado. Más cuando estas —la corrupción y el engaño— vienen de los que manejan el poder político cuyo ‘salpiqueo’ clientelista les permite verse doblemente favorecidos: engañan, distraen, obtienen poder y se quedan con el resto del dinero. Si esto no es en todos los casos, sí lo es en muchos.

En el Panamá de hoy ¿cuáles son los hechos? La caja de Pandora se ha abierto con la investigación del Ministerio Público en suma que supera los 800 millones (mediados de noviembre) en su mayoría, 752 millones, ubicados en la entidad llamada a realizar el financiamiento social de Estado, el PAN. Pero las denuncias, y el silencio del ministerio encargado de perseguir el delito, venían de atrás. Todo hace indicar, y así lo siente la ciudadanía, que las cifras son muy superiores y muchos son los funcionarios implicados. Es posible que al salir esta publicación hayan nuevas novedades.

En efecto si ya son once millones los cautelados al exdirector del PAN y bienes al ex ministro de Desarrollo Social, quedan abiertas interrogantes respecto a la relación del dinero, que supera los mil millones, con el modelo electoral panameño, el que se ha venido presentado como el ‘más avanzado de la región’, un ‘modelo a seguir’. No obstante que ahora se revela su verdadera naturaleza, su debilidad e insolvencia y sus grandes baches que dan pie al juegavivo de la política y de los políticos.

Por ejemplo, ¿cuántos de esos millones están en las reelecciones, en las curules de la Asamblea Nacional, en las representaciones de corregimientos y en las alcaldías? Y no solo, aclaremos, en quienes fueron impugnados y convocados a un nuevo proceso electoral (más de una docena), porque las distribuciones de beneficios fueron generalizadas, y aunque podría alegarse discriminación, cierto es que no quedaron por fuera los opositores; en esto hay contadas excepciones.

Se trata de una cultura política muy asentada que permea, incluso, a la población y por ello no son extraños los resultados de los comicios donde los impugnados repiten el triunfo electoral. En todo esto, de la índole del sistema político y del modelo electoral, hay mucho de deformación intencionada. De hecho, con las reparticiones de pingües beneficios que llevan a cabo los candidatos, principalmente los que ya ocupan los cargos, y cuya reelección logran con los recursos del Estado, el clientelismo presiona en los juicios de valor que pesan significativamente en la voluntad del votante. Sea por ‘agradecimiento’, o por espera de nuevas contribuciones, u otra razón, lo cierto es que el uso de los dineros públicos y el mismo clientelismo actúan sobre las mentes ciudadanas, las absorbe en una dirección que determina, o mínimamente influye, sobre el triunfo electoral. De esta realidad no hay ignorancia en el Tribunal Electoral.

En el caso de las diputaciones, en las que más ampliamente se ha institucionalizado ese clientelismo, poco importa el trabajo realmente legislativo, importa más bien el repartimiento de bolsas de comidas, materiales de construcción, línea blanca, becas, efectivo, en fin. Sabiendo esto, la mortificación del diputado no está en presentar buenos anteproyectos de leyes, sino en cómo recibe las partidas para incursionar en las comunidades y, de paso, incrementar salario con esas mismas partidas. Pero más aún, si no lo hace la población sanciona, imputa que ‘no se hace nada’. Esa es una realidad que no se puede, como el sol, ocultar con la mano.

*DIRECTOR DEL IDEN, UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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