• 22/12/2014 01:01

Podemos no podrá con España

‘... ni siquiera Podemos ni Pablo Iglesias, con el ruido que arman, podrán conseguir que España regrese al oscurantismo social

Si existe un fenómeno sociopolítico que suscita interés en España y en Europa (y también en América Latina) es el de Podemos y su carismático líder, Pablo Iglesias, desde su irrupción en las elecciones de la primavera pasada al Parlamento Europeo en que consiguieron la importante cosecha de más de un millón doscientos mil electores.

Es justo, en primer lugar, y debe ser la premisa preliminar, destacar las causas que han provocado la emanación Podemos: una crisis económica durísima que ha golpeado a todos los sectores, pero de forma especial a las clases medias que configuraban hasta hace pocos años la radiografía social más notable de España; un deterioro apresurado del país; una resolución de los problemas por los gobernantes que ha de calificarse como liosa en líneas generales; una permisividad ante los desmanes de parte de la gran banca que ha ideado y consentido, por ejemplo, las denominadas inversiones en Preferentes, que ha dejado literalmente en la ruina a numerosas familias de humildes ahorradores de la noche a la mañana.

Y en los últimos meses, el destape en España de numerosos casos de corrupción política y administrativa que provocan el estupor del ciudadano común, tanto por la proliferación de los sumarios como por su dimensión en dinero contante y sonante.

La población está indignada, no da crédito a lo que se entera en los medios; ha perdido la paciencia y comprueba con terror no solo su empobrecimiento general, sino que su bien más preciado —sus hijos o nietos que tienen entre veinte y cuarenta años— se ven abocados a emigrar al exterior, como sucedió después de la Guerra Civil de 1936-1939. O, en el mejor de los casos, a aceptar un trabajo mal remunerado, de duración corta y sin posibilidades de ascenso. La imagen de las plazas de los pueblos españoles llenas de jóvenes a las once de la mañana, sentados en los bancos, matando el tiempo, en tertulias inacabables sobre los partidos de la Liga de las Estrellas del último fin de semana, constituye una imagen real y patética de la realidad española.

Y de lo anterior, descrito solo mediante unos cuantos esbozos, no tiene la culpa ni Podemos ni su líder Pablo Iglesias.

Dicho lo anterior, hay que decir con la misma fuerza que la irresponsabilidad de Podemos por su discurso catastrofista es manifiesta, y se apoya fundamentalmente en la argucia.

Podemos fomenta la crítica a lo que denomina con desdén ‘Partidocracia’, y se refiere a los representantes elegidos democráticamente como ‘Casta’, apelativo despreciativo donde los haya.

Podemos no reconoce bondad alguna al sistema representativo conocido como democracia, esto es de alarmar. Poco importa que este sea el que ha posibilitado su participación en la última contienda, su respuesta siempre es la misma: ‘El sistema está podrido y hay que colaborar en su destrucción para empezar de cero’.

Podemos es extraordinariamente hábil en ofrecer a los ciudadanos las respuestas que éstos quieren escuchar, esto no es ajeno a la práctica en Panamá. Si les preguntan por la deuda externa, responden que lo mejor es tomar el teléfono y decirle a los acreedores que ‘NO se va a pagar’. Y colgar el teléfono.

El salario universal para todos, de entre 600 y 700 euros, constituye una de las estrellas de su programa, y cuando se les pregunta de dónde sacaría España los 250 000 millones de euros al año que representa su pago, responden con sencillez insultante: ‘Se pagarán con los beneficios de los grandes bancos’. Y se quedan tan frescos, pues esa es la respuesta corta y categórica que buena parte de los españoles desea escuchar.

Con habilidad marcada y un sentido de la mercadotecnia digna de elogio, Podemos se ha apropiado de palabras y frases como ‘decencia’, ‘la gente quiere’, ‘el cielo es nuestro’, y en eso radica parte de su encanto. Algo parecido de lo que ocurre aquí ahora.

Pero vayamos al contrapunto.

Lo que no hace Podemos, de ninguna manera, es celebrar los indiscutibles éxitos del sistema representativo español y de la democracia que nació en 1977, tras el fin de la dictadura del dictador Franco. Y esos éxitos existen, desde luego, aunque ahora no esté de moda ponerlos en valor.

España, me consta, es un país que ha construido un sistema sanitario público (y universal) de una calidad extraordinaria. Enfermarse hoy en España significa que el paciente va a tener a su disposición una serie de medios materiales y personales que resisten escasas comparaciones en otras latitudes. Y ello de forma gratuita, sin que le pregunten en la sala de admisión por una tarjeta de crédito.

La enseñanza pública en España ha contado con un ejército de docentes formados en la vocación al servicio público, tanto en el nivel de estudios de secundaria como en formación profesional y superior. Los mismos líderes de Podemos son profesores de universidades públicas de tanto valor como la Complutense de Madrid, y no hubieran llegado a una posición académica tan envidiable si no fuere por las bondades del sistema educativo español y su política de becas.

Es verdad que existen disfunciones en el diseño de la estructura territorial del Estado, sobre todo en el caso del País Vasco y Cataluña. Constituye uno de los desafíos más urgentes e interesantes que debe abordar España en los próximos años, en mi opinión a través del federalismo. Pero también es cierto que el país prácticamente entero, casi sin distinción ideológica o política, resistió durante más de cuarenta años el ataque de la violencia terrorista de ETA, y supo establecer con firmeza una política de consenso que se reveló como uno de los éxitos hasta obtener la derrota política de ETA. ¡A ver qué país resiste el desafío de más de un millar de muertos sin doblar la rodilla!

Uno de los éxitos de la democracia española de las últimas décadas representa la aceptación de las opiniones ‘del otro’ como una opción legítima y que enriquece el sistema en su totalidad. La historia demuestra que la convivencia pacífica entre los españoles no ha sido sencilla de construir. Viene España de una Guerra Civil, hace 80 años que provocó millones de exiliados y más de un millón de muertos.

Paradójicamente, lo que resulta menos atractivo de Podemos, desde el punto de vista de la crítica política y académica, es su incapacidad para aceptar el disenso, el punto de vista del rival, del adversario, ¡la tolerancia!

Sus líderes, solo quieren hablar de lo que ellos piensan de las cosas, demuestran ser insensibles al argumento de los que piensan de forma diferente. Los descalifican sin desmayo y ante el aplauso de los que ni son demócratas ni se reconocen en la democracia. En el fondo, eso representa su gran debilidad.

España, pese a todos sus problemas, ya no es el país en el vagón cola de la locomotora de Europa Occidental. Y no existe una desgracia tan extrema que, por sí misma, pueda llevar a una gran nación a la desesperación y al fracaso. Y ni siquiera Podemos ni Pablo Iglesias, con el ruido que arman, podrán conseguir que España regrese al oscurantismo social, político y económico.

¡CONGRESO 2015!

EMPRESARIO Y MIEMBRO DEL PRD.

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