• 28/04/2015 02:00

De las ULAPS a los supercomplejos (II)

Volvió la mirada hacia mí como si estuviera falto de juicio. Yo sabía que el loco no era yo

En artículo previo historiamos cómo la Dirección General del periodo 1994 en adelante adoptó la política de crecimiento de infraestructuras priorizando la obra material de construcción y no la oferta simple de servicios que podían ubicarse en una simple casa o chalet. De tal opción constructivista surgieron las remodelaciones nunca bien terminadas de los quirófanos, el enmosaicado de pasillos y el Hospital de Aguadulce con su cuarto piso perdido.

La adopción de tales decisiones primó como hilo conductor de las sucesivas administraciones hasta el momento actual, donde tenemos el problema del ‘elefante blanco' en la vía del puente Centenario, el cual está destinado a crear más problemas que a resolverlos.

De los conocimientos en Salud Pública que me impartieron en la Escuela de Salud Pública de México, recuerdo el consejo de mis profesores que nos advertían que ningún hospital general debe pasar de 500 camas, pues, de caer en ese error, en ese hospital se iban a perder: la vida de los administradores por infarto; la paciencia de los usuarios; las relaciones estrechas médico-paciente; los insumos; los médicos; la paciencia de oferentes y usuarios de los servicios; y se perdería la salud en las angustias de un laberinto hospitalario vulnerable —por su tamaño— a todo tipo de infecciones nosocomiales.

Recuerdo que en una ocasión recibimos la visita de un asesor internacional chileno y lo llevamos a conocer proyectos con las mismas dificultades. Al culminar la visita, le preguntamos expectantes ‘¿cómo califica el proyecto?': A lo cual nos contestó: ‘Yo le pondría cuatro'. Acostumbrados, como estábamos a las ponderaciones de las escuelas que califican en el rango hasta cinco, le preguntamos: ‘¿Le parece tan bueno?'. A lo cual contestó: ‘Le pondría cuatro tacos de dinamita'.

En sustentación de tales criterios de simplicidad le expuse al director general de entonces en una amplia reunión la idea de la sostenibilidad y le hice un parangón: ‘En los tiempos de crisis, las unidades complejas sucumben y la unidades más simples, perduran; así mientras los dinosaurios sucumbieron y los pequeños animales pervivieron. Esa es la idea de la sostenibilidad'. Volvió la mirada hacia mí como si estuviera falto de juicio. Yo sabía que el loco no era yo.

¿Qué hacer entonces con las megaestructuras heredadas? Lógicamente ellas no han de servir de ninguna forma para los propósitos que le corresponden a un genuino hospital de III Nivel. De por sí ya el actual Complejo rebasa por su tamaño los límites de comodidad que le caben a un hospital de III nivel, y es que al mismo se agregan los crecimientos hipertróficos de servicios que deben ubicarse en un IV nivel.

¿Qué es un hospital de IV nivel? Es un hospital dedicado a una sola patología; es lo que en otros términos se les llama Institutos Especializados. Hospitales de IV nivel son en nuestro país el de Salud Mental; el Oncológico; los de niños, etc. Si en un hospital general de III nivel un servicio de especialidad crece demasiado, el hospital que ha gestado ese crecimiento debe parirlo y que se aleje en la forma de una institución de IV nivel. Las mal concebidas estructuras yacentes sobre la vía Centenario deberán reencauzarse para otro tipo de fines, no para atender la cotidianeidad patológica de nuestra población.

MÉDICO

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