• 10/05/2015 02:01

Una figura legendaria

‘... LEE KUAN YEW, ciudadano asiático fallecido recientemente, fue el líder indiscutible de la República de Singapur por 31 años...'

‘De los muertos no se dicen sino cosas buenas', proverbio antiguo.

Hoy escribo sobre la vida y obra de LEE KUAN YEW, ciudadano asiático fallecido recientemente, fue el líder indiscutible de la República de Singapur por 31 años; el caudillo que erradicó la pobreza, el desempleo y convirtió esta Nación en potencia mundial. Nació en 1923. Comienza sus estudios en Raffles College, continuándolos en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Proviene de una madre laboriosa y un padre contratado en la petrolera SHELL. Creció en un ambiente complejo, maltratado por los japoneses que ocuparon su país en 1942, quedando marcado toda su vida, luchando por la independencia de su Patria. Se casó con KWA GEOK CHOO, compañera inseparable. Este gigante de la historia, cambió Singapur; una Nación pequeña, con 707 km2, formada por 63 islas y cinco millones de habitantes, llegando a ostentar las cifras más altas de crecimiento.

Con una economía de características similares a las nuestras —de ahí nace el concepto de ‘Singapurizar' Panamá—, cuenta con un centro neurálgico al comercio mundial, es el tercer centro mayor financiero y el segundo puerto que más mercancía moviliza; desarrolló uno de los aeropuertos internacionales mejores del mundo (Hub de Singapur Airline y Qantas); y se convirtió en un centro de excelencia para la logística, la investigación genética y las finanzas. Los inversores llegan al país en masa, como las más de 1400 empresas alemanas con sede en Singapur.

Así como existen similitudes, nos distinguen grandes diferencias; Singapur es hoy de los primeros países en las listas internacionales de educación, sanidad, transparencia política y competitividad económica. Posee las mayores rentas per cápita del mundo; lo que prueba que los Gobiernos tienen que pagar altísimos costos de impopularidad transitoria, para poder ostentar más tarde balances satisfactorios. Kuan Yew impulsó el trabajo, no los días libres como acá; la educación, no la vagancia, como en estos lares; la industria, no los paros y las huelgas, que además están prohibidas. Gobernó, como debe ser, con mano dura contra el desorden y el crimen.

Si reconstruimos el pasado de este último de los grandes, valoraríamos su trayectoria y perspectiva. KUAN YEW fue un personaje que transformó su país e hizo historia; su personalidad, forma de pensar y gobernar hizo que su población lo respetara y acataba como el patricio máximo, como el guía insuperable. Tuvo simpatizantes y detractores; temido y amado a la vez; de un patriotismo intransigente, forjó una identidad nacional, desde su partido Acción Popular, torciendo el curso de la historia de la Nación. Jamás se divorcio de sus principios, de carácter recio y sin contemplaciones para quienes no compartían su visión. Un día expresó: ‘No impido la competencia política, sino que evito que los idiotas accedan al Parlamento o al Ejecutivo'. Fue un idealista tallado en la misma madera de los próceres, luchadores de imposibles.

Gobernó con mano dura; desde el poder castigó sin tolerancia. Ejecutó ladrones y humilló a quien dejara un baño sucio; las normas eran estrictas y debían respetarse, nadie podía escaparse de ellas, incluyendo a los extranjeros, como mascar chicles y ensuciar las calles. Ahorcó a quien traficara con cocaína. A la población la enamoró con resultados y logró —a las malas— que el pueblo lo apreciara; extirpando los vicios de la sociedad y convirtió el recurso humano en el eje angular de un Estado sin recursos.

Hoy, Singapur es uno de los ‘cuatro tigres asiáticos', todo se organiza lo más eficiente posible; posee abundante mano de obra barata, zonas francas portuarias y productos manufacturados posesionados firmemente en el mercado internacional.

La muerte de este veterano ejecutor me trae a la memoria el pensamiento de un escritor francés: ‘Deja un vacío más grande que el puesto que ocupaba en vida'. Su presencia será verdaderamente irremplazable; como el hito final de una era de la historia de este gran país. Un millón de singapurenses lloraron su partida y 170 dignatarios rindieron tributo alineados en 15 km de recorrido del cortejo fúnebre, de quien ofrendó su vida al servicio de esta Nación. Ya desaparecido, muchos añoraran las horas fecundas de su Gobierno; otros, sus enemigos, procurarán hacerle daño y minimizar la estatura nacional que adquirió. La historia dirá si el heredero de esta dinastía política, su hijo, LEE HSIEN LOONG, tendrá plena capacidad para proteger su influencia.

ABOGADO

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‘La historia dirá si el heredero de esta dinastía política, su hijo, LEE HSIEN LOONG, tendrá plena capacidad para proteger su influencia'

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