• 28/06/2015 02:00

Urgencia cultural

El edificio que fue diseñado con una clara visión como Teatro Nacional data del año 1908, inicios del siglo XX

La noticia de que el Teatro Nacional había sido cerrado indefinidamente cayó como una bomba, por lo menos para los que somos sensibles a estos temas. En mi artículo del lunes en El Siglo escribí al respecto, pero considero mi obligación reiterar y ahondar en el asunto, y ofrecer soluciones a modo de sugerencias.

El cierre o las consecuencias que llevaron a esta decisión debió haber sido en acuerdo entre partes vinculadas al tema, como la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos, los Bomberos, el Sinaproc, el Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos, de estatura mundial y que tiene gran presencia en Panamá), los propietarios de inmuebles del Casco Viejo, que han tenido una gran beligerancia en los últimos años, han renovado con elegancia y a altos costos muchas de las propiedades que estaban en ruinas y fueron el blanco de la rabieta de El Fugitivo que, para fregarles la paciencia, les pasó por delante la tercera fase de la Cinta Costera. Si se hicieron estas evaluaciones conjuntas y se llegó a esa decisión, ya se debería estar pensando en cómo se va a arreglar el problema.

El edificio que fue diseñado con una clara visión como Teatro Nacional data del año 1908, inicios del siglo XX. Es bien sabido que está ‘back to back' con el Ministerio de Gobierno y fueron construidos a la vez. En 1999 el Ministerio de Gobierno estaba en un estado deplorable y unas jóvenes estudiantes de arquitectura estaban haciendo una tesis que tenía como motivo su restauración. Yo estaba al frente de esa cartera y apoyé con denuedo su trabajo de graduación y le pedí a mi sucesor que invirtiera en conseguir los fondos para que se rescatara ese valioso inmueble. Fue una de las pocas sugerencias que aceptó, porque el Palacio de Gobierno fue restaurado, creo que recibió ayuda internacional para esos trabajos y solo pude ver algo de lo que se hizo por la única invitación que recibí de uno de los ministros que han ocupado el cargo desde entonces, Aníbal Salas. Todos los demás, de uno u otro partido, se hicieron los locos cuando les pedía que quería ver cómo había quedado.

El edificio del Ministerio de Gobierno ha sido muy maltratado por más de un siglo, ha soportado un montón de gente allí trabajando, la adición antojadiza de anexos a diestra y siniestra y a diario tiene un tráfico de personas que acuden para una u otra gestión. Sus baños hubieran sido blanco del programa de cero letrinas del actual presidente. Pero se pudo salvar, por lo que no veo por qué no se puede rescatar urgentemente el Teatro Nacional.

Son afectos al Teatro no solo las personas que han montado regios espectáculos allí de toda índole, sino los artistas que han estudiado las pinturas del plafón hechas por Roberto Lewis, las embajadas, los cantantes, músicos, actores, hasta las empresas que tienen una alternativa de usar ese magnífico lugar para una actividad de altura. Lo que se debería hacer con el teatro es la fórmula que ha probado ser exitosa para la Ciudad del Saber, el Museo del Canal Interoceánico y la Biblioteca Nacional: convertirlo en una fundación, darle un capital semilla por parte del Gobierno y apoyarlo en sus operaciones los primeros años. Que los síndicos se encarguen de rescatarlo, remozarlo y ponerlo a funcionar y después, cuando ya esté gateando, dejarlo en manos de un/a director/a que responda a esa junta directiva y no dependa de los fondos centralizados de una institución tan huérfana como el INAC.

El Teatro Nacional merece estar en el sitial para el que fue pensado y en el que algunas administraciones anteriores quisieron colocarlo al restaurarlo una y otra vez. Urge que se tomen medidas heroicas para que su cierre no sea por mucho tiempo. Voluntades para rescatarlo existen, nada más hay que sumarlas, entre los propietarios de inmuebles, artistas, promotores de espectáculos culturales y la familia Lewis. Manos a la obra.

ARQUITECTA Y EX MINISTRA DE ESTADO.

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